Capítulo 32 | Ledger

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—¿Qué opinaría tu madre si le llevamos una bolsa de uvas y un par de manzanas para su cesto?

Tomo la uva que Tate me está ofreciendo y la regreso a la bolsa.

—Te diría que las guardaría en el refrigerador ya que en el cesto las frutas son falsas.

Ha transcurrido un mes. Es curioso como el tiempo, ignorando totalmente los zapatos en los que estamos, ha transcurrido agradablemente. Cenas con mis padres, preparativos, pláticas. Nunca pensé en llegar a reconocer que sin importar lo preocupante que es este proceso, ha sido un mes muy diferente. Diferente bueno, quiero decir.

Hace una semana tuvimos la cita de servicios biométricos. Mi corazón palpitaba como un tambor por los nervios. Si así estaba por un par de fotos y preguntas, no imagino nuestra condición para la entrevista. Es frustrante no saber qué va a pasar con nosotros. Bueno, con nosotros no, con Tate. Me importa muy poco lo que pueda pasar conmigo si somos acusados de fraude. Alguien como Tate, que no tiene a donde ir, no debería pasar por algo así, y por ello me esfuerzo por hacer bien mi trabajo, al igual que ella.

Últimamente fingir que somos una pareja se ha vuelto más sencillo. Simplemente somos nosotros. Ahora que nos llevamos bien y no existe tensión como la que había antes, puedo darme la libertad de hacer cosas como abrazarla, soltar bromas o cogerle de la mano frente a mis padres, que aunque no son cosas que hacemos cuando estamos solos, gracias a la buena relación que hemos construido se siente natural.

La convivencia en casa, lejos de nuestra imagen de matrimonio feliz, se siente bien. Quien se levanta primero se encarga del aseo y el desayuno. Almorzamos juntos casi todos los días. En más de una ocasión Tate me ha preparado batidos y sus panqueques de avena para mis entrenamientos. La semana pasada vimos Fleabag hasta dar las tres de la mañana y hace un par de días Iryna nos fue a visitar. Pasamos un buen tiempo platicando y poniéndola al tanto de la mentira que ahora debe ayudarnos a mantener sin meter la pata.

Afortunadamente, aunque Iryna y Tate no tienen mucho parecido, hay ciertos rasgos que pueden sustentar mi mentira, como la nariz y los ojos, y algunas otras facciones que por suerte se parecen. Sea como sea, no todos los hermanos se parecen, ¿Cierto?

También aprovechamos para hacer los últimos detalles de la boda. La lista de invitados fue escrita dos días después de la cena con mis padres y una semana más tarde ya Leah había hecho las invitaciones por nosotros y las habíamos entregado. Casi todos confirmaron su asistencia. Todos menos Chase.

Seguimos sin hablarnos. Es un poco duro que todo tenga que ser de este modo, pero supongo que todo es un proceso. Al menos ya no quiere partirme el tabique cada que se encuentra conmigo en la tienda de su padre. Ahora simplemente pasa de mí, y, para ser honesto, no sé si eso sea mucho peor. Harold me ha dicho que tengo que darle tiempo. Es un cabeza dura, pero que lo va a entender.

Yo espero que lo haga. No era mi intención hacerle daño, aun cuando en realidad sé que no he hecho algo malo por lo que deba sentirme culpable. Confío en que Harold hará que su hijo entre en razón, porque Chase por si solo no sería capaz de hacerlo.

—¿Por qué tiene frutas falsas? Se vería bonito con frutas comestibles.

—Supongo que mi madre no quiere una epidemia de insectos en su cocina.

Tate le da un mordisco a una fresa, luego gime de satisfacción. De un tiempo para acá, se ve genuinamente feliz. Nunca había visto a alguien con tanto ánimo al hacer las compras.

—Prueba, está jugosa —ni siquiera me deja renegar. La fresa ya está en mis labios así que me obligo a abrir la boca y comerla.

Es cierto, está jugosa.

Mientras tú me amesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora