Capítulo 31 | Tate

118 11 2
                                    

En cuanto el hombre nos abre la puerta y estamos dentro, Ledger reacciona mucho más rápido que yo y entrelaza nuestras manos. El gesto es tan ajeno que me quedo un poco quieta y me tenso, pero Ledger sigue caminando como si esto fuera algo sumamente normal entre nosotros, así que lo sigo, ignorando el hecho de que estoy aún más nerviosa.

De inmediato, en cuanto fijo mi atención en el lugar, el restaurante me impresiona. Es como estar dentro de un crucero. Hay ventanas redondas como las de los barcos, con todo y vista al mar. Nunca he entrado a uno, pero me he visto el Titanic, así que sin duda sé que tengo razón. Hay una linda pista de baile donde, de hecho, están bailando una pareja de adultos mayores ahora mismo. Caminamos todavía más hacia el interior, y miro un minibar al fondo, del lado izquierdo están las mesas pegadas a los ventanales gigantes con vista al mar y colgando del techo brillan unos hermosos candelabros.

Juraría que mis pies nunca antes habían pisado un lugar tan elegante y un piso tan brilloso.

A medio camino, Ledger, que va al frente, pasa nuestra manos detrás de su espalda para cruzar en medio de unas mesas que están muy pegadas. No conozco a los padres de Ledger, pero reconozco a su padre desde lejos. Mi corazón se detiene un segundo antes de comenzar a correr a toda prisa, y tal y como si los pudiera escuchar, Ledger me da un apretón en la mano al mismo tiempo que su padre es el primero en notar nuestra presencia desde lejos.

No puedo explicar la mirada que me regala. No luce molesto, ni tampoco disgustado aún cuando sabe que esto no es más que una farsa. Pero su expresión estoica me deja más que inquieta. ¿Qué podría estar pensando?

—¡Ledger, hijo!

Su madre se levanta de la silla y rápidamente salta a los brazos de su hijo. Es tan espontáneo que Ledger me suelta la mano para atajar a su madre que prácticamente se le ha tirado encima. La situación hace que su padre suelte una risa antes de levantarse y tenderme la mano, ya que su esposa se ha olvidado por completo de mí.

—Stanley, el padre de Ledger.

Finalmente su gesto estoico ha desaparecido. No me sonríe demasiado, pero el asentimiento que me regala se siente como un puedes estar tranquila, los apoyo, y por alguna razón eso me ayuda, porque mi pulso se tranquiliza, aún cuando siento pena de que tengamos que actuar como si no nos hubiéramos visto antes.

Como si no me hubiera visto con un impacto de bala en el hombro.

—Mamá, estás asfixiándome —le susurra Ledger. Finalmente su madre lo libera y le acomoda la camiseta que le ha arrugado un poco.

—Lo siento, cariño. Estás tan guapo. ¡Stanley! —el manotazo que le da a su marido hace que la vuelva a ver— ¿El niño está muy guapo, verdad?

—¿Niño? Dios santo, mujer, si tiene como treinta años. Vamos, ya deja que se sienten.

La palabra en plural hace que la madre de Ledger recuerde que también estoy aquí. Me mira con sorpresa antes de mirar a Ledger y murmurar un:

—¿Es ella?

Puedo sentir mis venas calentarse de vergüenza porque justamente después de esa pregunta casi nunca viene nada bueno. Ledger vuelve a tomar mi mano y asiente en dirección a su madre. Contrario a lo que yo creía, su madre me toma de los hombros y me da un beso en la mejilla, el cual le regreso con un poco de timidez.

El gesto me duele, porque aunque traigo un parche que cubre la herida de bala, ella lo pasa por alto debido a tanta emoción y yo no soy capaz de quejarme por ello. Y, para ser honesta, si tuviera que elegir, me hace sentir mejor que lo ignore.

—Discúlpame, linda. Soy Melissa, la madre de Ledger —Melissa mira a Ledger y se acerca para susurrarle algo al oído. Algo que escucho perfectamente y me hace sonreír—. ¿Por qué no mencionaste que es preciosa?

Mientras tú me amesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora