Cₐₚ ₁₄. ₜᵣₐₜₒₛ ₑₛₚₑcᵢₐₗₑₛ

447 74 59
                                    

Maratón 4/4

Joaquín.

Él se acerca con algodón en sus manos y lo asienta en mi comisura.

— ¡Oiga! — chillo. Alejo su mano torpemente. — duele.

— Sí lo hago rápido durará menos. — intenta acercarse de nuevo, pero lo detengo.

— Usted no tiene ni la más mínima idea de cómo tratar la herida de un chico cómo yo.— le arrebato el algodón de las manos. — Se hace despacio. — asiento el algodón en mis nudillos. Chillo un poco por el ardor — duele al principio, pero si lo haces de a poquito...— sigo untando el algodón, ésta vez con más confianza. — deja de doler y se cura más rápido.

— No sabía que también eras enfermero. — cruza sus brazos.

— Sé que a simple vista parece que no, pero aprendí muchas cosas. No siempre se presenta la ocasión, pero... por ejemplo. Cómo cuándo hice el circuito.— me acuerdo de pronto. — me tiré de 2 metros de altura. Aprendí a caer cuándo intentaba escaparme de un internado.

— Joaquín. — dice el quitándome el algodón de las manos. — Cuándo dije que eras un chico especial, me refería a que no eras cómo los demás internos de aquí. — toma mi mano izquierda y hace lo que hice con el algodón.

Sus movimientos son suaves y cuidadosos. Lo hace cómo se lo enseñé.

— No creo que todos sean niños ricos, engreídos y egocéntricos.

— Mi padre no me ha dicho porqué estás aquí. Ha considerado que sería mejor para tu autoestima que no se lo dijeras a nadie, pero ya que estoy aquí a solas contigo... podrías contarme. — dice mientras saca otro algodón y lo unta en alcohol.

— Tu padre es muy comprensivo conmigo. — digo mirando cómo él se acerca a mí y unta el algodón despacito en mi pómulo y dirige sus ojos a los míos.

No sé si es el calor, los golpes, ó la presencia de éste hombre y sus esplendidos ojos mirándome fijamente lo que hace que me dé vueltas la cabeza.

— Aún así...— agrego — No veo el porqué tengan que darme éstos tratos especiales.

— Sólo sigo órdenes. — dice desenvolviendo una bandita y pegándomela en la comisura de mi labio.

— ¿Cómo hijo ó cómo Sargento? — pregunto bajándome lentamente de la camilla.

Él me sonríe.— Está libre Marinero, vaya y descanse.

— ¿Estoy castigado?

— Por ésta vez no.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Emilio.

Después de la pequeña charla con el odioso, que ésta vez no estuvo tan odioso cómo de costumbre. Me voy directamente a buscar a Karol.

¡Señor, Sí, Señor! // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora