Por la mañana, soy el primero en despertar en casa de mis padres. Mi padre, que no trabaja, de todos modos suele levantarse temprano y hacer el aseo, regar el jardín, prepararle el desayuno a mi madre. Todas esas cosas que usualmente hacen las amas de casa, mi padre las hace primero para que mi madre viva como una reina. Vive para complacerla y para hacerle ligera la vida. Nunca lo he dicho, pero envidio lo mucho que mis padres se aman.
Mi madre, por otro lado, sigue de viaje en casa de su hermana Ava en Beaumont. Ayer hizo una llamada y mi padre no pudo evitar irse de la lengua y contarle que dormiría en casa, así que es probable que mi madre se regrese hoy mismo. Es más, apostaría mi dedo meñique a que ya viene de camino. De todos modos, durmiera o no aquí, lo haría, ya que mi madre nunca se pierde mis partidos.
El repiqueo de unos platos me termina por despertar, así que me baño, me mudo y bajo las escaleras hasta la cocina, donde mi padre ya se encuentra sentado desayunando. Lleva sus lentes puestos y está leyendo el periódico, como siempre.
Algunas cosas nunca cambian.
-Te he hecho desayuno, está en el micro -me dice-. No cenaste anoche.
-Estaba cansado -saco el plato del microondas y me quedo unos segundos admirando lo que me ha hecho. Pan tostado con mermelada-. Gracias.
-En el refri está el yogurt y la ensalada de frutas.
-Con esto estará bien.
Mi padre deja el periódico en la isleta, se baja del banquillo y saca las cosas del refri. Las pone en la isla y me dice:
-Te lo comes.
No está enfadado. Sé que no lo está porque no lleva el ceño fruncido ni mucho menos estaría hablándome. Simplemente está preocupado por mí, y su expresión es más estoica que molesta. Me pregunto que estará pensando sobre todo esto. Dudo que le haga gracia que me haya metido en este avispero, y sin importar qué tan de acuerdo esté, está preocupado por mí y por mi condición para el partido de mañana. En especial en el entrenamiento de hoy.
-Papá...
-Primero quiero que comas tranquilo. En cuanto acabes podemos conversar antes de que llegue tu madre -lava su plato y su cubierto. Toma el periódico, me deja un beso en la cabeza y camina directamente hacia la salida-. Estaré en la biblioteca.
Seguido de eso me quedo solo, comiendo en silencio, pensando de nuevo que es exactamente lo que haré a partir de ahora.
A las nueve, aproximadamente, estoy caminando hacia la biblioteca. Mi padre está sentado en el sofá cerca de la ventana leyendo algún libro de Stephen King o Charles Dickens, incluso podría estar leyendo alguno de Agatha Christie o Gillian Flynn, pero me inclino más por los dos primeros. Creció con esos libros, y ahora en su adultez sigue releyéndolos cada año sin falta.
Cuando estaba pequeño, mi padre intentó inculcarme a la lectura; nunca lo consiguió. No voy a mentir diciendo que nunca me he leído algún libro. Lo hice. Luego de ver la adaptación de Matilda, resultó que mi padre tenía el libro en casa. Por supuesto no dudó ni un segundo en aprovechar mi emoción por esa absurda película y me entregó el libro. Lo leí en dos noches.
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Mientras tú me ames
RomanceEn un intento por limpiar su nombre y olvidar el infierno que vivió, Tate decide comenzar de cero. Sin embargo, todo termina derrumbándose cuando los problemas del pasado regresan. [Esto es un borrador, por lo que es posible encontrar faltas en los...