Capítulo veintisiete

783 56 62
                                    


- Vázquez necesito que venga a mi despacho – digo desde el interfono que me comunica directamente con mi proyecto de asistente.

El muchacho susurra un "vale" casi con temor. Es lo único bueno que puedo concluir de esta situación. Al menos, alguien aún me mostraba respeto en esta empresa. A pesar de llevar dos días mal contados en su puesto de trabajo, Vázquez no lo hacía del todo mal. Cometía errores obviamente, pero solían ser nimiedades. En cambio, yo respondía igual de autoritaria y despectiva como si su error hubiese supuesto la decadencia de la empresa. A eso lo llamo disciplina y como siempre digo la disciplina es lo único que te permite ser el mejor en tu sector. Lo hice con Rojas y, gracias a eso, ha conseguido escalar puestos en la empresa.

Rojas. Todos mis pensamientos desembocan en él y es que mi vida no puede estar más patas arriba en parte por su culpa.

Cuando me enteré que había dimitido de su puesto como asistente y contrató por decisión propia un asistente para mí, no me hizo ni una pizca de gracia. No me gusta que tomen decisiones por mí. Soy yo la que siempre lleva la iniciativa y por lo tanto decide qué hacer y no hacer. Por eso, me sentí atacada por Rojas y actué de esa manera aquella mañana. He de admitir que tampoco me gustó el hecho de que dimitiera porque él es la única persona de esta empresa que realmente me conoce y habíamos hecho un gran equipo.

Ahora lo veía desde otra perspectiva. Sin duda, nuestra relación es algo turbia, tal vez extraña. Esta separación nos servía para poner un poco de tierra por medio y poder reflexionar sobre nosotros, o así me parecía a mí porque desde que no es mi asistente no paro de pensar en nosotros.

No lo echo de menos. No. En absoluto. Bueno... Tal vez un poco. No. No es posible. ¿O sí? ¡No lo sé! Estoy hecha un lío porque creo que cometí un error con el contrato ficticio que hace unos días acordamos. ¿Qué se me pasó por la cabeza para idear semejante locura? Un contrato para mantener relaciones sexuales. ¿Pero qué bicho me picó en ese momento? ¿Quién en su sano juicio idea semejante locura? Obviamente yo y porque considero que mentalmente ando algo trastocada. Probablemente la única razón que le encuentro es que el sexo con él es el mejor que he tenido desde hace mucho y, después de mucho tiempo sin él, encontrar semejante oportunidad... ¡No la podía desaprovechar!

En cambio, es un arma de doble filo. Siento que Rojas lo ve como "algo más allá de". Al principio, esta teoría no le encontraba fundamento y, como surgía de mi mente, la evaporaba al momento. Pero después de varios encuentros sexuales, mi teoría iba cobrando más fuerza. Son los pequeños detalles los que me hacían superponer que Rojas está confundiendo las cosas: una caricia delicada, un beso dulce o una palabra cariñosa.

Tengo miedo. Sí, la Mujer de Acero también experimenta el miedo. Tengo miedo a que todo se malinterprete. Que Benjamín crea que hay una posibilidad entre nosotros. Un futuro juntos.

Eso no puede ocurrir.

Nunca tendré un futuro compartido porque las relaciones amorosas nunca son buenas. Es lo que aprendí desde mi infancia. Es lo que recibí de mis padres que se autodestruyeron mutuamente sin importarle de los dos críos que tenían a su cargo. Yo no voy a cometer el mismo error que ellos. Yo no voy a repetir la misma historia.

- Sra. Bordonaba – entra mi asistente al despacho con cierto respeto.

Siento la humedad en mi rostro y tomo un pañuelo de seda para secar las lágrimas traicioneras que surcaron por mis mejillas sin darme cuenta de ello.

- Puedo venir en otro momento – dice mi asistente. Se ha dado cuenta que he estado llorando.

- No – niego con la cabeza. Tomo aire y me recompongo. – Hay que preparar la agenda del hoy. Vamos a ir a cazar.

⋰⋱ Firmado, la Mujer de Acero ⋰⋱    {Benjamila}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora