Capítulo 54

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Parecía que todas las preocupaciones que había tenido se habían esfumado en cosa de segundos. Ahora su única preocupación era el hombre musculoso y caliente que estaba sobre él con muchas ganas de hacerle el amor. Nada malo podía pasar si estaba en esa situación. 

Sin dudar ante lo que el payaso había pedido, Bruce entró de una estocada en el menor, dándole una oleada de placer maravillosa. Estaba jodidamente húmedo, nunca se había sentido de aquella maneras las veces anteriores que lo había hecho con el murciélago. El gemido se atoró en su garganta, tuvo que morderse el labio para que no saliesen sonidos más extraños y peticiones demasiado sucias. 

Gímeme, mi amor, gime mi nombre —dio una estocada, profunda—. Demuéstrame lo mucho que te gusta que te haga mío. 

Comenzó a moverse de la forma más deliciosa que podía, dando exquisitas estocadas en zonas que hacían al payaso llegar a ver las mil maravillas. Los gemidos, jadeos, el calor y la transpiración inundaron la habitación.  Los movimientos eran más toscos, bruscos, llenos de toqueteos, llenos de besos y sonidos sucios. 

— Te amo... te amo, quiero estar contigo siempre —decía en el oído del menor, dándole escalofríos que atravesaron por toda su columna. 

— Ta-También quiero estar... contigo siempre, darling... 

Le agarró la nuca y comenzó a besarlo con mucha fuerza e intensidad, mientras que las estocadas aún no se detenían. Eran fuertes, sagaces, embriagadoras. Sentía como llegaba a aquel punto específico que le hacía ver las estrellas, le hacía gritar maldiciones y gemir de mil maneras distintas. 

Le dolerían muchísimo las caderas al día siguiente, pero valía completamente la pena. 

Cada célula de su cuerpo exigía más, más, más. No era suficiente. Se soltó de agarre que Batman ya no ejercía con demasiada fuerza, posicionó los codos sobre la cama de forma cómoda y se impulsó hacía adelante y atrás. Comenzó a moverse de forma desesperada. Bruce se quedó quieto, disfrutando del maravilloso espectáculo que era ver a su novio en cuatro, chocando contra su pelvis, deseándolo. Ver como su cuerpo suplicaba por más. 

Siguió dándole nalagadas, dejándole la mano marcada en ambas nalgas. Sonrió con malicia antes de tomar al menor por el torso y sin salir de dentro suyo, levantarlo, poniéndolo sobre sus muslos, chocando la espalda del este con su abdomen. Estaban sudados, húmedos y muy calientes. 

— Dios... Bruce, que forma... de hacerlo —gemía, mientras el mayor lo agarraba de la cintura y comenzaba a subirlo y bajarlo sobre su pene—. Sigue así, por favor... no te detengas. 

Con una agradable desesperación proveniente de lo dicho por su novio, le puso sus manos en el pecho y comenzó a jugar con sus pezones, acariciándolos e inundándolos de placer a ambos. Fue subiendo una de sus manos hasta su cuello, levantándole el mentón y apretándole para que se le cortara levemente la respiración. Cuando Bruce hizo eso, no tenía demasiado claro el porqué, pero le era demasiado excitante. A cada segundo que el mayor permanecía tocándole de esa forma, se sentía más y más cerca del orgasmo. Se corrió por segunda, tercera y cuarta vez entre el intenso toqueteo, las estocadas, los gemidos del mayor y los suyos propios. 

Y el mayor seguía duro, sin venirse y con muchísima energía. 

— Dar-Darling... no puedo más —murmuró el menor en un instante. A pesar de que su cuerpo seguía pidiéndole un poco más, ya comenzaba a sentir sus músculos acalambrados. Bruce le había acostado de espaldas y le había elevado las piernas para seguir llegando lo más profundo posible. 

— No... no puedo controlarme —jadeaba Batman, mirándole. Tenía la frente aperlada por el sudor, las mejillas y labios rojos por el calor. Gemía. Traía toda la espalda llena de rasguños, el cuello y torso repleto de chupones y mordidas— Un poco más... solo un poco más. 

Joker asintió, tampoco quería acabar. Se sentía maravilloso. 

Fue entonces que Bruce comenzó a sentir como en su zona baja, la base de su miembro comenzaba a ensancharse, volviéndose sumamente incómoda. Sentía que muy pronto llegaría al orgasmo y no se detuvo. Continuó dando estocadas cada vez más rápido, quería venirse, necesitaba venirse. 

Cuando sintió que finalmente era alcanzado por el climax, mordió al payaso en el cuello, volviendo a dejarle la misma marca que sentenciaba su unión. Joker se vino entre sus torsos, al grito de un sonoro gemido 

— Ay... dios... —jadeaba Joker—... necesito que salgas, por favor —ya sentía algo incómoda la sensación de tener a su alfa dentro suyo. Era demasiado. La fricción comenzaba a molestarle y no quería sentirse adolorido.

— Emmm... no... no puedo. 

— ¿Eh? 

Bruce estaba avergonzado. Tenía la cara muy roja, por lo que optó en esconderse en el hueco del hombro y cuello del menor, quien no comprendía que ocurría. Sentía algo raro abajo. 

— No puedo salir... de dentro tuyo —reafirmó el murciélago para que Joker le entendiese—, estamos... anudados. 

— ¿Anudados? —no entendía un demonio. ¿Qué significaba eso?— ¿Cómo los perros? 

— ¡NO DIGAS ESO! —al ver la reacción de su novio, no puedo evitar reírse. Era una situación malditamente incómoda, pero le habían dado muchas ganas de reír al ver al gran Batman muerto de vergüenza— Dame unos momentos... ya pasará. 

Mientras, Bruce comenzó a repartirle besos por el cuello, los hombros, la cara, inclusive las manos. Le decía piropos hermosos y le recordaba una y otra vez lo mucho que lo amaba, lo malditamente sexi que era y lo agradable que era tenerlo desnudo en su cama. 

— Quiero hacerte el amor a cada segundo —susurró cerca de sus labios. 

Cuando finalmente la inflamación pasó y pudo salir del menor, fue una sensación confusa. Algo muy extraño había pasado en aquel momento. Ambos se miraron de forma curiosa, sin saber muy bien qué era lo que había sucedido. 

Fue entonces que algo se encendió en el interior del menor, una sensación que no podía descifrar, algo gutural, casi primitivo. Un instinto suprimido. Joker se sentía... distinto.  

La broma que salió mal |Omegaverse| BatjokesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora