- Vaya, cariño -repuso Kuranosuke-. ¿No sabes que no es bueno ser indiscreta? Además, ¿a quién le importa lo que ella haga?
- Pensé que te importaría a ti.
- ¿Bromeas? Shima no significa nada para mí.
- En ese caso, quizá puedas darme un consejo.
- ¿Acerca de qué?
- Acerca de lo que debo hacer. Verás, encontré una de mis llaves maestras del hotel en el bolsillo del vestido que Shima llevaba la noche en que ella y Miroku cenaron con nosotros.
Kuranosuke se quedó mirándola con fijeza unos segundos y parecía no poder hablar. Pero cuando al fin lo hizo, fue con un tono de diversión:
- ¡No me digas que te has convertido en carterista! ¿Cómo la encontraste?
- No fui yo. Fue Kaede... la modista -en unas cuantas palabras, Sango le narró la historia, observándolo con cuidado mientras lo hacía.
- Es probable que haya caído de tu bolso y Shima la encontró -le indicó muy tranquilo-. Es de suponer que no sabe a quién pertenece.
Sango sabía a la perfección que la llave estaba en el llavero, con las demás, pero no se lo dijo, ya que no estaba segura de si trataba de cubrir a Shima o era sincero en sus palabras.
- Vamos -señaló Kuranosuke poniéndose de pie-. Caminemos un poco; tu imaginación está trabajando horas extras.
Con cierta renuencia lo siguió hasta el exterior.
La noche era cálida y transparente. Sango dirigió la vista hacia la parte superior del hotel, mas no vio luz en la habitación de Miroku. ¡Maldición! No indicó en recepción dónde se encontraba.
- No puedo quedarme mucho tiempo, Kuranosuke. Tengo algo que hacer.
- ¿A estas horas de la noche? Estás loca. Con tu apariencia podrías ser modelo y ganar diez veces lo que el Shikonmore te paga.
- Aborrecería ese tipo de trabajo. El estar feliz en mi empleo es lo más importante para mí.
- No podría estar contento en un trabajo a menos que me estuvieran pagando lo que considero que es justo -le indicó Kuranosuke.
- El precio que nos ponemos puede ser diferente al que otros nos asignen -replicó Sango mirándolo a los ojos.
- Entonces buscaría un empleo con personas que piensen como yo.
- ¿Como los japoneses?
- Exactamente -se acercó más a ella y le pasó una mano por la cintura-. Pero mejor hablemos de nosotros. Estoy consciente de lo que acabas de decirme, pero si nos...
- No, Kuranosuke -lo interrumpió-. Estoy cansada de juegos. Ya ha pasado un año. Lo sabes tan bien como yo.
- No, no lo sé. Fui un tonto hace un año, cariño, y yo...
- Detente, Kuranosuke. No tiene caso -se apartó de él-. Debo regresar.
Con la mayor calma que le fue posible, volvió al hotel, pasando por el bar al aire libre. Pero una vez que hubo entrado, recorrió las salas de recepción buscando a Miroku, y luego fue a ver a Kohaku, el encargado del turno nocturno.
- ¿Alguna noticia del señor Hoshi?
- Acaba de salir -fue la respuesta-. ¿No la llamó? Le dije que usted quería hablar con él con urgencia.
Sango negó con la cabeza, tratando de contener las lágrimas.
- ¿Indicó a qué hora regresará?
- No lo hará. ¡Va de regreso a Inglaterra!
- ¡Pero no puede ser! No hay vuelos a esta hora -Sango estaba anonadada.
- Hoy sí. El vuelo de Hong Kong llegó demorado y saldrá de Bangkok a la una. El señor Hoshi consiguió lugar en el vuelo.
- ¿Por qué no me lo hiciste saber?
- No lo consideré necesario. Lo lamento mucho, señorita Taijiya. Le di su mensaje y pensé que él...
- Comprendo -replicó con rapidez, no deseando apenarlo y se reprochó a sí misma el no ser más precisa. Sin embargo, nunca imaginó que Miroku partiría esa misma noche. La situación era terrible. Tenía que decirle lo que había descubierto y esperar que eso pusiese su reputación en claro. Vio la hora en su reloj. Si actuaba con celeridad, podría alcanzar a Miroku antes de que abordase el avión.
- ¿Quieres pedirme un coche, Kohaku? Tengo que hablar con el señor Hoshi antes de que se marche.
- Yo la llevaré si así lo desea -se ofreció el joven-. Me gusta conducir y puedo pedir a Rin que me sustituya. Estoy seguro de poder conseguir uno de los autos del hotel.
Agradecida, Sango aceptó y en unos minutos se dirigían apresurados hacia la capital. Kohaku conducía el Chevrolet con la pericia de un conductor profesional y el vehículo devoraba los kilómetros. Llegaron al aeropuerto con media hora de anticipación y, expresando a Kohaku su agradecimiento, Sango corrió hacia la sala de salidas.
Para su mala fortuna, los pasajeros con destino a Londres ya habían pasado por Migración. Los sonrientes tailandeses son inflexibles en el cumplimiento de las leyes y dudaba de tener la oportunidad de hablar con Miroku. No obstante, estaba decidida a hacer su mejor esfuerzo. Afortunadamente, llevaba consigo su pasaporte y documento de trabajo en el Shikonmore; armándose de valor, se presentó ante la Oficina de Control de Pasaportes y explicó que era imperativo que viera al señor Hoshi.
- El señor Bonlam dejó un mensaje para él en el hotel -se atrevió a decir- y tengo que dárselo en persona.
- No es posible -respondió el funcionario-: nadie no autorizado pasar por aquí a menos que salir del país.
- Pero tengo que hablar con el señor Hoshi. Puede comprobarlo con el Ministerio si lo desea -agregó cruzando los dedos.
El hombre todavía dudaba y Sango lo miró con firmeza.
- Llame al señor Bonlam mismo, si es que no me cree. Prefiero que sea con usted con quien se disguste y no conmigo.
- Está bien, pero no tardar -aceptó el hombre.
Sango tenía ganas de besarlo; apresurada, fue hasta la sala de última espera y con ansia miró a su alrededor. No era fácil distinguir a nadie en los grupos formados y no contaba con tiempo suficiente. Con el corazón latiéndole con fuerza, se abrió paso entre la multitud y a lo lejos distinguió una figura alta y esbelta de brillante cabello negro.
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Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)
FanfictionQuería una aventura con Sango para pasar el tiempo mientras esperaba en Bangkok que el gobierno tailandés le otorgara un contrato de construcción; y para él sólo sería eso... una aventura breve sin compromiso. Sango no podía aceptar tan egoísta acti...