Capítulo 11

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Capítulo 11

—¿Dices que es como una evaluación para los Orates, Harry? —Emití, ignorando por completo lo que había dicho Adela.

Harry asintió con la cabeza y me soltó de su agarre amablemente, que aún seguía sosteniéndome.

—Y entonces... ¿qué pasa con los que no pueden llegar a matar esa cantidad de personas?

—Los superiores se encargan de ellos—, respondió, mirando hacia su frente, neutral.

—Pero qué se...

—No volvemos a verlos nunca más, Eden, los desaparecen, los matan...— me interrumpió Adela, dejándome con la palabra en la boca.

Sentí un escalofrío punzante por todo mi cuerpo, bien sabía que los Orates eran crueles, pero no hasta con su propia especie. Así que no dije más y prestamos atención al discurso que aún seguía vigente.

—...este año vendrán algunos tres superiores nuevos junto con los demás, así que tenemos que darles una buena impresión. Dentro de este pequeño tiempo que falta para ello, estaremos organizando todo, desde las zonas donde estaremos fuera, hasta el espacio que utilizaremos acá.

Dicho eso, bajó de la tarima y se fue por una de las puertas que estaban situadas en el fondo.

Todo el mundo empezó a distanciarse, y, a continuar con lo que estaban haciendo anteriormente, comentando lo que acababan de escuchar.

—¿Quiénes son los superiores? —no podía dejar de preguntar eso.

—Son los que tienen aquí la finalidad de supervisarnos en un momento dado, los que se encargan de qué harán con nosotros si no cumplimos con nuestro rol en dicha fiesta—. Puntualizó Harry.

Tragué duro.

No sabía cómo iba yo a matar a tantas personas de un tiro, si matar a solo una nunca se me haría fácil ni sencillo...

—¿Todos los meses se celebra dicha fiesta a la última noche de luna llena? —solté, con un ápice de duda, porque si era así, entonces el mundo se encontraba en su extinción.

Adela me miró como si fuera la pregunta más estúpida que en toda mi vida podía hacer

—No—, contestó— se celebra solo en el mes de junio, porque es el mes que le da inicio a los seis meses que continúan del año.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué?

—Porque es exactamente la cantidad de personas que hay que matar, entre cinco o seis. Es como una metáfora— confesó.

Me quedé perpleja, todo aquí era de esa manera y eso no me agradaba.

Mi cabeza estallaba en preguntas, pero decidí aguardar silencio.

—Vamos a mostrarte el lugar —me dijo Harry, entusiasmado, dejando el tema de lado.

Asentí y nos limitamos a emprender el recorrido.

Subimos al segundo piso, y todo el lugar se dividía por sesiones, Harry había comentado que eran algunas ventisiete.

En el piso número dos en el que nos encontramos, habían diez sesiones:

Áreas de combate, sesión privada de armas de todo tipo, una sesión como de terapia para aquellos que quieran memorizar sus cantidades de muertes, (sesión a la que no le encontré sentido alguno) sesión de relajamiento, una área de gimnasia y las demás sesiones eran dormitorios que podías reservar.

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