Capítulo 3

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Al día siguiente, en la tarde, Betty iba con Milo caminando por las calles de Nueva York camino a la heladería.

Esa era su vida. Solo ella y Milo contra el mundo. Su perro lo era todo para ella y lo único que tenía.

Llegó a la heladería tomando a su perro de la correa y empezó a mirar la gran variedad de helados que había.

—No me decido— Dijo Betty mientras aún miraba los helados. —Uno de fresa por favor— Le pidió al heladero.

—Enseguida señorita— Contestó el heladero con una amable sonrisa.

—Gracias— Agradeció Betty, girándose para mirar a Milo hasta que chocó con alguien. —Ay... perdón. Yo...

—Betty, hola— Saludó Jughead con una sonrisa. —Lo siento. Perdóname a mi—

—Ammm... yo... perdóname a mi— Se disculpó la rubia.

—Aquí tiene señorita Cooper— Avisó el heladero, pasándole su helado de fresa.

—Muchas gracias— Respondió Betty mientras tomaba el helado.

—Hola Milo— Saludó Jughead al perro, agachándose a acariciarlo.

—¿Y tú hija?— Preguntó Betty.

Jughead se reincorporó y señaló el otro extremo de la heladería. —Allá esta. Es muy indecisa cuando va a elegir algo—

—Como yo— Murmuró Betty, mirando a la pequeña con una sonrisa.

Emily estaba mirando todos los helados hasta que al parecer por fin eligió uno y cuando se lo entregaron, se giró a mirar a su padre y sus ojos tomaron un brillo particular y una gran sonrisa se formó en su rostro cuando vio a Betty con Milo.

Emily corrió hacia ellos. —¡Betty! ¡Milo!— Los saludó.

—Hola Emily— La saludó Betty, sonriéndole. —¿De qué es tu helado?—

—De fresa— Respondió la menor. —Me encanta el de fresa. Es el mejor helado que existe—

Betty sonrió. —En eso estoy totalmente de acuerdo contigo. Él de fresa es el mejor. ¿Y tú Jughead?—

—No me gusta el helado— Contestó Jughead. —¿Que harás ahora Betty?—

—Llevaré a Milo al parque. Hoy mordió mis zapatos porque estaba aburrido—

—¿De verdad? Puede que no me creas pero Emily y yo también estábamos por ir al parque— Aseguró el pelinegro.

—¡Ven con nosotros!— Pidió Emily, poniéndole ojitos. —Por favor, por favor por favor—

—Ammm... yo...— Habló Betty.

—Vamos Betty. Los cuatro iremos al mismo lugar. Acompáñanos— Pidió Jughead.

—Porfisss— Suplicó la menor, juntando ambas manos en súplica.

Betty suspiró. —Claro. No veo por qué no. Vamos— Aceptó.

—¡Si!— Chilló Emily, dando unos saltitos de felicidad, haciendo sonreír a su padre y a Betty.

—Vámonos mi amor— Avisó Jughead, tomando a su hija de la mano y mirando a Betty con una sonrisa.

Betty sonrió y siguió a Jughead y a su hija junto a Milo a las afueras de la heladería. La pequeña iba encantada con el animalito mientras los adultos intercambiaban miradas y sonrisas, con una extraña tensión entre los dos que apareció de repente.

—¿Puedo pasearlo?— Preguntó Emily, deteniéndose frente a Betty.

—Nena, no— Le negó Jughead.

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