Capítulo 39

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Tan solo verlo deseoso bastó para lanzarse sobre su boca a besarlo de la manera más intensa que pudo. Bruce estaba completamente enloquecido por el payaso. Su mirada, esa que tenía puesta sobre cada centímetro de su cuerpo le demostraba que estaba metido en eso, que finalmente estaba bien. 

— John... —gimió suavemente— Te amo. 

Los ojos del menor se abrieron durante un instante y luego sonrió — yo te odio... murciélago. 

Bruce seguía teniendo las manos sobre su cabeza, pero no fue impedimento para volver a besar a Joker, quien se dejaba ser ante la dulzura de aquellos besos. Eran todo lo que estaba bien en el mundo. 

Continuaron moviéndose y queriéndose de aquella forma durante quién sabe cuánto tiempo más. Hasta que el cansancio en el cuerpo fue demasiado y se recostaron en los asientos, para poder controlar la respiración. Entonces, mientras solo se escuchaba la exhalación en el vehículo, Joker comenzó a reír. Bruce le miró, y su risa se contagió instantáneamente. Era de esas risas en los momentos menos indicados, dejándose llevar después de que todo lo malo haya pasado. 

Era aquella la distopía en la que vivían. Después de aquellos traumas, problemas, conflictos, y todo lo que había venido después de que esa bomba haya explotado, ahora finalmente, reían. 

— Cásate conmigo —susurró Bruce después de que la risa había cesado. Joker miró al murciélago sin quitar la sonrisa de su cara. 

— Claro que sí. 

Volvieron a encender el auto, se arreglaron las ropas lo mejor que pudieron, quitaron el modo de camuflaje y se encaminaron hacia el lugar de destino original. Aquel restaurante. 

Al llegar, Joker miró a Bruce, tenía la corbata chueca y la camisa mal puesta. Rio. Se le acercó lo suficiente para arreglarle lo mejor que pudo, nunca había sido muy bueno con los nudos de corbata. Batman le miró con dulzura, entonces, se planteó. 

¿En qué momento había ocurrido todo esto? ¿En qué momento se había enamorado del que era su peor enemigo? ¿Cómo habían caído en aquel cliché? 

Nada de eso le molestaba lo suficiente. Sus ganas de protegerlo eran mucho mayores que las ganas que alguna vez había tenido de acabar con  él. Quería tenerlo seguro, cuidarlo y hacerlo sentir lo suficiente para que jamás volviera a ser lo que había sido. 

Entraron al restaurante, con solo el nombre de aquel millonario podían obtener la mejor mesa sin problema. Al sentarse, ordenaron como si nada y se pusieron a charlar. Entonces, se escucharon disparos, se rompieron vidrios y los gritos se hicieron presentes. Casi por inercia, Bruce se lanzó a proteger al menor, poniendo la mesa delante de ellos, usándola como muro. 

— Quédate aquí, cúbrete, Batman se encargará de esto. 

Sin darle tiempo a responder, Bruce salió rápidamente y se escondió donde mejor pudo para ponerse el traje. Llamó a Alfred informando la situación, llamó a la policía y salió para ver que estaba ocurriendo, ayudar lo mejor posible. Al ver de donde venía el conflicto, logró ver a quien menos esperaba. Harvey... Harvey y el pingüino, trabajando juntos. El rostro sano de Harvey estaba ya casi al 100% recuperado. 

Traían consigo a una gran cantidad de hombres, armados hasta los dientes y llenos de odio. No importaba cuantos años pasaran, aún se sorprendía del odio que había en esas personas. 

— ¡Arrodíllense ante su dios. Ante su amo! —gritaba dos caras hacía los presentes que eran en su mayoría gente de clase alta— ¡el alfa supremo ha llegado! 

El pingüino reía a su lado, intentaba agarrarle por la cintura a lo que este se alejaba sin más. Entonces, sacó una granada, la tenía tomada por el anillo peligrosamente. Bruce estaba casi seguro de que no lo utilizaría. Casi. 

Comenzaron a revisar entre la gente, tenían un gas de color violeta que comenzaron a lanzar por todo el lugar, Bruce no sabía que era aquello hasta que comenzó a ver como varias personas comenzaban a desmayarse. No entendía bajo qué perímetros lo hacían. 

— ¡Omegas! —volvió a gritar— ¡Son la mayor escoria de nuestra sociedad! ¡merecen ser tratados como tal! 

Antes de que Bruce pudiera moverse, los hombres cómplices comenzaron a agarrar a quienes no se habían desmayado. La sensación que le dio en el cuerpo fue inexplicable. La adrenalina y el odio, junto con el miedo desgarrador le recorrieron las venas instantáneamente. 

«Joker... No... No otra vez». Pensó... y corrió sin importarle demasiado. 

La broma que salió mal |Omegaverse| BatjokesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora