Capítulo 1.2

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Llegaron al río Chao Phraya, amplia extensión de agua verdosa pletórica de embarcaciones de todos tipos. Grandes multitudes de personas deambulaban por la ribera y si bien la mayoría de los hombres vestían ropas occidentales, muchas mujeres llevaban las ajustadas blusas y la tradicional panung falda larga y muy ajustada.

- Mi hermano es monje -comentó Shippo al verla contemplar a un joven de túnica color naranja y de cabeza afeitada-. Todas las mañanas recorre ciudad pidiendo alimento. Permitírsele comer sólo lo que recibe.

- Parece ser una vida difícil -observó Sango.

- Él decir llevar mejor vida en la próxima.

- ¿En la próxima? -inquirió Sango intrigada.

- Budistas creer en reencarnación -le indicó sonriente Shippo.

"Quisiera pensar igual", se dijo Sango en el momento en que el joven rebasaba un autobús con absoluto desprecio a la seguridad.

- Ya casi llegar al Shikonmore -Shippo señaló al frente, pero lo único que vio fue una enorme pared blanca que corría, paralela con la calle, varios cientos de metros. Un momento más tarde cruzaron un par de rejas de madera dorada y recorrieron un estrecho camino pavimentado entre una gran extensión de césped. Al final se encontraba un edificio circular, de unos veinte pisos de alto y de techo de forma cónica, cubierto de planchas de vidrio que reflejaban la luz.

- Este ser el hotel más famoso de Bangkok -Shippo hablaba como si fuese su orgulloso propietario-. Contamos con pequeño zoológico, embarcadero donde alquilar botes para navegar el río y dos restaurantes en la cima. En el grande puede ordenar desayuno, almuerzo o cena a cualquier hora del día, para ajustar su "reloj estomacal". Idea grande, ¿no le parece?

- Maravillosa -respondió, si bien consideraba que era mejor adaptar al organismo lo más rápidamente posible. No obstante, se percató de que en Londres serían las siete de la mañana y que en ese momento preferiría un jugo de naranja y café, a un filete y patatas fritas.

- Los animales parecen no darse cuenta de diferencia de horarios -continuó Shippo-. Los científicos llevar crustáceos de costa oriental a California y seguir abriendo y cerrando conchas conforme a horario oriental.

- ¿Es eso cierto? -preguntó intrigada-. Pareces saber mucho, Shippo.

- Leer mucho -replicó con tono solemne-. Toda información ser útil. Espero un día ser administrador de un gran hotel.

Sango pensó que lo lograría. Era un muchacho brillante y determinado; el tipo de personas que agradaba al Grupo Shikonmore.

La furgoneta se detuvo en la entrada al hotel y, dejando a Shippo que se ocupase de su equipaje, Sango entró.

Era un alivio escapar del calor opresivo; sin embargo, consideró que la recepción tenía una temperatura demasiado baja. Tenía frente a ella una gran extensión de piso de mármol, salpicado aquí y allá de sillas y sillones de bambú con cojines multicolores. En el centro, una fuente caía en cascada en bancos de plantas y flores tropicales.

Era fácil distinguir al personal del hotel de los huéspedes, ya que las mujeres del primer grupo usaban largas y estrechas faldas y chaquetas sin cuello, en tonalidades café y limón; en tanto que los varones llevaban trajes ligeros de color café. Al dar su nombre a un empleado, en un instante fue llevada a la oficina del señor Myoga, el gerente chino del hotel.

Gallardo y puntilloso, era la antítesis exacta del señor Totosai, pero su sonrisa era amable y se ofreció a llevarla en un rápido recorrido del hotel, antes de dejarla en su suite.

Si bien ella hubiera preferido tomar una ducha y cambiarse antes que nada, aparentó entusiasmo, siguiéndolo de un lujoso salón a otro, todos decorados con habilidad en una sutil mezcla de Oriente y Occidente.

A pesar del clima tropical, los pisos superiores estaban alfombrados y las ventanas de cada habitación contaban con gruesos cortinajes de seda tailandesa que hacían juego con los brocados de los divanes modernos. Los cuartos de baño eran ultramodernos, al igual que los hermosos muebles de las suites de gran lujo.

La que le fue asignada, en el décimo piso, era maravillosa, con un balcón que daba al río. Un panorama de cúpulas doradas de los templos se encontraba frente a ella; sus techos ondulados brillaban por los mosaicos de colores; más allá, la cinta verde del agua atestada de barcazas, lanchas de motor y autobuses acuáticos.

- Es muy hermoso -murmuró-, al igual que el hotel.

- Así lo consideramos -respondió el señor Myoga-, si bien algunos huéspedes no siempre están satisfechos. ¡Nos culpan por el ruido allá en el río y por los mosquitos!

- ¿Qué debo decirles cuando se quejen? -preguntó Sango riendo.

- Tienes como tarea el encontrar una respuesta adecuada -fue la respuesta que recibió-. La Oficina Principal me ha informado que usted es una diplomática nata, así que tengo plena seguridad de que podrá hacer frente a cualquier contingencia, señorita Taijiya.

Estuvo a punto de pedirle que la llamara Sango, pero recordó el protocolo oriental que debía permitirle que se abriera con ella a su tiempo; pero le agradó su actitud amistosa y estaba segura de que trabajarían bien, una vez que ella se adaptase a las costumbres locales.

- Tómese el resto del día -le indicó el señor Myoga dirigiéndose hacia la puerta-. Reponga el sueño y mañana empezará a trabajar.

Ya a solas, Sango se dedicó a vaciar sus maletas y se sirvió un jugo de piña, que tomó de un pequeño refrigerador colocado en un rincón de la habitación, antes de salir al balcón. En verdad era un lugar romántico. Hubiera sido maravilloso pasar unas vacaciones allí con Kuranosuke. ¡Maldición! Se había prometido no volver a pensar en él y ya estaba haciéndolo. Ya era tiempo de dejarlo en el limbo y concentrarse en sus actividades.

Quizá no fuera tan satisfactorio desde el punto de vista emocional, pero el trabajo no la abandonaría, ni tampoco tenía inclinaciones aventureras.

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora