CₐₚÍₜᵤₗₒ ₂₈ - DₑᵥₒₗᵤCᵢₒₙₑₛ

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Mis castigos son tan duros cómo me lo esperaba. La verdad es que ya no me parecen tan malos, lo he hecho desde el primer día, así que creo que lo termiaré antes de darme cuenta.

Me tocó cómo upervisor un tipo que se llama Sian y el apellido me lo olvidé. A quién le importa.

Con él si que no discuto y me aguanto mucho las ganas de mandarlo al diablo cuándo cree que es super malo y estricto. Seguro es un marinero cualquiera que le dieron la oportunidad de sentirse superior unos segundos.

Aún así me quedo callado. El Sargento Osorio se ha encargado de vengarse y desquitarse conmigo dejando 2 semanas de castigos. En realidad creo que daba para más, me pasé un poco, pero bueno, 2 semanas son 2 semanas. Los días pasan volando.

De ayer a hoy, a Morti sólo le ha dado la depresión en la noche, antes de irnos a dormir.

Se ha largado a llorar. Parece que a todos nos pasa que cuándo nos vamos a dormir pensamos en lo que no tenemos que pensar.

Así que con Leo juntamos las 3 camas y desdoblé las sábanas de seda japonesa para que entraran en los 3 colchones. Ni loco duermo en otras sábanas. Prefiero que los 3 compartamos mis sábanas.

— ¿Tan grande es tu cama? — preguntó Leo viendo cómo fácilmente, la sábana cubre los tres colchoncitos de porquería que tienen aquí.

— Sí.— sonreí. — hoy van a experimentar lo bello que es dormir en éstas bellezas y luego de éste día, no querrán dormir más en otras sábanas.

Así que dejé que Morti se acostara en el medio entre Leo y yo para que se sintiera más segura.

Leo se durmió primero. A él si que no le interrumpen el sueño ni con una bocina.

Morti luego de 1 hora pudo dormirse.

Y yo... me quedé mínimo hasta las 3 de la madrugada despierto.

Aún estaba confundido por todo lo que había pasado, así que hoy cuándo me desperté temprano para ir a mi castigo con éste tipo insoportable, me levanté con ojeras, parecido más ó menos a lo que es un panda.

En una de esas idas a la cafetería a pedir algo para desayunar antes de que el idiota que supervisa mis castigos llegue, me cruzo con Osorio. 

Hice mi mejor esfuerzo por ni siquiera mirarlo y él tampoco levantó la vista de su periódico. Así que nos hicimos las cosas fáciles en la mañana.

En fin, mi día ha sido tan aburrido y común.

En la noche antes de volver a acostarme me cruzo con Osorio, en sus superviones nocturnas.

Él no dice nada. Yo menos, así que nos esquivamos sin ni siquiera respirar y seguimos nuestro camino.

Nada especial qué hacer ó decir. Supongo que es lo mejor.

Mientras voy caminando a la barraca de fracasados, me acuerdo de la camiseta y de la situación embarazosa que tuvimos y de cómo la tiré al suelo entierrado con bronca.

¿La habrá recogido? ¿Se la habrá llevado?

Me giro a ver que siga su camino y efectivamente sí, así que me escabullo hasta dónde están los muñecos de golpes.

La camiseta está ahí aún. Sucia, con más polvo que la cachucha de Mabel.

La miro unos segundos y la levanto. Debería lavarla y entregarle al Subteniente, pero sería someterme a dar explicaciones. También se la podría dar a Kikp, pero también sería someterme a dar explicaciones.

Así que vuelvo con la camiseta en mis manos, la lavaría, porque estoy seguro de que no me salvaré de ir a la lavandería a lavar y doblar ropa y se la dejaré en su cuarto.



¡Señor, Sí, Señor! // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora