Capítulo 8.1

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Suspiró, a sabiendas de que su introspección era motivada, en parte, por un hombre alto, de cabello negro, de mirada fría y un corazón de hielo. Un hombre apasionado, pero no enamorado.

- ¡Sal de mi mente, Miroku Hoshi! -exclamó con voz alta-. ¡Apenas si te conozco y no permitiré que me atormentes! -con actitud resuelta, se arregló y bajó para presentarse con el gerente del hotel.

Se sintió complacida al ver que se trataba de un amable norteamericano, unos diez años mayor que ella. ¿Quién fue el que dijo que el Shikonmore nunca promovía a los jóvenes a puestos de responsabilidad?

- No llevo mucho tiempo aquí -le explicó Hoshiyomi Cameron, como si le leyese la mente-. El tipo a quien reemplacé era demasiado rígido para los tailandeses. Bajo su flemática apariencia exterior, tienen un fuerte temperamento, así que no se deje engañar por sus modales gentiles.

- No creo que sea tanto temperamento, como orgullo -comentó Sango al recordar sus conversaciones con el señor Suikotsu respecto al carácter de sus conciudadanos-. Nunca hay que hacerlos sentirse menos, ni brincar las barreras de clases -lo citó.

- Para ser sincero, esas barreras no me afectan. Mi problema principal radica en la escasez de personal doméstico. Todos prefieren trabajar en Bangkok, así que me veo obligado a reclutarlos de las poblaciones vecinas.

- ¿Es difícil hacerlo?

- No. Hay suficiente mano de obra, pero carecen de entrenamiento.

- Pero una vez entrenados, usted...

- Una vez entrenados, se van a la capital ¡y hay que empezar de nuevo!

- Ya veo.

- Me alegro que así sea, porque es probable que los dos tengamos que suplirlos con frecuencia.

- Estoy dispuesta a ayudar en lo que sea necesario.

- La haré cumplir su palabra. Entretanto, quiero que actúe como anfitriona y disfrute la compañía de nuestros huéspedes. Muchos de ellos no vienen en paquetes turísticos y no saben en qué ocupar el tiempo.

- ¿Por qué? -los ojos de Sango recorrieron el panorama, desde la piscina, hasta la playa, a través de las palmeras.

- No todos disfrutan de tomar el sol -señaló Cameron, adivinando sus pensamientos-. Algunos sólo parecen estar interesados en hacer compras.

- Eso es algo que a mí también me agrada.

- Entonces disfrutará su estancia aquí; ante cualquier problema, no dude en acudir a mí.

Sango no imaginaba que pudiera haber alguno. El ambiente parecía por demás tranquilo. Los huéspedes deambulaban con traje de baño, vistiéndose sólo para la cena que, invariablemente, se servía a un costado de la piscina.

A pesar de que su trabajo la mantenía ocupada todo el día, todavía extrañaba a Miroku y se sentía molesta porque durante el poco tiempo que se conocieron la había impresionado de esa forma. ¿Se debería a que sabía que era poderoso, libre y difícil de conseguir? ¿Sentiría lo mismo si sólo fuese un empleado bancario o un vendedor? En el mismo momento en que se planteó la pregunta, encontró la respuesta. El carácter del hombre era lo que lo hacía ser quien era: ese carácter era parte de su carisma. Estuviese en donde estuviera, e hiciera lo que hiciese, siempre tendría éxito, de ello estaba segura. La misma certidumbre sentía al pensar que había desaparecido de su vida.

Lamentaba no haber aceptado la invitación de Renkotsu War para asistir a la fiesta de Shima Bonlam. Habría sido interesante conocer a la chica que era tan "buena amiga" de Miroku. No obstante, los Bonlam tenían una villa en Pattaya y, tarde o temprano, Shima habría de presentarse en el hotel.

En el transcurso de la segunda semana, la mitad de los huéspedes del hotel partieron y un nuevo contingente llegó. Mientras se instalaban, Sango estuvo ocupada indicándoles sus habitaciones, localizando equipaje extraviado, programando recorridos para el día siguiente y asignando mesas al aire libre para aquellos que así lo preferían.

Fue ya entrada la tarde cuando pudo tomarse unos minutos libres y, poniéndose el traje de baño, salió al jardín. Varios huéspedes la invitaron a reunirse con ellos, a lo cual ella se negó. Había un buen número de hombres solos... solteros norteamericanos y británicos que trabajaban en Tailandia, y no podía dejar de sentirse halagada por sus atenciones.

Esa tarde se puso un traje de baño de una pieza, de tonos en azul pavo real, que con toda modestia cubría su cuerpo, pero delineaba a la perfección sus curvas hermosas. El color hacía juego con los zafiros de sus pendientes, adquiridos en la boutique del hotel. Pagó por ellos un precio exorbitante, pero dado que acababa de recibir un buen aumento de sueldo, decidió darse ese lujo.

Recostándose en una silla de playa, escuchaba los juegos acuáticos y las risas que la rodeaban. En unos minutos se quedó dormida; despertó al oír que alguien la llamaba por su nombre y abrió los ojos para ver que el gerente del hotel la contemplaba.

- No se moleste -le indicó al ver que intentaba ponerse de pie-. Me dirigía a ver las obras de nuestro centro comercial... -con la mano señaló hacia una construcción en la que se instalarían nuevas tiendas, más allá de la arboleda-, y al verla recordé que tenía que decirle que necesitaré de su ayuda en los próximos días.

- ¿Problemas de personal? -inquirió ella.

- Más bien con los huéspedes. A principios de la semana próxima llegará un grupo bastante numeroso. Sólo hombres -agregó-. Permanecerán aquí unas semanas, por lo que me gustaría que dedicara atención especial a las diversiones.

- ¿Su viaje es de placer o de negocios?

- De negocios. Están tratando de obtener el contrato de construcción de la carretera. Quizá haya conocido a algunos en Bangkok. El señor Bonlam pasa sus vacaciones aquí, por lo que todos lo han seguido.

- Y de seguro volverán con él a Bangkok -comentó ella disgustada-. ¡Parece que al Ministro le gusta hacer sufrir a todos!

- Pero resulta bueno para nosotros, así que, ¿por qué preocuparse? -el gerente empezó a alejarse, pero se detuvo-. Si una de estas noches no tiene nada que hacer, venga a tomar café con nosotros, para que conozca a Tsukiyomi, mi esposa. Cualquiera de los botones podrá llevarla hasta nuestro bungalow. Se encuentra sólo a unos cuantos minutos de aquí.

Dándole las gracias, Sango le prometió que lo haría. Hoshiyomi Cameron era el más amigable de los gerentes para los cuales había trabajado, si bien su actitud no era más que un frente para un jefe muy exigente. Algo había aprendido de él: da las órdenes con una sonrisa, y si llegas a perder el control, hazlo en silencio.

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora