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Dos días pasan sin ningún nuevo accidente, para sorpresa de todos.
Los chicos del equipo han acordado ir con cuidado para evitar que algo como lo ocurrido a Kaminari les suceda a ellos también y ahora suelen ir en parejas a todos lados para evitar bajar la guardia. Así, las probabilidades de ser sorprendidos disminuyen y pasan a convertirse en un blanco más difícil para las bromas de las chicas.
Kaminari, en cambio, sigue haciendo su vida como si nada. Por mucho ridículo que quisieran hacerle pasar, su uniforme continua proporcionándole el estatus necesario para andar por los pasillos con la cabeza alta y una sonrisa en el rostro.
Saludando a algunos estudiantes en el camino, se dirige a su taquilla despreocupado, guardando los libros de sus primeras clases y sacando los de las siguientes.
Todo estaba tan en calma...
Es entonces cuando una extraña sensación de tranquilidad le hace mirar el fondo del pasillo. No había visto a nadie de su equipo ese día. Tampoco se había cruzado en su vista ninguna falda de las animadoras (y mira que las chicas se hacen notar, andando por el instituto con sus uniformes rojos y sus sonrisas de anuncio).
Sí. Todo estaba despejado. Demasiado tranquilo para ser bueno. El instituto no era tan grande como para no haberse cruzado al menos a alguien de alguno de esos dos grandes y extravagantes grupos.
Movido por una ligera sospecha y una latente paranoia a la que cree que va a tener que irse acostumbrando de ahora en adelante, sus piernas se mueven solas dirigiéndole hasta el gimnasio, donde las chicas deben estar entrenando como de costumbre. Puede que fuera un completo suicidio pisar terreno enemigo, pero Kaminari ni había reparado en ello cuando ya había cruzado las grandes puertas, topándose con una escena demasiado curiosa.
Sorprendentemente, sus chicos están sentados en las gradas, con unas sonrisas demasiado grandes para ser buenas. Demasiado felices.
"Ya la han liado".
—¡Hey, capi! —le llama Kirishima, alzando un brazo. —Ven, siéntate y disfruta el espectáculo.
Espectáculo era una forma bastante peculiar de llamar a lo que estaba ocurriendo delante de ellos. Kaminari sonríe, contagiado por la atmósfera. Una vez que se sienta con el resto en las gradas, los chicos continúan con lo que hacían antes de que él llegara: observar.
En el centro del gimnasio, formando una pirámide de estabilidad seriamente cuestionable, las animadoras intentan con todas sus fuerzas alcanzar lo que cuelga del techo. Sus pompones. Kaminari casi suelta una carcajada simplemente viéndolas rabiar por no poder alcanzar su material.
—¿Cómo demonios habéis...? —empieza a preguntar, mirando a sus chicos uno a uno— Mira, ni siquiera quiero saberlo.
Bakugou, sentado unos asientos a su izquierda, se encoge de hombros. Su sonrisa de satisfacción es mayor que la del resto, por lo que debe de ser cosa suya toda la jugarreta. Por muchas vueltas que le dé, Kaminari ni siquiera puede imaginar cómo ha conseguido pegar sus pompones en el techo del gimnasio, a tantísimos metros de altura. Al menos, Katsuki parecía feliz ahora que había obtenido su venganza, lo cual era un punto a su favor.
—¿Cuánto llevan así? —pregunta, divertido, viendo a Mina lanzar uno de sus zapatos al techo que, lejos de derribar alguno de sus pompones, solo consigue quedarse encima de una lámpara.
Todos, sin excepción, sueltan una carcajada.
—Casi media hora —responde Bakugou con orgullo, cruzando los brazos sin despegar la vista del caos que están formando las chicas—. En serio me gustaría ver cómo consiguen llegar hasta ellos.
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love & game | shinkami
Fanfiction⚽⚽⚽ Sobrevivir al último año de instituto debería ser sencillo y convertirse en el capitán del club más popular de UA solo pondría las cosas más fáciles. O al menos así lo creía Kaminari. Claro... ¿quién le diría que las animadoras se la tenían jura...