Capítulo 10 | Ledger

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—Maldición. ¡Tate!

Cierro mi puerta y ni siquiera he podido cerrarla con seguro o subir las ventanas. En esta calle tan poco confiable es como dejar un plato de comida delante de algún animal hambriento.

Tate ha tomado su bolso, dejado el fajo en la guantera y salido del Jeep. Está subiendo las escaleras hacia su apartamento ahora mismo y puedo verla desde aquí, pero no logro alcanzarla antes de que cierre la puerta con fuerza y le pase la llave.

Pudieron haber miles de formas de hacer esto mucho mejor, pero no soy bueno en esto, sigue siendo extraño, pero no pude dejar de pensar durante toda la noche, incluso durante todo el día no pude dejar de hacerlo. Puede que lo esté haciendo por mí, porque si simplemente me iba y hacia como si no hubiera visto nada, se quedaría en mi conciencia mucho rato, y honestamente no es un sentimiento precisamente cómodo.

También lo hago por Tate, porque es un ser humano y yo simplemente no puedo ignorar su situación. Una persona con la empatía suficiente no ignoraría una situación de esas, independientemente de quien se trate.

—Tate —trato de tirar de la manigueta, pero ha cerrado bajo llave—. Tate.

—Lárgate, Ledger. Tú y tu maldito dinero pueden irse al demonio.

Pego mi frente a la puerta con frustración. Tuve mis dudas sobre si hacer esto; primero porque sabía que no sería fácil, y segundo porque sin duda Tate preferiría la ayuda de cualquier otra persona que no sea yo. ¿Por qué tiene que ser tan difícil?

Trato de pensar en como exactamente fue que las cosas surgieron mal, y sé que fue mi culpa. Hace meses, esa primera vez que la conocí, fue mi culpa. No debí ser tan sarcástico. Quizás así no estaríamos de este modo tan… estrecho y poco llevadero.

—No debí decir eso, Tate.

Debí haber escogido mejor mis palabras, pero lo hecho, hecho está. ¿Desde cuando las cosas son así? El peso moral me cae por ser hasta ahora quien se disculpa por comentarios tan mezquinos como ese. Quizás porque antes eran jugarretas, y esto definitivamente no lo es. Tate tiene que saberlo.

—Sé que no quieres nada que venga de mí, Tate, pero ni siquiera lo hago como una forma de redimirme. Podemos seguir igual, de verdad, pero sólo tómalo, realmente no lo necesito y no me molesta que lo hagas.

—Ledger, ¿Crees que todos estos meses he vivido de caridades? Puedo perfectamente solucionar mis problemas igual a como lo he hecho sola todo este tiempo —hace una pausa—. De no invitarte a mi apartamento ahora mismo seguiría siendo mi problema y sólo mío.

Sacudo la cabeza. —Pero he visto ese papel. He visto… este edificio. No puedes cambiar eso.

Me pregunto si esto ha ocurrido otras veces. ¿Qué tan mal se debe de estar para que una nota de desalojo se encuentre clavada en tu puerta? Y este edificio, a la casera debería darle pena desalojar a una persona de este lugar. Debería de agradecer que alguien siquiera rente un apartamento de estos.

Anoche, mientras seguía pensando, me pregunté si Chase sabía de esto. Si habría ido alguna vez al apartamento de Tate, si sabría de su situación económica. Es muy difícil saberlo, siendo que Tate es muy buena ocultando cosas. También me pregunté si Chase estaría al tanto de que Tate pronto dejará la tienda. Pero supe que eso definitivamente no lo sabe.

De saberlo, estaría tan desesperado como nunca antes.

—Ya he pagado la renta, Ledger, no lo necesito —su voz suena lejana, apagada, como si estuviera cansada. Me siento un poco culpable de ser quien desgaste su energía, y me entra la duda de si estará mintiéndome sólo para que me vaya.

—Eso no importa. Quedátelo. Puedes comprar un televisor, pagar deudas, lo que sea, Tate, no me importa.

—No vas a rendirte, ¿Verdad?

Por su tono sé que está irritada, pero hay cierta burla muy en el fondo. Una débil sonrisa tira de mis labios y sacudo la cabeza.

—Sabes que no.

Espero pacientemente, con la esperanza de que abra la puerta, tome el sobre y la vuelva a cerrar, pero no lo hace. En cambio suspira y dice:

—Vete a tu casa, Ledger.

Y su sombra bajo la puerta se mueve hasta desaparecer. Miro fijamente el espacio entre la puerta y el suelo antes de mirar la manija y quedarme ahí, pensando que quizás sólo necesita tiempo y lo está pensando, pero pasado diez minutos sé que no va a abrir y que se ha ido a dormir, seguramente.

Bajo las escaleras casi deshechas de cemento hasta la calle, abro la puerta del Jeep, me siento y busco un bolígrafo en los compartimentos, rompo un pedazo de papel de una libreta que tengo en el asiento trasero y escribo una nota. A como puedo rajo el sobre con dinero y lo divido en pequeños fajos hasta que son más de cuatro. A como puedo pego la nota a uno de los fajos y vuelvo a subir las gradas hasta la puerta de Tate.

No hay sonidos de nada por dentro; ni la regadera corriendo, el chorro de la pileta, pasos por la sala. Es un departamento muy pequeño, podría escucharla desde aquí, pero de todos modos me agacho y miro debajo de la puerta para verificar que así sea. Comienzo a meter uno por uno los fajos hasta que lo consigo y me quedo unos segundos más mirando la puerta antes de bajar y subirme al Jeep.

Es probable que mañana hayan problemas por esto, pero voy camino a casa, y lo que resta de la noche no será preocupación de mi yo de ahora. Y no sé qué estoy haciendo, pero por primera vez, con Tate, siento que es lo que debería hacer.

Mientras tú me amesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora