Extra capítulo 53

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Me despierto con la cabeza embotada. Parece que un camión ha pasado por alto mío. Me duele todas las extremidades de mi cuerpo, tanto que parece que he llevado toda la noche picando piedras. Dios mío, no tengo que beber más. Debo trabajar en este problema porque voy a mayor y cada vez me sienta peor el alcohol. 

 No soy consciente que están aporreando la puerta de casa hasta que diferencio los propios golpes internos de mi cabeza con los de la puerta. ¿Quién es y por qué golpea mi puerta con tanta violencia? 

Me levanto y me tengo que sujetar al cabecero de la cama cuando porque no soy capaz de mantenerme en pie. Vaya resaca que manejo.La puerta sigue siendo aporreada por a saber quién. Maldigo a todo lo que se me pasa por la cabeza. ¿Dónde está Henry? ¿Por qué no le dice a quién sea que intenta echar abajo la puerta de mi casa, que pare de una maldita vez? 

Intento ponerme en pie y mantenerme en equilibrio, que no es poco. Las náuseas llegan a mi garganta, pero trago. Tengo que abrir la maldita puerta y vomitarle en la cara a quien sea que esté tras ella. Me sujeto por las paredes y voy andando tan rápido como puedo, más bien arrastro los pies. Las náuseas van y vienen, tengo el estómago hecho mierda y mis piernas no tienen la suficiente fuerza para mantenerse en pie por mucho tiempo. Hago un esfuerzo sobrehumano para llegar a la puerta de una sola pieza y sin caerme. Estoy tan cerca que no soporto los golpes por mucho tiempo más. 

 - ¡Ya voy, maldita sea! 

Agarro el pomo de la puerta y abro con toda la fuerza que manejo (adelanto que es mínima). Me sujeto al marco de la puerta (o más bien lo abrazo) porque estoy a punto de caerme, pero dos brazos fuertes me sujetan antes de evitarlo.

 - Pero, ¿qué? 

Reconozco la voz de Benjamín, pero estoy lo suficiente focalizada en no caerme que no hecho cuenta ni a lo que está diciendo o si está acompañado de alguien más. 

 - Señor, deberíamos llevarla a un sitio más cómodo. 

 Creo que ese es Henry, pero no estoy segura. Tengo los ojos cerrados con el propósito de que mi cabeza deje de dar vueltas. 

 - ¿Por qué no me has respondido a las llamadas Camila? 

Benjamín me alza a sus brazos y siento que floto en el aire. Escondo mi cabeza en su cuello, pero no respondo a ninguna de sus preguntas. Es que no me da ni para hablar. ¡Que mal estoy!

 - Joder me tenías preocupado desde anoche. Te perdiste cuando me enfrenté al gilipollas de Alejandro y después me enteré por el Señor Williams que te encontraste mal y te fuiste a casa. ¿Tan difícil era decírmelo a mí? – Benjamín habla, lo escucho, pero no me entero de nada. ¿Qué yo hice qué? No me acuerdo de absolutamente nada. – Llevo toda la mañana llamándote hasta que no he podido más y me he presentado aquí. Henry me comentó que no te vio llegar, y eso que estuvo de guardia. 

Me deposita en la cama y a pesar de su delicadeza otra náusea amenaza en mi garganta. No puedo retenerla más y vomito a un lado, dejando el suelo todo perdido y no sé si a Benjamín también. 

 - Joder Camila – maldice Benjamín. No está enfadado, no suena así. - Limpiaré esto – informa Henry. 

 Benjamín se separa ligeramente de mí, solo para dar la vuelta y posicionarse en el otro extremo de la cama que está limpio. Arrastro mi cuerpo hacía él, con muy poca fuerza y dejando las sábanas como un gurruño. 

 - Camila 

- Uhm – suelto un ligero sonido para hacerle ver que lo escucho. No voy a hablar porque sé que me va a venir otra arcada y esto va a ser peor que la habitación de la niña del Exorcista.

 - No estás bien – evidencia apartando los pelos que se enreda en mi cara. – Nada bien. 

 Henry aparece en la habitación con todo lo necesario para limpiar el desastre que segundos antes he ocasionado. Abro un ojo y veo a Benjamín con gesto preocupado llamando por teléfono. Espera unos segundos hasta que su interlocutor da señal.

 - Mamá, necesito que vengas. Camila no está nada bien. 

 ¿Qué? La suegra no, la suegra no. Es lo que me faltaba que esa mujer me viera en estas condiciones. Es cavar mi propia tumba, me crucificaría. Comenzaría a avasallar a su hijo con la idea que no soy la mujer perfecta para él, que vaya imagen que doy y mil estupideces más. No puedo inmolarme de esa forma. 

 Intento incorporarme negando con mi dedo índice. Benjamín me empuja con suavidad haciendo que me recueste de nuevo en la cama, pero no me puedo quedar de brazos cruzados. ¡Que esa mujer me odia! Aun así, no tengo fuerzas ni para replicarle por lo que me quedo tumbada con los brazos en cruz. 

 - ¿Queda algo de mi ropa en esta casa? – pregunta Benjamín nada más colgar la llamada con su madre. Señalo con los ojos cerrados mi mesita de noche. 

Sí, guardo una camiseta de Benjamín en la mesita de noche ¿y qué? Nunca habéis olido el olor corporal de Benjamín. Puede parecer un poco psicópata, pero juro que no. Lo que pasa que no soy la típica ex enfermiza que tira todo lo de su "novio/marido de cascarilla". Nunca se sabe cuándo puedes necesitar una camiseta de hombre. ¿Y veis? Ha servido guardarla. Esta vez le viene bien al propio dueño de la camiseta. Pobre, lo he puesto fino de vómito. 

Abre el cajón que le he señalado y se disculpa para meterse en el baño de mi habitación. Escucho el agua de la ducha caer por lo que estimo que lo habré puesto totalmente perdido para que se tenga que duchar en estos instantes en el que agonizo lentamente en mi cama. ¿Qué bebí ayer? Al final, llevaba razón Alejandro y no debí beber ese licor asqueroso que resucita muertos. Esto te lleva al mismísimo infierno, además que no me acuerdo de absolutamente nada. ¿Qué yo le dije qué a Williams? Solo recuerdo hablar con Alejandro y cerciorarme por millonésima vez que es un auténticocapullo. De lo demás, no recuerdo nada. Un poco de camareras, otro poquito de hombres borrachos, Franco que huyó en cuanto me vio y poco más.

 - Señora, le dejo una infusión. Le sentará bien – dicen Henry. 

Le agradezco con la mano y me reincorporo para tomar un sorbo, pero no atino (no veo un pimiento). El hombre me ayuda a incorporarme y es él el que me da la infusión de a poco. Suena el timbre de casa y quiero morirme: el demonio vestido de Prada viene a sacarme los ojos o lo que es lo mismo LA SUEGRA 

– Voy a atender, será Karen. Me he tomado el atrevimiento de llamarla, le vendrá bien una sopa rica para sobrellevar la resaca. 

 Si, la resaca. En mi vida he tenido una resaca como ésta y mira que la he pillado gordas. Si es que estoy sin fuerzas, sin control de mi cuerpo. De verdad, que estoy preocupada. ¿Habré enfermado? 

Al menos, no es Helena. Tal vez no venga, ojalá (crucemos los dedos). 

Hago el esfuerzo de beber otro sorbo de la infusión, esta vez yo solita. Estiro el brazo hacia la mesita de noche y tanteo buscando la taza, pero no atino con la taza sino más bien con algo pegajoso. Abro un ojo y es mi móvil. ¿Por qué está pegajoso? ¡Qué asco! Pulso el botón de desbloqueo y en las notificaciones aparecen 36 llamadas de Benjamín y unos cuantos mensajes de Vázquez. 

Quiero saber qué es lo que me ha mandado Vázquez por lo que agarro el móvil y me doy cuenta que en la parte trasera hay algo pegado. Frunzo el ceño y lo llevo hasta delante de mi cara para verlo con claridad. La visión la tengo un poco regular por lo que tengo que esforzarme para enfocar mi vista en lo que veo. Es... ¿Una carta de póker? Y si lo miro con detalle es la Reina de Corazones. 

 ¿Por qué hay en mi móvil pegado una carta de póker? ¿Qué significa todo esto? ¿Cómo ha llegado aquí? ¿Nome habré aficionado al póker? 

Siento que la cabeza me da más vueltas si cabe con este nuevo descubrimiento. Despego la carta de la carcasa de mi móvil y la miro tanto como puedo. Es una carta normal, pero ¿por qué la tengo pegada al móvil? Le doy la vuelta a la carta y hay algo escrito en ella. Me esfuerzo en abrir los ojos lo suficiente para llegar a entenderlo el conjunto de letras que forma cada una de las palabras. Por extraño que parezca (porque no me acuerdo de nada), me estremezco al leerlo:

 "El juego acaba de comenzar. Nos vemos muy pronto, Gran Dama."

⋰⋱ Firmado, la Mujer de Acero ⋰⋱    {Benjamila}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora