Capítulo 3 | Tate

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Lo primero que veo al subir las escaleras y estar de pie junto a la puerta de mi apartamento, es una horrible hoja amarilla clavada en la madera. Y es una hoja que ya he visto antes, muchas veces, en este mismo lugar.

TIENE 72 HORAS PARA
PAGAR O DESOCUPAR
EL APARTAMENTO.

Lo que realmente está tratando de decir esa hoja es que mañana se cumplen oficialmente dos meses pendientes de renta, y no, no tengo el dinero para pagar ambos, lo que significa que sin importar que tenga uno, ya tengo lo suficientemente harta a la casera como para estar muy animada para echarme ahora mismo de su complejo de apartamentos. Arranco la hoja con fuerza hasta que se rompe y entro al apartamento de una vez.

Mi casa es una pocilga. No porque yo sea una desordenada ni tampoco porque no haga el aseo, sino porque estos apartamentos son viejos y feos y es evidente que le importa muy poco a la propietaria hacer algunos arreglos en el edificio. Yo no tuve más remedio que aceptar la misma noche que lo vi a quedarme a vivir aquí porque era esto o seguir en casa de Iryna o incluso en la calle, y aunque este lugar sea lo menos agraciado que existe, al menos tengo un lugar al qué llegar y una cama en donde dormir. Que al menos, con mucho esfuerzo y dinero, es bastante decente.

Al abrir la puerta me recibe Salomé. El peso de su cuerpo hace que al apearse de la mesa sus patitas choquen con fuerza contra el suelo una vez se lanza para venir corriendo hacia mí, maullarme y pasar su cabeza en mis piernas dándome la bienvenida.

Es la mejor parte de mi día. Tener a alguien esperando por mí en casa y que se emocione genuinamente es lo único que hace que olvide que llevo una vida miserable e infeliz. E incluso que tuve un mal día.

—Hola, mi pichoncita —dejo mi bolso en el suelo y cargo a Salomé, la beso y la abrazo—. ¿Cómo estuviste hoy? ¿Hiciste algo?

La historia de Salomé es incluso más difícil que la mía. Iba de regreso a casa de Iryna cuando escuché sus maullidos de dolor desde el contenedor de basura por el que yo estaba pasando. Cuando me asomé no la vi, así que comencé a removerlo todo sin importar el olor y la evidente suciedad hasta que noté los movimientos dentro de una bolsa. Era Salomé con sus dos hermanitos.

Salomé tenía heridas y estaba mojada, y sus dos hermanitos estaban muertos dentro de la misma bolsa. Uno de ellos no tenía un ojo.

Recuerdo que lloré mientras sacaba la bolsa del contenedor y llevaba metida en mi blusa a Salomé para que dejara de temblar de frío. Tenía entre un mes y medio o dos meses cuando la llevé a casa de Iryna conmigo. Iryna me ayudó a enterrar a sus hermanitos en la parte de atrás de su casa y también a curarle las heridas a Salomé.

Para ese entonces no tenía dinero, seguía sin conseguir trabajo, así que Iryna, al ver que realmente estaba sufriendo por el estado de Salomé me regaló el dinero para llevarla a una veterinaria. Es verdaderamente un milagro que pudiera salvarse. Estaba helada, con sed, hambre y nadie sabía cuanto tiempo llevaba en esa bolsa. Es una pequeña superviviente, como yo.

Iryna ni siquiera podía creer como algo tan pequeño pudo tener tanta fuerza para no dejarse vencer. La misma Iryna fue quien le puso el mote de pichón a Salomé. Decía que era muy pequeñita, tan pequeñita como el pichón de una paloma. Y así se quedó.

Salomé es la única compañía que tengo y no me apena admitir que no sé qué haría sin ella.

—¿Tienes hambre? —le pregunto. Salomé gira la cabeza hacia su taza de comida que está medio vacía y luego gira hacia mí.

Es una mala costumbre que tiene. Le gusta comer sólo si la taza se encuentra completamente llena.

La pongo en el suelo y me levanto para tomar el alimento y llenarle la taza de agua y de comida.

Mientras tú me amesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora