CₐₚÍₜᵤₗₒ ₂₄ - ₘᵢ ₙᵤₑᵥₒ ₐₘᵢGₒ

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Joaquín.

En la noche, después de hacer las bellas flexiones y practicar tácticas de defensa con el Sargento Calvin Klein, miro al techo sin poder conciliar el sueño. A mi lado están Leo y Azul, cada uno dándome la espalda. Seguramente no están durmiendo, pero cómo estoy en el medio de los dos, no les queda de otra que darme la espalda y simular que están en el quinto sueño. Aunque puede ser que Azul si esté dormida porque le encanta dormir.

Sigo mirando al techo, preguntándome cuándo volverán a hablarme. Los primeros amigos de verdad que tengo y la cago metiéndolos en problemas.

¡Un minuto! ¡Es verdad! Pude hacer amigos. Aunque sea por un corto período de tiempo en mi vida, alguien quiso ser mi amigo por lo que soy y no por lo que tengo. Y a pesar de que se pudrió todo, lo he conseguido.

Sonrío cerrando los ojos, porque por fin he logrado algo que nunca pude comprar con el dinero.

— Gracias chicos.— murmuro arropándome mejor.

Emilio

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Emilio.

A la hora del almuerzo, veo entrar a todos los reclutas que vienen de entrenamiento, junto con el grupo especial que vienen prácticamente destrozados. Roy, es el Dios de la disciplina. Me quedo parado esperando que todos terminen de entrar y mientras van llegando hacen la fila para poder retirar sus bandejas y sus almuerzos.

Veo entrar a Azul, luego a Minnetti, un par de chicos más, por detrás de ellos Grecia y una compañera que le habla de algo muy animadamente y al último de todo entra el no tan odioso de Joaquín, mirando con el ceño fruncido a Roy, quién viene detrás de él regañándolo.

Ya me parecía que no podría llevarse bien con Roy. Sino lo mandó al diablo, lo hará dentro de unos segundos.

Una vez que todos terminan de servirse su almuerzo buscan una mesa para poder tener un tiempo de relax y conversar entre compañeros.

Mientras voy caminando a mi asiento, veo cómo el no tan odioso de Joaquín se sienta sólo en una mesa, casi en la esquina de la cafetería. Está sosteniendo su cabeza con su mano izquierda, con un gesto de cansancio único y revuelve su plato con una cuchara de una manera realmente deprimente.

Desvío mi camino y me dirijo a su mesa. Cuándo llego, levanta la mirada sin despegar su cabeza del apoyo de su mano y sin dejar de revolver el plato de lentejas con la cuchara.

Me siento sin decir nada y apoyo mi bandeja.

— ¿Qué haces? — dice levantando la ceja derecha. Luego añade un poco preocupado y enderezando su postura. — Digo... ¿Qué hace, señor?

— Vine a almorzar, ¿No es obvio, Bondoni?

— ¡Estás loco! No deberías estar aquí sentado. — dice murmurando mientras frunce el ceño.

¡Señor, Sí, Señor! // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora