Capítulo 2

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Sango no tuvo dificultad en adaptarse. El personal era cordial y amable y si existía alguna dificultad entre ellos, nunca la demostraban ante ella.

Dedicó los primeros días a aprender el sistema administrativo del hotel. En muchos aspectos era igual al de Londres; la diferencia principal radicaba en que los huéspedes eran turistas en vez de hombres de negocios, y por consecuencia, más exigentes en los servicios.

- Con frecuencia son los pequeños detalles los que provocan los mayores problemas -comentó el señor Myoga una mañana en su oficina.

- ¿Cuáles son las quejas principales? -preguntó ella.

- Varían según las nacionalidades. Los norteamericanos quieren agua helada con todo. A los alemanes les gustan las almohadas grandes y los italianos quieren pasta o arroz en cada alimento.

- Al menos el arroz no es un problema aquí -dijo ella sonriente-. A propósito, prometí al chef que iría a ver sus cocinas esta mañana.

- Entonces no lo haga esperar. ¡Ya sabe lo temperamentales que pueden ser los chefs!

Siguiendo la recomendación, Sango se dirigió a verlo. Al pasar por el vestíbulo le dirigieron más de una mirada de admiración. No tendría dificultad en conseguir acompañantes si los buscara ya que un grupo numeroso de ejecutivos de empresas constructoras... todos en competencia para obtener un jugoso contrato para la construcción de una carretera... eran ya residentes semipermanentes desde hacía meses. Llegó unos minutos tarde para su reunión con el señor Jinenji, el rollizo y jovial chino que reinaba en las cuatro cavernas que constituían la cocina. Había aprendido el inglés en Hong Kong y se enorgullecía en demostrarlo, ya que no dejó de hablar durante el recorrido.

- Preparamos toda clase de platillos, pero nuestra especialidad son los tailandeses -comentó orgulloso-. Dos veces a la semana, servimos almuerzo tipo buffet en la terraza -continuó el chino-. ¡En esas fechas recibimos la visita de los chefs de otros hoteles que vienen a ver qué es lo que hemos preparado!

Sango lo consideró factible y, de regreso a la recepción, se prometió asistir a uno de esos eventos. Dedicó el resto del día a atender a los huéspedes y ¿qué mejor lugar que el sitio en que se registraban?

Su iniciación empezó de inmediato, con unos norteamericanos de nombre Vandercart, a los que no agradaba la habitación que se les había asignado.

- Podemos cambiarlos a una habitación más grande, pero el costo será más elevado -les indicó, tratando de aplacarlos-. En este momento ocupan la mejor, dentro del rango de precio que han pagado.

- Pues no tengo ninguna intención de cubrir ningún pago extra -señaló el señor Vandercart, hombre espigado ataviado con un ridículo traje de cuadros-. Mi agente de viajes me aseguró que seríamos instalados en una suite... no una habitación ordinaria.

- Entonces su agente lo engañó -Sango atemperó su comentario con una sonrisa-. Él sabía con precisión cuál era su reservación y así lo aceptó. No podemos hacernos responsables por él. Como hombre de negocios de éxito, estoy segura de que sabe cuál es nuestra posición.

No tenía idea de cuál sería el éxito del señor Vandercart, pero creía con firmeza en el poder de la adulación y se sintió feliz al ver que volvía a darle resultado, ya que el hombre se pavoneó de orgullo.

- Si administrara mi empresa de la forma en la que Pixley Tours  conduce sus negocios, ¡estoy seguro de que perdería a todos mis clientes!

- Quizá si se lo señala al señor Pixley, éste hará caso de su sugerencia.

- Eso es precisamente lo que haré -tomando a su esposa del brazo, estaba a punto de marcharse cuando Sango lo oyó exclamar-: ¡Que me lleve el diablo! ¡Mira, Betsy! Allí está Miroku Hoshi. No tenía idea de que estuviera aquí en Bangkok.

Se apresuraron a reunirse con un hombre alto, de pelo oscuro y de treintaitantos años que acababa de salir de uno de los ascensores. Su traje gris formal indicó a Sango que no se trataba de un turista más, pero sus especulaciones se vieron interrumpidas por un alemán airado que se quejaba de que el chofer que había contratado le exigía una propina elevada antes de iniciar su recorrido.

Le tomó un poco de tiempo el conseguirle otro auto, pero cuando se hubo marchado y volvió a dirigir la vista hacia los Vandercart, todavía charlaban con Miroku Hoshi. Aún a distancia, se percató de que su sonrisa era forzada y, por la forma en que hacía sonar las monedas de su bolsillo, estaba segura de que estaba ansioso de escapar. Tenía rasgos atractivos, con un rostro delgado y bronceado y nariz aguileña. Se encontraba demasiado lejos para captar el color de sus ojos, pero no podía dejar de observar su mentón agresivo.

Se preguntaba si sería norteamericano, cuando lo oyó despedirse con un acento británico muy marcado.

- Espero que pueda cenar con nosotros -dijo la señora Vandercart.

- ¿Podemos acordarlo más adelante? Estoy aquí para un negocio y me temo que eso tiene prioridad sobre todo -con una sonrisa se alejó, dando vuelta a la Mesa de Recepción y apenas si lanzó a Sango una mirada.

Durante un instante, Sango se encontró con unos ojos azul oscuro de una intensidad tal que la hicieron retener el aliento... aunque quedó picada porque él parecía no haberse fijado en ella. ¿Qué importaba? Con el rabillo del ojo lo vio detenerse para hablar con un botones; era mucho más alto que él, al grado que tuvo que inclinarse para escuchar lo que el botones le decía. Su cabello era tan negro como el del tailándes, pero mucho más brillante.

Otro grupo de huéspedes la hizo volver a sus obligaciones, y ya era casi la hora del almuerzo cuando al fin tuvo la oportunidad de hablar con el señor Myoga sobre los Vandercart.

- Aunque Pixley Tours no ayude, yo los cambiaría a otra habitación -comentó el gerente-. Vandercart nos visita con frecuencia, en viaje de negocios; ésta es la primera vez que viene de vacaciones. Supongo que tomó un viaje en paquete al pensar que ellos podrían hacer mejor sus itinerarios.

- Hay muchos hombres de negocios entre los huéspedes -indicó Sango-. ¿Quién es Miroku Hoshi?

- Uno de nuestros mejores clientes. Nos visita al menos tres veces al año -el señor Myoga se movió en su asiento-. Ya tiene aquí más de un mes; siempre toma una de las suites del penthouse. Preside la Compañía Constructora Hoshi.

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora