Capítulo 8

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Sango no tuvo oportunidad de meditar mucho sobre la partida de Miroku, ya que en el momento en que su avión particular despegaba en el aeropuerto, el señor Myoga la llamó a su oficina para indicarle que debería trasladarse al Shikonmore de Pattaya el día siguiente.

Se sintió feliz por el cambio, ya que el nuevo medio ambiente la ayudaría a olvidar a Miroku. Pattaya se encuentra a poco más de cien kilómetros de Bangkok, en las costas del Golfo de Tailandia, y es el lugar de veraneo preferido del país.

Se daba vuelta para retirarse cuando Myoga la llamó.

- Una de nuestras intérpretes está enferma y me gustaría que la supliera. Tiene que llevar a un grupo de turistas franceses en un recorrido por la ciudad, con un guía, pero el inglés de él es deficiente y no habla francés, así que necesitará que alguien lo ayude.

- Mi francés dista mucho de ser perfecto -comentó Sango-, pero haré todo lo que esté a mi alcance. ¿A qué hora debemos partir?

- ¡Hace cinco minutos!

Riendo, giró sobre sus talones y partió de inmediato.

En realidad, resultó la forma ideal de pasar su último día en Bangkok.

Su primera escala fue en Wat Arun, el Templo del Amanecer, de cinco pisos, en la ribera sur del río. Su torre central se eleva más de ochenta metros y sus techos y muros brillaban con diminutos pedazos de loza y porcelana, como si millares de platos hubiesen sido rotos para colocarlos allí.

En su interior, era igual a cualquier otro templo budista, con su proliferación de ornamentos de oro y un enorme Buda dorado colocado en el sitial de honor. El templo era un hervidero de actividad, con docenas de turistas recorriéndolo.

La siguiente parte del recorrido fue por el distrito de Thom Buri; Sango estaba al tanto de que el grupo lo visitaría al día siguiente como parte de su visita al Mercado Flotante.

Un joven tomó asiento junto a Sango. Era de una estatura promedio y de unos treinta años de edad. Sus límpidos ojos castaños, la hacían recordar a Sacha Distel.

- La vi en compañía del señor Hoshi anoche -murmuró el joven cuando bajaron del vehículo unos minutos más tarde-. ¿Lo conoce bien? -preguntó.

Intrigada por su interés en Miroku y recordando todo lo que había leído sobre el espionaje industrial, Sango asumió una actitud de cautela.

- Lo conocí en el hotel -respondió-. ¿Lo conoce usted?

- Sólo de vista y por su reputación. Represento los intereses de un consorcio francés -le confió-. Lo cual me recuerda que Shima Bonlam dará una fiesta para los contratistas esta noche. Quizá quiera asistir como invitada mía.

Sango estuvo a punto de aceptar; tenía interés en conocer a la tailandesa. No obstante, su cautela prevaleció.

- Lamento no poder hacerlo, ¿Monsieur?...

- War. Renkotsu War -se presentó con una inclinación de cabeza-. Si cambia de opinión...

- Lo dudo. Voy a Pattaya a la mañana y tengo que hacer mi equipaje.

Antes de que el joven tuviese la oportunidad de insistir, el guía se detuvo frente a un restaurante chino y Sango anunció que se detendrían allí para el almuerzo.

Terco en asediarla, Renkotsu War se aseguró de tomar asiento a su lado, dedicándole toda su atención. Sango trató de ignorarlo, y cuanto él más insistía, más recordaba ella los besos y caricias sensuales de Miroku. ¿Fue un acto infantil de su parte el no permitirle que le hiciera el amor? De haberlo permitido, ¿cuáles serían sus sentimientos esta mañana? Suspiró, aceptando que siempre pensaría igual si se entregaba a un hombre que sólo la consideraría como un simple cuerpo que poseer.

- ¿Disculpe? -se percató de que el francés volvía a hablarle.

- Comentaba que el señor Hoshi debe haber perdido las esperanzas de obtener el contrato. Me enteré de que ha regresado a Londres.

- Porque tenía allá un asunto urgente que atender -replicó ella.

- Ya veo -replicó él, entrecerrando los ojos-. Lo cual imagino debe haber sorprendido a la señorita Bonlam. Tengo entendido que ella y el señor Hoshi son... ¿cómo se dice? "muy buenos amigos".

Sango permaneció en silencio.

- Lo cual demuestra lo astuto que es él -continuó el francés-. Se dice que ella ejerce gran influencia en su padre.

- Entonces, ¿por qué no intenta usted acercarse a ella? -preguntó Sango de improviso y dándole la espalda.

Luego que terminó el almuerzo, Renkotsu aceptó la indirecta y la dejó en paz; Sango acompañó a varios turistas a comprar cortes de seda.

Temprano al día siguiente, Sango abordó el vehículo que la llevaría a Pattaya, con veinte huéspedes del hotel que pasarían la segunda parte de su viaje en la orilla del mar.

El recorrido de tres horas fue por terrenos llanos y grandes arrozales, con poco que ver.

Ya era cerca de mediodía cuando llegaron a Pattaya. Era más grande de lo que Sango esperaba, si bien imaginó que sólo unos cuantos años antes, previos al advenimiento de los grandes hoteles construidos en la playa, el lugar fue sólo uno más de tantos pequeños poblados por los que pasaron durante el viaje.

Una larga y serpenteante calle principal, atestada de grandes tiendas, servía de eje a callejuelas más pequeñas en las que las tiendas de reducidas dimensiones eran más de lo que ella esperaba. Las costureras abundaban y Sango decidió que las visitaría para enriquecer su guardarropa.

A unos cuantos minutos del poblado, ya se encontraban en la playa. A su derecha una amplia extensión del Golfo de arenas blancas; y a su izquierda las formaciones de Villas de lujo que, de forma gradual, cedían paso a los hoteles, rompiendo la línea del cielo lapislázuli.

El Shikonmore estaba erigido en un terreno de una hectárea, dotado de una amplia piscina de forma de riñón y una más pequeña para niños y un bar al aire libre que contaba con mesas protegidas por grandes parasoles.

El interior del hotel era muy parecido al Bangkok, si bien sus cortinajes y tapices eran de brillantes telas floreadas.

La habitación en que se instaló Sango era más amplia, pero sin balcón; por estar en un costado del edificio, necesitaba hacer un gran esfuerzo, sacando la cabeza por la ventana, para contemplar el mar. Un aviso recomendaba que las ventanas se mantuviesen cerradas para impedir la invasión de insectos y, siguiéndolo, graduó el aire acondicionado a su máxima capacidad de enfriamiento y se dedicó a su equipaje. Nunca se sentía a gusto hasta que todos sus objetos personales estaban en su sitio, y colocó una fotografía de sus padres sobre el tocador, contemplándola durante largo rato, víctima de la añoranza por el hogar.

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora