Capítulo 5.1

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Las bebidas fueron servidas con la cena; primero una crema agria, sazonada con rodajas de limón. Luego vinieron tazones de arroz, preparado al estilo de la localidad, sin sal, y con pollo en salsa curry y platos con bananas en rebanadas, chutney, castañas de agua picadas, huevos cocidos, sazonador de pepinos y doradas frituras de cebolla.

Sango comió de todo y Miroku gozaba observándola. Era agradable ver que alguien disfrutaba de la comida y no se concretaba a picar de aquí y de allá, como sucedía con muchas de sus amigas. Comieron en silencio durante unos minutos. Era algo diferente al acostumbrado parloteo que con frecuencia lo abrumaba.

- ¿Conoce bien Tailandia, señor Hoshi? -preguntó ella de pronto.

- Miroku, por favor; ¿y usted es?...

- Sango.

- Sí. Lo conozco bastante. Constituye un mercado prometedor para mis negocios. Los tailandeses necesitan carreteras, hospitales, puentes. Al Rey le interesa formar una mezcla europeo-oriental.

- Considero que el pueblo tailandés es difícil de conocer -comentó ella-. Son corteses y amables, pero creo que siempre establecen una barrera muy difícil de cruzar.

- Sé lo que quiere decir. Pienso que la brecha entre Oriente y Occidente impide una intimidad completa -al decirlo, pensó en Shima, preguntándose si debía corregir su afirmación; luego decidió en contrario y se concentró en su acompañante-. ¿Desea un postre?

- No estoy segura de poder con él. He comido en exceso -se mordió el labio inferior y Miroku observó lo blancos y parejos que eran sus dientes. En la tenue luz del salón, su cabello brillaba. Era muy atractiva... no, hermosa, pensando bien en ello, con sus grandes ojos marrones y largas pestañas. ¿Artificiales? No. Parecían naturales. Miroku contempló su boca con el delgado labio superior y el inferior un poco más lleno, sugiriendo sensualidad y de pronto anheló besarla. Sin embargo, tenía un aura de inocencia virginal... quizá debido a su franca y abierta mirada. No obstante, no podía ser tan inocente.

Todavía la contemplaba cuando se apagaron las luces y ella se volvió para mirar el escenario. Ese movimiento le permitió observar el perfil de Sango, que la hacía parecer demasiado joven y él tuvo un sentimiento de disgusto en su interior.

Soy un ladrón de cunas, se dijo y trató de acallar su conciencia diciéndose que no tenía ninguna intención de seducirla.

Una atractiva chica tailandesa, apareció en el escenario y explicó en francés e inglés, el origen de la danza que estaban por interpretar. Luego, al acompañamiento de gongs, tambores y címbalos, las danzarinas hicieron su aparición para iniciar sus movimientos intrincados y delicados, meciendo sus cuerpos con gestos gráciles, pero eróticos. Llevaban vestidos largos de seda de ricos colores, salpicados de joyas brillantes y grandes ornamentos de oro en la cabeza, y sus manos, maleables como la arcilla, lucían extremadamente largas, gracias a la fantástica longitud de sus uñas.

- ¿Le gustó? -preguntó Miroku cuando la danza hubo concluido.

- Mucho -sus ojos brillaban de placer-. Estoy de acuerdo con usted en cuanto a que son mejores que las del hotel. No hay punto de comparación. Aquí parece ser mucho más auténtico, sólo que no pude seguir la historia.

- No me sorprende -señaló divertido-. Los gestos tienen profundos... y sensuales, significados religiosos.

- ¡Eso hasta yo pude observarlo!

- ¿Por qué ese "hasta yo"? -inquirió él y vio el rubor que de inmediato apareció en sus mejillas.

Sango permaneció en silencio, lo cual confirmó que la primera impresión que de ella se formó, era la correcta.

- Una chica inocente -murmuró-. Algo muy raro de encontrar estos días... en especial entre mujeres profesionales.

Sango lo miró disgustada y de pronto empezó a reír.

- ¡Qué anticuado es usted! ¿Cree que las mujeres sólo tienen éxito gracias a la cama... del dormitorio, a la sala del consejo?

- No a mi sala de consejo -replicó él-. Cuanto más hermosa sea la mujer, más difícil le será llegar a alguna parte dentro de mi organización.

- Una concepción prejuiciada. Espero que no hable en serio.

- Por supuesto que sí. Las mujeres utilizan su atractivo sexual para conseguir lo que quieren ¡y la mayoría de los hombres se van de bruces para ayudarlas! Pero una dama común y corriente, sabe que depende sólo de su habilidad y por tanto se esfuerza el doble para triunfar.

Miroku hizo una pausa, consciente... y disfrutando, la furia en los ojos marrones frente a él. Esperaba su arranque y no quedó decepcionado.

- ¿Debo suponer que se asegura de que sus empleadas no sean bonitas?

- En lo absoluto. Digamos sólo que así lo prefiero. Pero, como dije antes, nuestros elementos son contratados por sus méritos.

- Supongo que no cuenta para nada el atractivo de sus empleados hombres.

- Está en lo cierto. En la oficina o en la fábrica, ¡Adonis es tratado en idéntica forma que Calibán! -Miroku hizo una pausa con tono malicioso-: ¡Por supuesto que las cosas pueden cambiar una vez que tengamos la primera supervisora!

- Lo dudo -espetó Sango-. Las mujeres no son tan susceptibles a las apariencias como los hombres.

- ¡Ajá! Así que al menos en parte está de acuerdo conmigo. En general, los hombres son presa fácil en lo que al sexo se refiere y las mujeres se aprovechan de ello -hizo una pausa, esperando su ataque. Los cabellos castaños brillaron a la luz de las lámparas cuando ella negó con la cabeza.

- No tengo deseos de discutir con usted, señor Hosh... Miroku -enmendó.

- ¿Quiere decir que está rindiéndose?

- ¡Quiero decir que es usted muy hábil con las palabras!

- En especial cuando son ciertas -agregó él riéndose-. Es usted muy joven, Sango, pero cuando madure, llegará a pensar igual que yo.

- ¿Quiere decir cuando ya sea demasiado vieja para usar mi apariencia para alcanzar el éxito? -inquirió con sarcasmo.

- Me refiero a cuando tenga edad suficiente para volver la vista hacia atrás y poder analizar el progreso de su carrera. Usted tendrá éxito, porque es inteligente y hermosa. No es un comentario al azar; hablo en serio. Pero cuando sea mayor y más experimentada, tendrá que admitir que su apariencia fue una ayuda, no un impedimento.

- ¡Estoy dispuesta a aceptarlo ahora mismo! Por supuesto que la apariencia física cuenta. Sería una tonta si no lo reconociera. A lo que me refiero es a que la mayoría de las mujeres no usan su presentación en forma deliberada para desarmar a los hombres con los cuales trabajan.

- Más vale que acordemos que diferimos en ese punto, antes de llegar a los golpes.

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora