Caminaron varios minutos en silencio, hasta que un ligero sonido ahogado lo hizo detenerse. Volviéndose hacia ella, observó que jadeaba.
- ¿Algo malo, señorita Taijiya?
- Nada, pero, ¿siempre camina así de rápido?
- ¡Lo siento! Debió decirme que caminara más despacio -dirigió la mirada a sus pies-. Dígame, ¿por qué usa tacones tan altos?
- Porque me hacen lucir mejor.
- Sus piernas no necesitan artificios para lucir mejor -comentó él, sorprendido por su franqueza-. Lucirían bien hasta en pantuflas.
Sango rió por primera vez y Miroku se sorprendió por lo radiante que la hacía aparecer.
- ¿Qué tiempo tiene en el hotel? -preguntó con tono ligero.
- Un mes; y estaré aquí otros cinco.
- ¿En qué consiste su puesto?
- Tengo a mi cargo la recepción de grupos en paquete.
- Parece interesante -no lo era, pero estaba ansioso de apaciguarla.
- No es sincero, señor Hoshi. Para usted, mi trabajo es el más aburrido del mundo.
- Bueno...
- Pero no lo es. Podrá ser frustrante, irritante y en ocasiones siento ganas de tomar un par de cabezas y golpearlas una con otra, ¡pero aburrido, nunca!
- Punto aceptado; y no quería menospreciarla, si llegó a pensarlo. Sólo trataba de ser cortés.
- ¡Entonces, siempre hay tiempo para una primera vez!
Miroku rió. La chica era inteligente.
- ¿Realiza el mismo tipo de trabajo en Inglaterra? -preguntó.
- Casi. Pero cambiaré de puesto cuando vuelva. Espero que me confíen la administración de un hotel pequeño.
- ¿De verdad? ¡Entonces es toda una profesional!
- ¿Algo en contra?
- En lo absoluto -vio que estaba a la defensiva-. Toda mujer tiene el derecho de hacer lo que más disfrute.
- Siempre y cuando no se entrometa en terrenos de los hombres, ¿o no?
- No me adjudique palabras que no son mías, señorita Taijiya. Si una mujer ingeniero competente solicitase empleo en mi empresa, su solicitud sería considerada en las mismas condiciones que la de un hombre. Pero ninguna lo ha solicitado -se le adelantó y, sin darle oportunidad a contestar, detuvo un taxi que pasaba y la obligó a subir en él-. Al restaurante Obee -instruyó al chofer mientras subía al lado de Sango-. Creo que necesita una buena cena. ¡Eso impedirá que me muerda!
Miroku se arrepintió de haber invitado a cenar a la chica. Pensando en ello, no le era atractiva la idea de pasar la velada hablando de cosas intrascendentes con una persona a la que no conocía; no se explicaba por qué lo había hecho. Quizá ya estaba cansado de estar solo, o Shima lo molestó más de lo que él quería aceptar. No obstante, su invitación fue aceptada y tenía que sacarle el mejor partido a la situación.
Se detuvieron frente a un restaurante de apariencia palaciega y Sango pareció hacerse pequeña en el asiento del taxi.
- Quizá... Creo que me quedaré en el taxi y regresaré al hotel.
- ¿Por qué? -estaba en verdad sorprendido.
- Porque no estoy arreglada para asistir a un lugar de estos.
- Tonterías -su insistencia en separarse de él lo molestaba. Él debería ser el que prefiriese cenar solo, no al contrario-. Para mí está bien arreglada -afirmó-. Además, nadie viste con formalidad en Bangkok.
- Eso no es cierto.
- A lo que me refiero es que el traje formal es opcional. De cualquier forma, está muy hermosa.
Volvió a mirarla, esta vez más de cerca, aprobando el color aguamarina de su vestido y su estilo; de falda amplia y no muy ajustado en el corpiño; a pesar de ello, mostraba que tenía un buen cuerpo. Maravilloso, ahora que recordaba. Cintura diminuta, caderas bien redondeadas y senos llenos. Detuvo la mirada en ellos. Llenos pero firmes, su curvatura era apreciable a pesar de la línea conservadora del cuello del vestido.
Sango se dejó escoltar al interior del restaurante, hasta un vestíbulo.
- Hay que quitarse los zapatos -le ordenó.
- ¿Qué?
- ¡Los zapatos, no las ropas! -le indicó sonriente-. Aquí se acostumbra quitarse los zapatos en un restaurante.
Se quitó los zapatos, dejándolos junto a docenas de pares que ya había allí y la vio quitarse sus zapatillas de tacón alto. Piernas muy hermosas y muy largas, observó. Era de estatura más alta que el promedio y, sin embargo, no daba esa impresión, quizá debido a que era muy bien proporcionada. Volvió a recorrerla con la mirada, y al percatarse Sango de ello, le lanzó una expresión desafiante. Se lo merecía, se dijo Miroku.
Descalzos, siguieron al camarero hasta el salón comedor. Fueron llevados a una mesa de apenas unos sesenta centímetros de altura y tomaron asiento en unos gruesos cojines.
- Es obvio que aquí no piensan en una larga sobremesa -bromeó ella.
- Se sorprenderá al ver lo cómodo que es -le indicó Miroku-. Todo es cuestión de acostumbrarse. Incidentalmente, aquí sirven un solo menú. Platillos tailandeses, pero atemperados para satisfacer paladares occidentales.
- ¡Maravilloso!
- Confíe en mí -le sonrió-. Le gustará. ¿Qué quiere para beber? El vino no va bien con estos alimentos, pero le recomiendo el whisky.
- Bueno...
- Insisto en que confíe en mí.
- Está bien -aceptó-. Es usted muy seguro de sí mismo.
- Parte de mi éxito.
- ¿En los negocios?
- Y con las mujeres. ¡Lo siento! Esa expresión me hace parecer un presuntuoso. Lo que quise decir es que la mayoría de las mujeres prefieren a los hombres decididos -ella no respondió, lo cual él le alabó-. Más tarde tendremos oportunidad de presenciar algunos bailes tailandeses -agregó-. ¿Los ha visto alguna vez?
- Por supuesto; en el hotel.
- Verá que aquí son muy superiores, pagan a las bailarinas una fortuna.
- Como debe ser -replicó ella-. Tienen que prepararse durante años y su vida activa profesional no es muy larga.
Miroku asintió y llamó a un camarero para indicarle que estaban listos para cenar.
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Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)
FanfictionQuería una aventura con Sango para pasar el tiempo mientras esperaba en Bangkok que el gobierno tailandés le otorgara un contrato de construcción; y para él sólo sería eso... una aventura breve sin compromiso. Sango no podía aceptar tan egoísta acti...