Capítulo 27 | Tate

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Ha transcurrido casi una semana desde la última vez que vi a Ledger. De hecho, ha transcurrido una semana desde que vi a alguien, honestamente. Porque nadie ha venido a visitarme, a excepción de Iryna, que ha venido a verme dos veces en todo este tiempo, y de mi abogado, el que contrató el padre de Ledger. No puedo evitar asociar la vergüenza y la pena cada que pienso en ello, en que ha gastado dinero en una chica problemática como yo sin conocerme, aunque probablemente lo hace por su hijo, y en que es muy posible que esté odiándome ahora, porque la vida de su hijo estuvo en peligro.

Estar en esta celda, aislada y en silencio me ha dado mucho tiempo para pensar, y es un infierno, porque a veces sólo quisiera que mi cabeza dejara de hacer tanto ruido.

El sonido de las ruedas del carrito de acero inoxidable donde transportan la comida me hace ponerme en pie. No tenemos mucho aquí dentro. Cuando fui trasladada, me dieron nada más que una toalla, dos mantas, una taza y el uniforme. Un horrible mono naranja que me hace sentir como si fuese una criminal. Cada que me viene el pensamiento me clavo las uñas en las palmas de la mano, porque Fiore debería estar tras las rejas no yo.

Afortunadamente, hoy, a diferencia de otros días, pensar en Fiore me hace sonreír. Tenemos una televisión vieja en cada celda, así que pude ver la noticia de que le habían encontrado al fin. Tuve que abstenerme a no gritar de alegría. Quise abrazar a alguien cuando lo supe.

No, a alguien no. Quise abrazar a Ledger, pero por supuesto, no estaba aquí. Me pregunto si vendrá a verme pronto. Me pregunto si habrán ganado el partido de ayer.

El oficial deja varios jugos en caja sobre las barras de la celda para que los tomemos, al igual que alguna cosa comestible como pan o algo similar envuelto en servilletas. Siempre lo había pensado, pero ahora aquí dentro no me cabe duda que la comida es un asco. Nuevamente, ese es otro pensamiento que me pone de buen humor. Los criminales aquí dentro son tratados como lo que son, y por más que yo no merezca estar aquí y a nadie le importe, agradezco que sea así, aunque prefería otros métodos más justos que la cárcel para ellos.

Las horas transcurren lento por aquí. Mis dos compañeras de celda están platicando como si nada. Una de ellas fue ingresada ayer. Todavía no sé su historia, y creo que prefiero no saberla. La otra, que es una señora, está aquí por hurto. Y si puedo ser honesta, no tiene pinta de hacerle daño a alguien. Aunque claro, si los criminales tuviesen la pinta, el trabajo de los oficiales sería mucho más sencillo.

—¿Tate Canaviri? —el oficial de unidad golpea los tubos de la celda con su porra. Luego saca un gran juego de llaves y abre mi celda— Tienes visita.

No tiene que repetirlo dos veces.

Me levanto del suelo, donde he estado todos estos días, y camino por el pasillo libremente. Ya me sé el camino a la sala de visita de memoria. No obstante, cuando el oficial me abre la puerta, me quedo de pie en el umbral al ver a Chase. Soy una cabrona por no poder disimular que su visita no me emociona tanto como me hubiese emocionado la de Ledger, o la de Iryna, pero también soy consciente de como los nervios que siente ahora lo tienen tan consumido que ni siquiera pone reparo en mi falta de entusiasmo. ¿Nervios de qué?

Aún así, cuando noto que esto es una mierda, esbozo una sonrisa que acaba siendo honesta y camino hacia él para abrazarlo. En este momento cualquier muestra de afecto es bienvenida. Cualquier muestra de afecto me hace bien.

—Te estaba echando de menos —murmura, con la mejilla puesta en mi cabeza.

No soy capaz de decir yo también, porque honestamente no ha sido así. Y de todos modos, admitirlo incluso si es verdad se siente incorrecto, porque Chase suele malinterpretar las cosas, y a decir verdad ya mi vida está demasiado jodida como para incluirlo de nuevo en mis problemas.

Mientras tú me amesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora