Capítulo 12.1

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Shima habló largo y tendido con el jefe de camareros y luego anunció que había escogido para todos una cena tailandesa especial.

- Algo no muy picante, ni con muchas especias -les prometió-. De lo contrario tendríamos que pedir vasos de leche para calmar sus gargantas.

Fue fiel a su palabra, ya que cuando sirvieron los alimentos, tenían un sabor suave y era evidente que fueron preparados en especial para ellos. Como era de suponer, el contrato para la carretera dominó la conversación, y si bien parecía que Kuranosuke y Miroku hablaban con libertad de él, Sango detectó que había cierta renuencia en ambos.

La sorpresa vino cuando Miroku hizo referencia a "nuestro concreto especial" y Sango logró notar una mirada especial entre Kuranosuke y Shima. En realidad él había dicho que casi no se conocían. Mientras ponderaba esto, Shima empezó a hablar de los años que pasó en Estados Unidos y Sango, comparando fechas, concluyó que Shima estaba en Norteamérica cuando Kuranosuke se encontraba en Bangkok.

Shima y Kuranosuke empezaron a hablar sobre sus experiencias en Harvard y Sango miró a Miroku, suplicándole con la mirada que la invitara a bailar. Pero los ojos con los que se enfrentó eran fríos como un témpano de hielo y cuando al fin hizo su silla hacia atrás, lo hizo para interrumpir la conversación entre Shima y Kuranosuke.

Obligado, Kuranosuke condujo a Sango a la pista. La tomó en sus brazos y con destreza la guió entre los otros danzantes y en un instante en que Sango levantó la vista, vio que Kuranosuke miraba a Shima.

- Es muy hermosa -murmuró ella.

- No más que tú -sonrió él, acercándola más.

Ella trató de evitar desear que fueran los brazos de Miroku los que la rodeaban, pero no podía hacer otra cosa; buscaba un pretexto para volver a su mesa cuando un camarero se acercó a ésta con una mesita con ruedas.

- Parece que todavía tenemos más que comer. Regresemos.

Los cuatro llegaron a la mesa casi al mismo tiempo y Kuranosuke observó la lámpara de alcohol y la sartén en la mesa con ruedas y exclamó:

- Si mis ojos no me engañan -indicó-, comeremos Crêpes Suzette.

- Adivinaste.

- ¿Y en dónde quedó tu promesa de una cena tailandesa?

- Los postres no son nuestro fuerte -reconoció ella-, por lo que escogí esto. Si lo prefieres, podemos cambiar las naranjas por pimientos.

- Las tomaré según la receta original.

Shima rió, echando la cabeza hacia atrás. Era el primer gesto genuino que Sango veía en ella y la despojaba de su gracia y calma como de máscara. En verdad era una chica hermosa.

Las crêpes, olorosas a naranja y brandy, fueron flameadas y servidas y el maître recibió una aprobación unánime.

- Las mejores que he comido fuera de París -anunció Kuranosuke.

- Te apoyo -comentó Miroku-, a excepción de lo de París. La mejor comida francesa la comí en Saigón.

- ¿En la Maison Charles? -preguntó el maître feliz.

- ¿La conoce?

- Trabajé allí. Y tiene usted razón, señor. Es la mejor.

- Puedo llevarlos a un restaurante igualmente bueno en Bangkok -interpeló Shima-. Una vez que terminen estas tediosas negociaciones, iremos a cenar allí, para celebrar.

- ¿Tediosas? -preguntó Miroku con sorna-. Sé que disfrutas ver la lucha entre nosotros. Te encanta observar la lucha interna, las negociaciones.

Un gesto irritado... tan rápido, que desapareció casi al instante, se reflejó en el rostro de Shima.

- ¡Qué comentario tan hiriente! -protestó-. Nada me complacerá más que todo esto termine... aun cuando ello signifique que nos dejen -miró con intensidad el rostro de Miroku, sin importarle que sus emociones fuesen muy evidentes-. Nunca pensé que necesitaras que te lo dijera.

- ¿No? -preguntó Miroku con voz baja-. ¿No sabes que eres muy difícil de interpretar?

- Eso quiere decir que no lo has intentado lo suficiente -tocó su brazo con sus delgados dedos morenos y Sango apartó la vista con rapidez.

- ¿Quieres bailar? -preguntó Kuranosuke de pronto; Sango estuvo a punto de levantarse, cuando vio que se dirigía a Shima.

Haciendo una última caricia a la mano de Miroku, Shima se levantó, dejando a Sango y a Miroku solos. Él no hizo intento alguno para establecer comunicación, su mirada estaba perdida en las parejas que bailaban. No obstante, su alto y esbelto cuerpo tenía una tensión que negaba su actitud.

- ¿Te parece que nos unamos a ellos? -preguntó él con indiferencia.

Pensando que sería mejor bailar que estar con él en un gélido silencio, Sango aceptó. Pero en el instante en que sintió sus brazos alrededor de ella, supo que fue una decisión equivocada. Su proximidad la encendía en llamas y el respirar su calor hacía que las piernas le temblaran.

- ¡Relájate! -le ordenó-. No voy a violarte.

- Es un alivio saberlo.

- Será un alivio para ti, pero una maldita tensión para mí -exclamó de forma inesperada.

Sango se sorprendió tanto, que perdió el paso.

- ¿Debo interpretarlo como un cumplido?

- Una simple manifestación de hechos -señaló él a secas-. Provocas en mí reacciones inesperadas, Sango.

- Lo siento -replicó ella con dulzura.

- Yo también. Casi siempre puedo controlar mis impulsos sexuales -su voz se endureció-. ¿Crees que me gusta sentirme así por ti? Te gusta burlarte de mí, Sango Taijiya; eres una joven inteligente y ambiciosa...

- ¡Detente! -lo interrumpió ella-. No estoy interesada en saber cuál es tu opinión de mí -trató de soltarse de sus brazos, pero él reafirmó su posesión; con un brazo la tenía por la cintura y con el otro por el hombro-. ¡Suéltame! -siseó ella.

- No hasta que yo disponga.

El tono implacable de su voz, la convenció de que no tenía ninguna intención de hacerlo y, a sabiendas de que cualquier intento de su parte podría resultar en una escena desagradable, cedió.

- Bueno -comentó tenso después de un silencio-, ¿no vas a decir nada?

- ¿Acerca de qué?

- De la opinión que tengo de ti.

- Es demasiado rígida -replicó ella-. Nunca podré cambiarla.

- Al menos deberías intentarlo. Vamos, Sango, ¿dónde está tu espíritu de lucha?

Sango levantó la cabeza para mirarlo a la cara. Su expresión le indicaba que estaba dispuesto a una lucha de poder y ella estaba decidida a no permitirlo. Además, preferiría morir que dejarle saber cuánto la había lastimado su afirmación.

- No me gustan las discusiones sin objeto, Miroku. Eres un hombre de convicciones firmes y si tú crees que yo... si tú tienes esa opinión de mí, entonces, que así sea. No eres parte de mi vida, y nunca lo serás.

- Bueno, esa es una manifestación de espíritu de lucha -replicó él.

Ella no contestó y siguieron bailando en silencio.

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora