Capítulo 10.1

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- Que la mejor empresa sea la que gane -señaló ella, brindando con él.

- Entonces seremos nosotros -replicó Kuranosuke-. Somos tan honrados, eficientes y con precios tan competitivos como los de la Constructora Hoshi. A propósito, él se encuentra a no más de cinco metros de nosotros y Shima Bonlam acaba de reunirse con él.

- Es una mujer muy hermosa -murmuró ella.

- Y muy inteligente -observó Kuranosuke.

- ¿La conoces?

- Muy superficialmente. Tuve tratos con su padre la última vez que estuve aquí. Hicimos un buen trabajo para el gobierno, y él quedó muy complacido.

- ¿Por qué entonces no les dieron este contrato de forma automática?

- Es demasiado importante para concederlo sin concurso. He sido informado que los precios de Hoshi son insuperables.

- ¿Cuentas con espías? -preguntó Sango divertida.

- En realidad, no -le indicó Kuranosuke sonriente-. Pero mucha información llega a filtrarse tras bambalinas y si te mantienes alerta luego de que los delegados han tomado algunas copas... Alguien me dijo anoche que Hoshi ha desarrollado un nuevo tipo de concreto que bajará sus costos a la mitad. Es obvio que todos queremos saber de qué se trata. Si... -el camarero de los vinos se detuvo junto a ellos y Kuranosuke se interrumpió para hablar con él. Giró un poco para hacerlo, dejando un amplio espacio por el que Sango pudo ver a Miroku y a Shima. La chica vestía con suma elegancia, pero su usual discreción con las joyas quedó en casa y lucía un enorme collar de oro y largos pendientes que daban a su apariencia exótica una más aproximada a las chicas de bar tailandesas, lo cual hizo pensar a Sango, con cinismo, que en el fondo de cada mujer hay una cortesana.

- Vayamos a la mesa del buffet antes de que se formen aglomeraciones -sugirió a Kuranosuke, echando su silla hacia atrás.

- Me parece bien -Kuranosuke la siguió hasta la larga mesa colocada en el otro lado de la piscina. Estaba cubierta de apetitosos manjares: enormes langostas y camarones gigantes, cerdo a la naranja, cordero y res y grandes fuentes con arroz y vegetales.

Con platos bien servidos, regresaron a su mesa.

- ¿Quieres cambiar de sitio conmigo? -preguntó Kuranosuke.

- ¿Para qué?

- Desde donde yo estoy, no podrás ver a Hoshi.

- ¿Qué te hace pensar que me importa ver a Miroku? -el rubor apareció en las mejillas de Sango, pero logró mantener la voz tranquila.

- La intuición. ¡No es una prerrogativa sólo de las mujeres!

- ¡Ni tampoco siempre es certera!

Kuranosuke rió y ella se obligó a mirar en dirección a Miroku, decidida a demostrar a Kuranosuke lo equivocado que estaba. Con gran preocupación de su parte, vio que Miroku y Shima se levantaron y se dirigían hacia ellos, pero Miroku siguió su camino hacia la mesa del buffet, deteniéndose sólo para murmurar un breve "buenas noches"; pero, para su sorpresa, Shima sí se detuvo.

- Me alegro de volver a verte, Kuranosuke -ronroneó.

- Me alegro de verte también -replicó Kuranosuke, poniéndose de pie-. ¿Conoces a la señorita Taijiya?

- No hemos sido presentadas -sonrió Shima-, pero recuerdo haberla visto antes. Fue en Bangkok, ¿no es así?

- Así es. Trabajo en la organización Shikonmore.

- Por supuesto -sonriéndoles a ambos, la joven siguió a Miroku.

- Muy de Hoshi el no perder una oportunidad -masculló Kuranosuke-. Shima ejerce una gran influencia en su padre.

- ¿Entonces por qué no estás con ella esta noche?

- Porque quería estar contigo. No soy una máquina de negocios, como Hoshi. Pero olvidémonos del trabajo y ocupémonos de nosotros.

Sango hizo todo su esfuerzo para hacer lo que Kuranosuke sugería y aun cuando fingía, debió cumplir con su intención, ya que él se comportó como si ella fuese el único motivo por el cual se encontraba allí. No obstante, aunque ese fuera el caso, no despertaba en ella ningún interés, ya no le importaba. ¡Incluso se preguntaba cómo llegó a interesarla!

Estaban a media cena cuando vio que Miroku y Shima se dirigían a la pista de baile. La forma en que la conducía, insinuaba una gran intimidad entre ellos; Sango apenas soportaba el verlos, recordando la última vez, la única, en que él la tuvo en sus brazos. Gracias al cielo, no se entregó a él; se negó a que la pasión la dominase. Ahora se preguntaba cuáles serían sus sentimientos si lo hubiera hecho. Sus amigas no veían nada malo en el sexo sin amor.

"Es estúpido casarse sin haber conocido antes a otros hombres", le decían. "Habrás de arrepentirte".

Pero no era así y nunca lo sería. Para ella, el sexo sin amor no tenía ningún significado.

- ¿Quieres bailar? -preguntó Kuranosuke-. ¿O prefieres decirme en qué pensabas?

- Me preguntaba por qué no puedo considerar el sexo a la ligera -comentó con una franqueza que sorprendió a Kuranosuke-. Supongo que dirás que soy anticuada en extremo, ¿no es así?

- Bueno... -Kuranosuke hizo una pausa-. Sólo digamos que creo que eres diferente a todas, pero no diría que estoy en desacuerdo contigo.

- Eso no es lo que dijiste hace un año.

- Hace un año no había vivido en Japón. He visto allí un estilo de vida completamente diferente y me gusta.

- La virgen sumisa -lo incitó-. ¡Eso es lo que te gusta!

Frunciendo el ceño, él se levantó echando su silla hacia atrás y Sango lo siguió a la pista de baile. Cuando los brazos de Kuranosuke se cerraron a su alrededor, Sango tuvo que resistir su primer impulso de rechazarlo. Se obligó a relajarse, pasando un brazo por el cuello de él y pretender que disfrutaba cada momento del baile. Estaba muy consciente de la presencia de Miroku, de su bronceada mejilla apoyada en la negra cabellera de Shima, de sus cuerpos unidos con intimidad. No había nada virginal o inocente en los movimientos de Shima, se dijo, y los celos la consumían al ver que los dedos de uñas rojas acariciaban su cuello.

Los nervios de Sango estaban a punto de estallar cuando terminó la música y se apresuró a su mesa, pretextando que quería un postre, ¡si bien no sabía cómo se obligaría a comerlo! Kuranosuke estaba muy ocupado en hablarle de la vida en Japón.

- Aun cuando creen en la tradición y la herencia familiares -concluía él-, es un país muy progresista en los negocios. Su producción industrial es la mejor y también lo es su preocupación por sus empleados.

- ¿Crees llegar a quedarte allí? -preguntó ella.

- Lo dudo. La empresa quiere que esté en movimiento -le lanzó una mirada significativa-. Puede ser que termine de nuevo en Londres.

Tres meses antes, Sango se habría sentido en la luna al escucharlo; ahora no le importaba si se iba a San Francisco o a Timbuctú. Con el tiempo, quizá llegara a pensar lo mismo de Miroku.

- ¿Estás satisfecha? -preguntó Kuranosuke al verla dejar los cubiertos.

- Sí, gracias.

Dirigió la vista hacia la pista de baile y al no ver a Miroku y Shima, miró hacia su mesa, viendo con sorpresa que el camarero la limpiaba y colocaba manteles y loza limpios. Se volvió hacia el hotel, hacia la suite de la esquina, en la cumbre. Las luces estaban encendidas y, mientras observaba las vio apagarse.

"¿Cómo puedo soportar esta pena?", clamó en silencio.

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora