Capítulo 3.2

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Una mesa pequeña estaba volcada a su lado y una serie de documentos esparcidos por todas partes; un hombre de pelo oscuro, trataba de recogerlos.

¡Miroku Hoshi!

- ¡Moroha! -Sango corrió hacia la niña que ya se encontraba de rodillas-. ¿Te lastimaste?

- Está bien -señaló Hoshi tajante-. Soy yo el que no está seguro de si está bien -al decir estas palabras, se puso de pie y la miró frente a frente-. Vaya, vaya, así que volvemos a encontrarnos -su sonrisa distaba mucho de ser placentera y ella se la devolvió nerviosa.

- Lamento mucho lo ocurrido. Moroha es una chica un tanto activa y...

- ¡Un tanto! -fue su respuesta furiosa-. ¡En mi opinión esta muchacha debería estar sujeta con una traílla!

- No chocó con usted a propósito -protestó ella, agachándose para recoger unos documentos.

- Déjelos allí -espetó Miroku Hoshi-. Son documentos privados.

- No tengo ninguna intención de leerlos -replicó ella con tono cortante-. Sólo trataba de ayudarlo a recogerlos.

- Valdría más que dedicara su esfuerzo a enseñar buenos modales a su pupila. ¡Como niñera sería usted una excelente veterinaria!

- ¡Y como caballero es usted un verdadero patán!

- Salvo que yo no era el que andaba atacando personas.

- No puedo creer que espere que una niña de ocho años se comporte como un hombre de edad mediana -le indicó con voz suave, divertida al ver que la consideraba la niñera de la niña. Vio que los ojos de Hoshi brillaban de furia. Siendo su edad de treintaitantos años, probablemente tomó su comentario como algo personal. ¡Se lo tenía bien merecido!

- Se debería enseñar a los niños que un hotel no es su hogar -continuó él sin ningún remordimiento.

- Ni tampoco una prisión -retrucó, apartándose de él. Parecía una pantera de movimientos coordinados, muy controlada, pero dispuesta a saltar en cualquier momento-. Si usted tuviera hijos, sería más comprensivo -continuó-. Los niños necesitan libertad, no ser reprimidos por reglas innecesarias.

- ¿Considera los buenos modales innecesarios? ¡Su pupila anda corriendo por ahí como un novillo!

- ¡Se encuentra en un jardín, por el amor de Dios! No creo que espere que permanezca sentada, jugando con sus pulgares.

- Si ella estuviera bajo mi cuidado, ¡tenga la seguridad de que tendría dificultades para sentarse!

- La violencia física no resuelve nada -replicó agresiva-. Pero es obvio que usted todo lo ve en términos físicos.

Tomando a Moroha de la mano, se la llevó de la vista de Hoshi. Fue entonces cuando el impacto de su comportamiento la hizo recapacitar. Su encuentro en la piscina fue una cuestión enteramente personal y no tenía por qué quejarse de ello con nadie. Pero este caso era diferente y si hablaba con el señor Myoga del incidente con Moroha, sería inminente el recibir una reprimenda. Por mucho que le desagradara, tendría que buscar al señor Hoshi más tarde y comerse una rebanada del pastel de la humildad, quizá hasta dos raciones, pero en ese momento, le haría bien que rumiara lo que ella le había dicho.

La señora Taisho salía del salón en el momento en que ellas regresaban al vestíbulo, luciendo más hermosa y relajada después de verse libre de su hija durante una hora, si bien su expresión cambió al ver el rostro de Sango.

- ¿Qué hizo Moroha ahora?

- Corría por el jardín, tropezó y se lastimó las rodillas.

- ¡Dios mío! -la señora Taisho pasó el brazo por los hombros de su hija-. ¿Te lastimaste mucho, querida?

- Estoy bien -replicó apartándose-. Tropecé con una mesa y tiré a un hombre que allí se encontraba.

- Moroha, espero que no lo hayas lastimado -la señora Taisho estaba preocupada y Sango la compadeció.

- No pasó a mayores. La mesa no sufrió daños y el señor Hoshi tampoco.

- ¡El señor Hoshi! No me diga que era él -la mujer palideció visiblemente-. Eso es terrible. Mi esposo trabaja para él. Espero que te habrás disculpado, Moroha.

- No sabía de quién se trataba -contestó la niña, negando con la cabeza.

- El señor Hoshi tampoco reconoció a Moroha -agregó Sango.

- Bueno, esperemos que nunca llegue a enterarse de quién es la culpable. Más vale mantener a este monstruo fuera de su vista.

"Y de la mía también", se dijo Sango y con alivio regresó a la relativa tranquilidad de la mesa de recepción.

- Parece que las cosas no resultaron muy bien para usted -comentó sonriente el señor Suikotsu.

- Sólo un pequeño drama con nuestro huésped más importante. ¿Sucedió algo interesante por aquí?

- Está a punto de suceder. Un grupo de cincuenta suecos llegará en media hora y ninguna de sus habitaciones está lista.

- ¿Habla en serio? -preguntó Sango asombrada.

- Para nuestra mala fortuna, sí. Mathewson Tours salió dos horas tarde... su vuelo salió demorado y no desocuparon los cuartos hasta medio día... y entonces las camareras habían salido a almorzar.

Furiosa porque nadie la había informado de la situación, Sango corrió hacia el elevador y apenas logró evitar una colisión con Miroku Hoshi que salía de él.

- Ya veo de quién aprende su pupila sus modales -murmuró Miroku.

Con las mejillas ardiendo, Sango entró en el ascensor y oprimió un botón con mano temblorosa. ¡Qué individuo tan odioso! Pero cualquier idea sobre él pronto quedó en el olvido cuando llegó al décimo piso y vio el caos reinante en las habitaciones.

- ¡Todo lo que podía salir mal, ha salido mal! -exclamó la señora Shizu, el ama de llaves del hotel-. Tres de las lavadoras de ropa están estropeadas y no tendremos sábanas limpias sino hasta más tarde.

- ¿No tenemos ropa de cama adicional?

- En abundancia, pero el señor Myoga tiene las llaves y se fue a Pattaya.

- ¿No hay otra llave?

- No. El señor Myoga quiere mantener control personal sobre los excedentes.

Prometiéndose en silencio que esa era una práctica que el gerente tendría que abandonar, Sango pidió al ama de llaves que la llevara hasta el depósito.

- Y pida a una de las camareras que haga que uno de los empleados de mantenimiento se reúna con nosotros allí. Tendremos que forzar la cerradura.

- ¡Yo no me atrevo a hacer eso! -exclamó la mujer horrorizada.

- No le estoy pidiendo que lo haga -le dijo Sango-. Yo asumo plena responsabilidad. No podemos hacer que cincuenta huéspedes permanezcan en el vestíbulo toda la tarde.

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora