Capítulo 14 | Ledger

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—¡Ledger, más rápido! ¡Usa esas piernas!

El entrenador me ha gritado lo mismo unas dos o tres veces en todo el entrenamiento. Sacudo la cabeza y me obligo a zigzaguear con más rapidez y patear bien el balón para meterlo en el marco para que no me llame más la atención. Últimamente es todo lo que hace conmigo.

—¡Esa estuvo buena, Calhoun! —me grita— ¡El que sigue. El que sigue! ¡Rápido! ¡Muévanse!

Hoy no jugaremos. Tenemos un partido importante el fin de semana, así que el entrenador Yilmark cree más importante que sigamos manteniendo nuestra condición y hacernos trabajar bajo presión. Su presión. Hemos hecho ejercicios desde la mañana. Ya he zigzagueado unas diez veces los malditos conos, y las diez veces lo he hecho del asco.

Pienso en Tate ahora. ¿Qué si realmente no acepta mi ayuda? ¿Es todo? Sí, sería todo. La cuestión es que pensar que podría ser todo me agobia, porque sé que necesita ese dinero. A veces pienso en la posibilidad de hablarlo con Chase, pero sólo es porque la situación me lleva al límite, y porque sé que su ayuda es mucho mejor recibida que la mía. Soy consciente de que no puedo hablar de un problema que no es mío con otra persona. No tengo derecho alguno para hacerlo.

El hecho de ser la única persona que sabe su situación pone presión sobre mis hombros. Presión que me provoco yo mismo, porque sé perfectamente que Tate desearía que yo nunca lo hubiera sabido y que en este preciso momento no le estuviese ayudando. Pero así son las cosas, y no puedo vendarme los ojos.

Simplemente, ojalá pudiera. Pero no puedo.

Me siento en el espacio vacío junto a Chase. En medio de él y de Lee, pero escucho que Lee jadea un cincuenta y cinco antes de levantarse y salir corriendo hacia la fila para zigzaguear los conos.

Chase no me habla. Esta callado desde que salimos de la tienda y para este punto su silencio me incomoda, porque solemos hablar en estos entrenamientos, y cuando hacemos los abdominales suele hablarme a propósito para detenerse y descansar, pero no lo hace. Esta vez no lo hace.

Al igual que Lee, Chase jadea un sesenta y se pone de pie, pero antes de salir corriendo se coloca las manos en las caderas y me mira.

—¿Qué hay entre tú y Tate, Ledger?

Al principio detengo los abdominales y me apoyo en mi rodillas para mirarlo con normalidad, aunque con dificultad por el sol. Pero cuando miro su ceño fruncido y su mandíbula apretada sé que no es juego para él.

—¿De qué…

—No soy un idiota, Ledger.

Sacudo la cabeza. —Yo no he dicho que lo seas. Simplemente, no sé de qué me estás hablando.

Su rostro deja de estar serio en los segundos en los que sonríe.

—Ya. Así van a ser las cosas.

—¿Qué cosas?

Sólo lo estoy irritando. Sé exactamente a qué se refiere, la cuestión es que jamás pensé que tendría que haber ingeniado una respuesta al evidentemente cambio de actitud entre Tate y yo. ¿Es tan difícil de creer que dos personas simplemente pueden dejar de odiarse de un día para el otro?

—Al principio creí que era mi idea, pero después de hoy sé que no estoy loco. ¿Qué te traes con Tate, Ledger?

—Nada.

Ladea la cabeza. —¿Preocuparte por ella y llevarla a casa no es nada? Papá me lo dijo.

Apoyo mis palmas en el césped caliente como el infierno y me pongo de pie. El entrenador Yilmark al mirarnos, se gira con las manos en las caderas hacia nosotros y luego las levanta en el aire en un gesto que dice un evidente ¿Qué significa esto? A entrenar, pero le muestro la palma de mi mano en disculpa y le pido tiempo. No parece convencido porque sigue mirándonos intensamente.

Mientras tú me amesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora