JoaquínEn la mañana, lo primero que siento es un golpe. Me quedo sin aire por unos segundos y cuándo me recupero me doy cuenta de que estoy en el piso. He caído de espaldas y por eso se me cortó la respiración unos segundos. Me levanto sobresaltado y a quién veo es al Sargento Osorio, vá con un uniforme parecido al que nos dieron y se vé tan fresco cómo una lechuga. Me ha tirado de la cama.
Miro por la ventana y el sol a penas está apareciendo.
— Está loco? — chillo histórico. Los demás comienzan a despertarse por el ruido que estamos haciendo. Leo pasa una mano por mi espalda. — ¡Casi me mata!
— ¿Estás bien? — pregunta en susurro con temor a que el Sargento diga algo.
— Marinero, son las seiscientas y uno. — habla el Sargento. — a las seiscientas tenía que estar en el campo de entrenamiento.
— ¿Es una broma? — pregunto incrédulo. — ¿¡Ésta es un maldita broma de mierda!? — Chillo histérico y zapateo de rabia. Cierro mis puños, tanto que siento que me estoy cortando con las uñas.
Emilio
Voy explotar, pero de risa. Ésta es una típica escena de comedia estadounidense del niño malcriado.
Joaquín
Me ha tirado de la cama por demorar un minuto y encima de todo eso casi muero sin aire por el golpe.
— Marinero Bondoni, ya se ha ganado un día entero de sanción anoche. ¿Quiere ganarse 1 semana?
¡Carajo! Quiero mandarlo al demonio. No me importa que tan guapo sea y que tan amigo sea su padre del mío. Estoy de mal humor y cuándo estoy de mal humor las cosas se ponen feas. Miro su boca idealizando pegarle un puñetazo, pero Leo pasa una mano por mi espalda y me susurra "Respira y no abras tu boca. Sólo respira" .
— Voy enseguida, señor.
Él dá media vuelta y sale por la puerta, mientras todos se me quedan mirando. Morti se sienta mirando hacía nosotros, su cabello rubio está revuelto y su piel es tan blanca que con sus ojeras, parece un espectro.
— ¿Qué hiciste para que te dieran un día completo de castigos? — su voz es adormilada.
Yo me siento en la cama suspirando y saco mi espejo de mano. No me he colocado mi antifaz de sueño anoche y más el cansancio, mis ojeras son terribles. Parezco un mapache. Pero un mapache enserio. No tendría el tiempo de ponerme un poco de base ó corrector para disimularlo.
— Le dije que se fuera al demonio.— hablo mientras busco la ropa que me dieron. Está sucia y llena de tierra, pero no pienso ponerme mi ropa importada para que me hagan besar el suelo. Así que ahora comprendo porqué el Subteniente me aconsejó que usara el uniforme.
— Si, definitivamente vas a morir cumpliendo castigos. — dice Morti volviendo a tirarse en la cama.
Estoy tan enojado que me cambio ahí, delante de todos. Sé que Leo está mirándome fijamente, así que cuándo termino de cambiarme, me giro y le digo que deje de observarme. Él levanta las manos a la altura del pecho y responde "No miré, lo juro", pero creo que todos se dan cuenta de que no estoy para bromas.
Tomo un poco de enjuague bucal y hago gárgaras, escupiendo por la ventana. No puedo creer que no tenga ni tiempo para aunque sea lavarme la cara.
Amarro bien mis botas y salgo, pero antes de salir escucho a la gorila hacer un comentario.
— Fifí no puede dejar de llamar la atención.
No era nada malo, pero con el humor que llevaba encima...
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¡Señor, Sí, Señor! // Adaptación Emiliaco
Fanfiction"- ¿Qué tú hiciste qué? - grito. - Estás demente, hombre." Joaquín Bondoni tenía la vida perfecta. Todo lo que pudieran imaginarse: Autos, motos, la mejor ropa, los mejores zapatos, un cabello rizado y largo esplendido y uñas bien pintadas. Claro...