Capítulo 29

30 7 7
                                    

—Pero puedes estar tranquila, mi pequeña—, pronució, buscando mi mirada— contraté a los mejores médicos y científicos para ello.

—¡¿Te crees que eso es suficiente?!  ¡¿Crees que eso estuvo bien?! ¡Estás enfermo! ¡Acabaste con la vida de mamá y terminaste acabando con la mía!

—Pero si fuiste tú que mataste a tu madre—. Mecionó, como si fuera lo más obvio.

Como si me hubieran arrebatado toda tenacidad, refuté con voz exasperada:

—No, tú mataste a mamá, desde el primer momento en el que te acercaste a ella y la conquistaste sabiendo que no podías hacerlo, sabiendo que tu especie no te permitía tener ninguna cercanía con ella, la mataste cuando encima de todo la embarazaste y luego la sometiste a todos esos sedantes que le implastaste cuando estabas experimentando con una bebé indefensa, la mataste a sabiendas de lo que pasaría una vez que me transformaras tanto física como mentalmente en una Orate—, mis palabras sonaron embestidas de odio y rencor. Mi corazón seguía latiendo agudamente fuerte—. No fui yo quien la mató, fuiste tú papá, y qué lástima que no puedas sentir remordimiento por ello, de verdad, qué maldita lástima—, me tomé una pausa para mirar hacia el ordenador y luego mirarlo nuevamente a él —ni siquiera sé por qué te sigo llamando papá. Cuando hace mucho tiempo dejaste de serlo.

Noté como el empezaba a sudar apesar de que en la estancia no hacía calor.

—Mira todo lo que has hecho—, señalé las instalaciones de la pantalla donde me veía vigilada todo el tiempo— te has convertido en un animal, un verdadero demente, ¿por qué razón vivías vigilándome siempre? ¿Por qué? Hasta cuando me bañaba me veías ¿ah? Cuéntame en mi cara ¿qué sensación te producía verme desnuda y masturbarme en la privacidad de mi habitación? ¡¿Contesta animal de mierda?!

—Eden, no es lo que crees, yo...

No permití que el hablara, rápidamente lo interrumpí.

—¿Ah no? ¿No es lo que creo? Wao, que sínico te volviste.

—No, Eden, no es lo que crees, todo aquello lo hice antes de desaparecer de tu vida para mantenerme al tanto de mi hermana Penélope y de ti, entiende que tengo que saber en todo momento lo que hacían y lo que haces ahora, porque eres mi hija, y te repito que serás la heredera de todo esto, mi deber es protegerte— finalizó.

Me paseé de un lado a otro en la estancia, intentando no perder la cordura. De un momento a otro empezaron a temblarme las manos, quizás el dolor que producían las heridas que me había hecho estaban empezando a pasarme factura.

—Ni siquiera te importó que matara a tu única hermana—, carraspeé aun más enojada.

—Todos los débiles deben morir, esta es la realidad, Eden, y los más fuertes deben dominar. Ella debía morir, no nació siendo igual que yo, no fue especial, ni siquiera sé cómo papá no la mató desde que nació—, pronució mirándome con detenimiento. —Y si preguntas por qué no la maté yo, fue porque papá siempre me lo impidió, y cuando el murió, yo ya tenía nuevos planes para ella; que la mataras tú.

Lo odiaba con toda mi alma si es que tenía una, lo odiaba y quería matarlo, quería que dejara de existir porque no era más que basura.

Estaba segurísima que mis células me gritaban que lo matara, mi cerebro me gritaba lo mismo y por primera vez en mi vida, sentí que mi corazón me decía algo, y era que tenía la gran oportunidad de mi vida; matar al hombre que me había arrebatado todo aquello que se me fue dado: una madre y una vida normal.

Pero me contuve lo más que podía, porque de matarlo justo aquí, eso implicaría no salir con vida de la Cofradía. Así que me limité hablar una vez más:

—Todo esto vas a pagarlo con creces, te lo aseguro.

—¿Cómo crees? Todo lo que he hecho es por tu bienestar, te he esperado años y años para que podamos reinar juntos en este mundo de los locos y dementes, todo lo que hay en esta Cofradía fue hecho en tu nombre, yo me encargué de remodelar todo a mi manera, porque te cuento que mi padre es malísimo con los diseños—. Sus facciones se perlaron de una preocupación fingida, errónea —¿No te percataste de que el código para ingresar a la biblioteca privada y la clave de mi ordenador es tu fecha de nacimiento? ¿Que hay una oficina esperando por ti? —Esperó por mi respuesta pero no la obtuvo, así que continuó hablando— Ya te lo dije, todo esto te pertenece. El cheque que te llegó, ya sabes quién te lo ha enviado, porque en cuanto vi que caías en miseria, tomé medidas.

Entonces por ello sentí extraneza y curiosidad por aquella clave, porque era mi fecha de nacimiento, ¿cómo no pude saberlo de inmediato?

—Estás equivocado si crees que vas a retenerme aquí en esta vida de mierda—, refuté.

Y pensaba en que había obtenido ese dinero sucio, tan sucio como la persona que tengo en frente.

—Todo este tiempo he mantenido a esos amiguitos tuyos detrás de ti siempre para que no te sintieras acorralada en este nuevo mundo que te tocó enfrentar de golpe, tuve que hacerlos cómplices de todo y ¿eso es lo que dices? —pausó sus palabras, me observó con más detenimiento y continuó hablado—, de todas formas uno de ellos violó mis reglas y tendrá que pagar por ello.

Mi corazón se achinó de inmediato, sentí punzadas en mi espina dorsal y me sentí extremadamente enojada por todo, porque Adela había sido enviada por él al momento que yo me había dado cuenta que no era normal, no fue exactamente como ella explicó, nada fue cierto, todo fue una farsa creada por este enfermo.

Me sentí frustrada. Lo que habían dicho mis viejas amigas en aquella tarde que nos encontramos quizá fue cierto, quizás el enviaba a que ellos me protegieran.

—Todo este tiempo he sido una subordinada tuya, ¡todo este maldito tiempo! ¡Eres un desquiciado! ¡Ni te atrevas a ponerle la mano a mis amigos!

—¿Le llamas amigo a ese que te quiso coger en tu propia casa? Naaa, ese no es tu amigo, Eden—. Su semblante cambió a uno de ira y odio, que por un momento creí que iba hacerme daño—. Tanto le advertí que mantuviera su distancia contigo y le apesta tanto la vida que fue lo primero que hizo... por eso debe morir.

—Si le haces daño, Geraldo, juro que no sé de lo que sería capaz— musité, apuntándolo con mi dedo índice—. Voy a destruirte, todo esto que has construido, o mejor dicho, que construyó tu padre, va a irse a la mierda—, tan pronto terminé de hablar, salí del lugar disparada, no antes de teclear un último botón del ordenador para que empezara a ebullir la gran verdad.

SUBORDINATE © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora