Capítulo 6.1

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Qué trillado, se dijo ella; le habría gustado que la comparara con un pozo profundo, enigmático y misterioso.

- Habré perdido mucho tiempo y dinero si no consigo el contrato -comentó Miroku, indicando con claridad cuál era su verdadero interés-. Soy el único en la empresa que puede decidir si debemos permanecer aquí y seguir luchando para conseguirlo.

- Usted ha manifestado que no le gustan los socios.

- Es cierto. Puede que delegue parte de mis responsabilidades.

- No puedo imaginar que delegue muchas. No va con su carácter.

- ¿Qué la hace afirmar eso con tanta seguridad?

- Mi instinto. ¿No acaba de decir que no es necesario conocer a una persona durante mucho tiempo para conocerla?

- Veo que debo tener cuidado con lo que digo frente a usted -replicó él riendo-. De cualquier forma, créalo o no, tengo intenciones de reducir mi carga de trabajo.

- ¿Cuando cumpla setenta años? -lo desafió-. ¡Todavía tiene muchos años para seguir de jefe!

- Y muchos de vida, por consecuencia -Miroku se reclinó en su silla, manteniendo la vista fija en ella-. ¿Sabe algo? Si muriese mañana, nadie me lloraría -la sonrisa abandonó los labios de Sango y lo miró horrorizada-. Se me extrañará, no lo niego... pero sólo por aquellos que dependen de mí económicamente. Pero, ¿llorar por mí?...

- Si quiere que alguien lo llore, usted debe estar dispuesto a llorar por esa persona.

- Ya cubrí mi cuota hace cinco años, cuando murió mi madre. Yo... -titubeó-. Yo la quería muchísimo.

- ¿No tiene otros familiares cercanos?

- Mi padre. Está jubilado del ejército y ahora vive en Somerset. Lo veo de vez en cuando; no estamos muy unidos.

- Pero tiene muchos amigos, con seguridad.

- En efecto. Tengo muchas amistades de negocios -la interrumpió-, pero si mi empresa desapareciese mañana, ellos se irían con ella.

- Debe haber algo malo en alguna parte. Creo... -Sango se detuvo, negándose a ser sincera. Después de todo, sin importar lo amistoso que fuera Miroku, él era un huésped del hotel y ella una empleada.

- Continúe -la incitó-. Diga lo que quiera, ¡le prometo no quejarme con la administración!

No obstante, ella permaneció en silencio y Miroku tomó una de sus manos que descansaba sobre la mesa. Su contacto, como el resto de él, era firme y tranquilo y Sango estaba muy consciente de sus dedos sobre su piel.

- Bueno -murmuró ella, retirando la mano-, ¿nunca ha considerado que la carencia de amigos cercanos puede deberse a su resistencia a establecer lazos estrechos? La amistad es un compromiso de ambas partes, Miroku, y si usted está dispuesto a labrar su destino, los demás pueden interpretarlo como su necesidad de estar solo. Usted debe dar el primer paso.

Miroku agitó el contenido de su copa.

- Tiene razón -aceptó él-. Lo he sabido desde hace mucho, pero es difícil cambiar. Verá, la Constructora Hoshi no es sólo mi negocio, es mi única afición y la adoro.

- Entonces no se queje de no tener amigos -el reproche salió de sus labios sin poderlo contener y asumió un tono escarlata-. Lo siento, no tengo ningún derecho... -su voz fue cortada por la risa de Miroku.

- No se disculpe por decir algo obvio -exclamó cuando dejó de reír-. Estaba aquí lleno de autocompasión y merecía el reproche. Tiene razón, preciosa. Si quiero cambiar mi vida, debo cambiarme a mí mismo.

- Pero no demasiado -agregó ella con rapidez-. Es agradable tal cual es.

- ¡Cuidado!

- ¿De qué?

- ¡Puede empezar a sentir agrado por mí!

Ya era un hecho y se sintió feliz de que él no lo hubiera notado.

- Lamento tener que interrumpir la charla, pero tengo que levantarme temprano -anunció Sango.

- Qué lástima. Confiaba en que pudiésemos salir a algún lado.

- Me quedaría dormida apoyada en usted.

- ¿Me lo promete?

Sango sentía que su rostro ardía, furiosa consigo porque después de tantos años, todavía no fuese más sofisticada.

- He tenido un día muy pesado, Miroku. Lo siento.

- No se preocupe. Siempre puede haber otra noche. Pero recuerde que me prometió permitirme llevarla a conocer la ciudad -agregó mientras salían del comedor-. ¿Cuándo es su próximo día libre?

- Mañana -respondió apenada-. Es por eso que no quiero desvelarse. Me gustaría partir antes de que haga mucho calor.

- Excelente idea. ¿Le parece bien a las ocho?

- Sí, pero... Por favor, no estaba buscando la invitación.

- Lo sé, pero será un placer acompañarla. A menos de que Bonlam me llame, tengo el día libre.

- Si cree no poder hacerlo...

- Dudo que surja algo. Y si así fuera, no creo que le haría daño a Bonlam el saber que no estoy en espera constante de su llamada.

Miroku se despidió, levantando un brazo y se alejó.

¿Iría en busca de alguien con quien compartir el resto de la velada? se preguntó Sango mientras se preparaba para dormir. ¡Seguramente no encontraría dificultad en encontrar una chica dispuesta! Al igual que Kuranosuke, tenía carisma. Y como Kuranosuke, se dijo, él no era para ella.

Antes de que amaneciera, Sango ya estaba de pie y asomada en el balcón.

Miroku no le indicó a dónde la llevaría, pero suponía que sería el recorrido turístico clásico de templos y mercados, y luego de darse una ducha refrescante se puso un vestido de algodón blanco sin mangas y sandalias de tacón bajo. Mantuvo su cabello lejos del rostro mediante una banda de perlas y conchas de tortuga, poniéndose el mínimo de maquillaje rosa en los ojos y pintura de labios.

Cinco minutos antes de la hora convenida, ya aguardaba en el vestíbulo, con un par de lentes para el sol en la mano.

- ¡Aquí está!

Giró sobre sus talones para encontrarse con él a su lado, vistiendo un pantalón de mezclilla, playera blanca y zapatillas, lo cual le daba una apariencia de estudiante que hizo que su corazón perdiera el ritmo.

- Traje una pañoleta -comentó ella al ver que la observaba con intensidad.

- Es demasiado caliente; compraremos un sombrero de paja.

Al salir, se acercó a ellos un auto enorme y Miroku le indicó que subiera. ¡Nada de taxis ordinarios para Miroku!

- Está muy hermosa hoy -comentó él-. Le va bien el blanco. Su apariencia es imperial.

El auto hizo un viraje brusco para evitar una colisión con un ciclista y Sango fue lanzada contra Miroku.

- Arrojándose en mis brazos, ¿no? -preguntó él, sosteniéndola con firmeza durante un instante.

- ¿No está acostumbrado a ello? -bromeó Sango para ocultar su vergüenza.

- Así es y créame que llega a aburrir, pero la mayoría de las que lo hacen, no se arrojan a mis brazos, sino a lo que yo represento.

- Se subestima, Miroku.

- Gracias.

Sango volvió a acomodarse en su asiento, esta vez asiéndose con firmeza cuando el conductor, con la agilidad de un delfín, pasaba junto a personas, rickshaws, bicicletas y automóviles. Fue un alivio cuando al fin se detuvieron y Miroku la ayudó a bajar del vehículo.

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora