Capítulo cincuenta y tres

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CAPITULO CINCUENTA Y TRES

Esto no entraba en mis planes. Más bien, nada de lo que ha ocurrido durante el día entraba en mis planes: desde que Benjamín saboteara mi cita con el de inmigración hasta llegar a este pub de mala muerte para encontrarme con la sorpresa de que Franco respira el mismo aire contaminado que yo en este lugar de mala muerte. 

Debería sorprenderme la idea de que Alejandro y Franco se conozcan, pero estoy tan cegada que solo me preocupa la presencia del culpable de la muerte de mis padres. Si echamos la vista hacia atrás, no he tenido un encuentro con él a excepción de lo que obliga nuestros asuntos laborables y cada excepción ha sido una puñalada. No comprendo cómo puede seguir en la empresa, no comprendo cómo la familia Rojas lo mantiene. ¿Tanto miedo les profesa? O tal vez, es que Franco les ha salvado el culo tantas veces que están en deuda con él. Sea lo que fuere, mi objetivo es el mismo: quiero que lo condenen y se pudra todo lo que le quede de vida en la cárcel. No se merece otro final que ese.

- Debemos irnos, esto se complica.

Dice Rojas y no le falta razón, pero teniendo en cuenta que me muero de ganas por saber los motivos por el cual ostenta Franco este lugar; no pienso moverme del edificio, aunque se caiga a pedazos. Por lo que, con actitud segura, me levanto del asiento e inicio mis pasos con el único propósito de participar en ese encuentro entre Alejandro y Franco.

- ¡Eh! Ni se te ocurra.

Rojas adivina mis intenciones y agarra mi brazo para impedirlo. Desde que hemos entrado en este antro, no me ha quitado el ojo de encima y agradezco su protección por eso sé que no iba a pasar desapercibido mi movimiento. Sinceramente, ha sido rápido, pero sé escabullirme con elegancia. Aprovechando que una de las camareras pasa cerca de nosotros, la empujo ligeramente y la bandeja que sostiene con varias copas de alcohol caen estrepitosamente en la chaqueta de Benjamín.

- ¡Oh, Dios mío! Lo siento mucho, señor.

La chica se disculpa e intenta limpiar la chaqueta de Benjamín con el mandil de camarera sexy que tiene como uniforme. Aprovecho la ocasión para escabullirme e irme en dirección de Franco y Alejandro. Desafortunadamente, Franco se despide de Alejandro con una extraña celeridad (tal vez porque me ha visto ir en su dirección) y se marcha hacia la izquierda, sin darme oportunidad de ir tras él ya que Alejandro entra en mi campo de visión.

- Ey, princesa.

Alejandro me agarra de los hombros con el único propósito de fijar su atención en él, pero soy lo suficiente avispada para descubrir en qué dirección se ha ido Franco a pesar de no poder alcanzarlo en estos instantes. En cuanto me quite al pelmazo de Alejandro estoy dispuesta a ir tras él. Estoy segura que no me llevará mucho tiempo.

- No vuelvas a llamarme así.

Me deshago de sus manos con brusquedad y me remuevo para mantener una distancia prudencial. Continuo fijando mi mirada en la dirección por la que se ha marchado Franco.

- Está bien leona, solo quería ser amable

- Pues métete tu amabilidad por donde te quepa.

Intento finalizar esta conversación que poco me interesa, pero de nuevo Alejandro me retiene.

- Me gusta cuando te haces la dura.

Típico comentario de machito engreído. Se está sorteando un par de golpes y Alejandro tiene todas las papeletas para ser el ganador de ellos.

- Lo cierto es que no esperaba que aceptarais mi invitación. Tu marido, que no sé si aún lo es o no, estaba muy convencido en marchase. Te agradezco que lo convencieras. Mi tío le gusta fraterniza con todos aquellos con los que hace negocios. 

⋰⋱ Firmado, la Mujer de Acero ⋰⋱    {Benjamila}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora