Capítulo treinta y nueve

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- Buenos días dormilona.

La voz cantarina de Benjamín me despierta. No soy capaz de abrir los ojos, parece que no he dormido nada. Tanta es esa sensación que abro un poco mi ojo derecho para mirar la pantalla del reloj digital de la mesita auxiliar. Marca las 9 de la mañana.

No, no he dormido suficiente.

Volteo dando la espalda a donde creo que está Benjamín porque definitivamente no pienso levantarme. Anoche nos dormimos tarde y, a pesar de ser una persona muy madrugadora y con un planning exhaustivo para cada día, hoy podía irse a freír espárragos el planning y mis manías.

Me acomodo aún más si cabe en la cama. Es que se está tan cómoda. Me quedaría toda la vida aquí. Porque tengo razones. Debo admitir que la cama de Benjamín es una maravilla, tal vez sea por el aroma y todo lo que concierne a ella. Sonrío ante mis ocurrencias matutinas.

- ¿De qué te ríes?

Abro los ojos y me sorprendo encontrarme a Benjamín justo delante de mi cara.

No me va a dejar dormir, ¿verdad?

- Estoy pensando distintas formas de asesinarte. – bostezo. - Gana la opción del veneno en el café.

- ¡Qué malvada! – dice burlón.– Con el menú tan rico que te acabo de preparar para desayunar.

Arrugo el entrecejo. Miro a los pies de la cama y hay una bandeja con zumo natural, café, tostadas... Todo lo que me gusta. Vuelvo a mirarlo y no evito dibujar una sonrisa en mi rostro al verlo alzar las cejas en tono picarón.

- Venga, levántate. Hoy hay muchas cosas que hacer...

- Dime que tienes un plan para caerle en gracia a tu madre

No sé por qué digo eso, pero en el momento que mi boca escupió esas palabras me arrepentí. Tal vez, sea la pesadilla que tuve anoche donde Helena Rojas me tiraba por un acantilado y reía mientras caía al vacío. Si es que ni en sueños me la quito de la mente. Pero es que me tenía realmente preocupado ese tema. Aún le doy vueltas a esa discusión que tuvieron madre e hijo.

Sé que no merece la pena. Sé que Helena no merece que pierda el tiempo pensando en ella, pero si que lo merece Benjamín. Después de verlo tan abatido por el desencuentro de su madre, me sentí realmente mal. Es por mi culpa, soy consciente que es mi culpa, pero no sé cómo puedo arreglarlo. 

Sé perfectamente que las personas que son como Helena no tiene remedio alguno, pero se lo debo a Benjamín. Benjamín ha hecho muchísimas cosas por mí y, aunque nunca he tenido en cuenta todos sus esfuerzos, ahora sí que lo reconozco. Es un buen hombre y no quiero darle más problemas de los que ya le he dado. La Camila del pasado ya fue, soy otra completamente diferente. Una nueva Camila que quiere demostrarle a Benjamín que soy buena persona, que todo ha sido fachada, y que puede confiar en mí.

Entiendo que Helena ha tenido que sufrir mucho cuando Benjamín se quejaba cada día de su jefa. Cuando le contaba todas las humillaciones que sufrió por mi culpa. Me arrepiento de mis actos, he cambiado. Soy buena con su hijo. Antes no, pero ahora sí. Creo que lo estoy demostrando con creces.

- Otra vez te quedaste pensativa – dice Benjamín dándole un mordisco a la tostada. - ¿Qué pasa por esa cabeza?

- ¿Qué debo hacer para caerle bien a tu madre? – insisto.

Benjamín arruga el entrecejo. Se limpia las manos en los pantalones, gesto que no pasa desapercibido para mí y que pronto tendremos una conversación sobre ello. Aunque ahora sea más permisiva, las normas de higiene son inquebrantables. Un poquito de decoro, por favor.

⋰⋱ Firmado, la Mujer de Acero ⋰⋱    {Benjamila}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora