𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒗𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒔

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El sonido insistente de mi móvil cada vez suena más cercano. No tengo intención de abrir los ojos, necesito un par de horas más de sueño, pero la insistencia de aquel aparato del demonio me obligaba a levantarme.

Abro un ojo y la luz cegadora de los primeros rayos de sol de la mañana, me obligan a cerrarlos aceptando que aún no estoy preparada para afrontar el día.

El día...

El día...

¡Mierda, hoy es el día!

Hoy se casan los yayos.

Doy un sobresalto quedando sentada en la cama de la impresión al recordar la importancia de aquel día. Abro los ojos como puedo e inspecciono mi habitación. Miro a mi alrededor y todo está en orden o eso creo. Me asomo a los pies de la cama con la esperanza de encontrar a mi asistente tirado en el suelo completamente dormido, pero para mi sorpresa no es así.

Arrugo el entrecejo extrañada. Él no suele levantarse tan temprano.

El móvil sigue sonando, pero yo me encuentro absorta en mis pensamientos por el simple hecho de que no haya rastro de mi asistente. No es que me esté preocupando, ¡ni mucho menos! Solo es extraño.

Noto la boca un poco pastosa. Lo cierto es que estoy muerta de sed por lo que me dispongo a levantarme, pero un tremendo mareo me obliga a volver a la cama.

- ¿Desde cuando tienes resaca Bordonaba? – me digo.

Busco con la mirada el móvil e intercepto en mi campo visual una botella de cava tirada en el suelo. Sigo observando y me topo con la ropa de Benjamín tirada en el suelo cerca de la entrada del baño.

Gateo hasta los pies de la cama y miro en dirección al baño. Tal vez haya dormido allí, pero no es así. No hay rastro.

El celular sigue sonando. Gruño cansada del tono de llamada que suena sin parar. Me acerco al bolso que está tirado en el suelo por el extremo contrario de la cama. Rebusco entre mis cosas hasta dar con él.

En la pantalla aparece el nombre de Jazmín.

- ¿Qué quiere esta mujer ahora? – me quejo

Antes de descolgar, me atuso el pelo.

- ¿Sí?

- ¿Cuándo pensabas atenderlo? Eh, dime. ¡CUANDO!

Ay no... No necesito una reprimenda de mi mejor amiga. No me apetece. Me duele la cabeza, tengo sed y estoy mareada. Resumen: tengo la resaca de mi vida. La última vez que tomé tanto hasta no acordarme de mi apellido fue en una barrillada universitaria y de eso ha pasado mil años.

- ¿Qué pasa? – digo un tono de resignación.

- ¿Cómo QUE QUÉ PASA? – grita por encima de los decibelios que mi estado actual puede soportar. Arrugo los labios. – Pero, ¿cuándo me lo ibas a contar? ¿Desde cuándo mi amiga se toma al pie de la letra las cosas que le digo? Vale, que tal vez yo te dijera que era una manera de acercarte a un chico y que probablemente... PROBABLEMENTE – dice recalcando – Fuese la oportunidad de tu vida para volverte a enamorar y así no pasar tu vejez rodeada de gatos y con el síndrome de DIÓGENES cargando sobre tu espalda... Pero joder tía, de ahí a que te cases...

- Espera, espera, espera... - la paro en seco. - ¿Qué?

- ¿Eres Camila? – duda mi amiga. Está igual de aturdida que yo porque no entiendo muy bien qué quiere decir. Froto mis ojos con mi mano libre, en un intento de espabilarme.

- ¿Quién sino voy a ser? ¿Qué hablas de casarme...?

- No, espera... - dice dubitativa. Se toma unos minutos, los suficientes para que me desespere y gruña- Sabes que te has casado ¿no?

⋰⋱ Firmado, la Mujer de Acero ⋰⋱    {Benjamila}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora