CₐₚÍₜᵤₗₒ ₂₃ - ᵤₙₐ Cₕₐᵣₗₐ Cₒₙ Éₗ

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Después de dejar mi bandeja, vuelvo al campo de entrenamiento donde tenía que practicar los golpes con Emilio.

Mis nudillos aún están raspados y siento mis manos débiles por todo el trabajo que estuve haciendo con Roy. Además de que me cuesta manejarme con las uñas cortas. Cuándo te acostumbras a hacer cosas con las uñas largas, luego se te dificulta hacerlo con las uñas cortas. Y creo que sucede lo mismo si es en viceversa.

Mis músculos duelen desde el primer día, pero es cómo que ya no lo siento tanto. Tengo tantos dolores que ya no sé ni que es lo que me duele realmente.

Llego al lugar de entrenamiento. El Sargento aún no llega. Así que me pongo a dar vueltas por ahí mientras balbuceo alguna canción y miro al piso pateando piedras pequeñas.

Una mano toca mi hombro y el corazón me sale disparado.

- ¡Jesús! - suspiro tomándome el pecho. - ¿Se le vá a hacer costumbre llegar sin decir nada?

Él me sonríe y a mí se me dispara el corazón de nuevo.

- Lo siento. Es divertido ver tus reacciones.

- Sí, seguro que sí. - respondo con sarcasmo.

Él se larga a reír y luego se sienta en el piso, apoyando su  espalda en uno de los muñecos.

- ¿Qué te sucede? Estás raro.

Entonces lo miro extrañado. Porque me estaba preparando psicológicamente para ejercer la fuerza que no tengo.

- Lo que me es raro es que... Bueno, pensé que haríamos algo. Digo...

- Ah no. A ésta hora todos están corriendo en el campo. Nadie viene por éstos lados así que no hay que fingir que te estoy exprimiendo.

Entonces me quedo aún más desconcertado.

- Siéntate. - dice señalando al suelo.

Lo miro inseguro. Aún me cuesta asimilar la situación.

- ¿Te sucede algo? - me pregunta arqueando su ceja.

- La pregunta es sí a usted le sucede algo.

Él se ríe y a mí se me dispara el corazón de nuevo.

- Tranquilo. Es sólo para hacer tiempo. Ó acaso quieres que te haga hacer flexiones.

- No, no, no. Claro que no.- Me siento lentamente en el suelo. Justo en frente de él, pero a una distancia considerable.

Estoy realmente asustado. No estoy acostumbrado a escucharlo reír tantas veces. Es más creo que es la tercera vez y realmente es raro porque lo habitual es verlo ceñudo.

- ¿Qué te sucede?

- ¿A mí? - pregunto ingenuo. - Nada. No me sucede nada.

- Oh... pues estás cómo... apagado.

- ¿Apagado? No entiendo.

- Cómo si estuvieras triste por algo. - explica. - Lo habitual es ver a un Joaquín que se queja por todo.

- No...- sonrío.- bueno, no estoy en condiciones de quejarme, pero no estoy triste. - niego con la cabeza lentamente. - Bueno, estoy cómo un poco molesto. - tomo una diminuta ramita del suelo y comienzo a dibujar garabatos con eso en el piso.

- ¿Porqué? Ó mejor dicho ¿Con quién?

- ¿Porqué le interesa cómo me siento? - digo aún desconfiando mientras arqueo una ceja.

- Sólo estamos charlando. Es una charla. Tú y yo. - dice despreocupado.

Tú y yo. Dios... ni siquiera sabe lo que eso provoca en mi cerebro.

¡Señor, Sí, Señor! // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora