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ontra todo pronóstico, encontrarle es más fácil de lo que pensaba. Ni siquiera le toma más de media hora dar con él en el aula de dibujo, situada en una de las plantas superiores.
Cuando Kaminari pone un pie dentro, siente como si se hubiera teletransportado a un sitio diferente. Los cuadros que se amontonan por todos lados, como si le estuvieran esperando, y le dan la bienvenida junto con los primeros rayos de sol que se cuelan por los grandes ventanales.
"Desde aquí se tiene que ver nuestro campo de fútbol", piensa el rubio, dejándose llevar por sus impulsos y acercándose, confirmando sus sospechas.
Desde ahí visualiza a algunos estudiantes caminando por encima del césped donde su equipo entrena, otros se tumban a leer y algunos están sentados en las gradas, haciendo tareas de última hora o comiendo algo. Una escena que despierta en él una gran calma.
Kaminari sonríe y se vuelve para mirar los cuadros y esculturas. Reconoce unos pequeños cuadros de Sero. Son una serie de cuadros de flores que, puestos en orden, forman el retrato de una mujer. También distingue algunas esculturas que le vio haciendo el año pasado y que ahora decoran el aula. Algo dentro de él se revuelve con orgullo.
Sin querer, se pregunta si alguno de esos cuadros será de Shinso (debería, ¿no? Teniendo en cuenta que él también estudia artes) y arrastra su atención en cada una de las obras, empapándose de ellas por igual.
Nunca ha entendido mucho de arte. Kaminari era de ese tipo de personas que podía pasar horas meditando sobre su existencia. ¿Cómo podía una simple persona crear algo así? Crear por querer transmitir; hacer arte para que permanezca, aunque tú ya no lo hagas.
Él odiaba estar solo. ¿Cómo podía alguien pasar tanto tiempo a solas con sus pensamientos y su creación, volcándose de lleno en su arte? Los artistas le daban miedo. Podrían ser de las pocas personas que se enfrentaban a la soledad con las manos desnudas y el corazón abierto, abrazándose a sí mismos.
Kaminari nunca podría. Ni en un millón de años.
Un suspiro le saca de sus pensamientos y el rubio dirige rápidamente su atención hacía el único caballete de la sala, que oculta la figura de la persona que pinta el cuadro que sostiene. Sin querer asustarle lo rodea con cuidado, observando poco a poco la figura que se descubre frente a él.
Midoriya tiene el ceño fruncido y la nariz arrugada. Está juzgando la obra que pinta, por lo que a Kaminari se le hace imposible no mirarla también.
Al principio no entiende lo que tiene delante, pero es cuestión de tiempo que lo vea. En medio de un prado lleno de flores que se funden las con las otras, la figura de una persona está apoyada en un árbol, mientras otra está sentada en el suelo, transparente y casi imposible de notar a menos que sepas fijarte bien. Kaminari la mira durante unos segundos, preguntándose si la soledad que sentía tenía algo que ver con el cuadro a medio hacer que observa.
Su autor se da cuenta de su presencia poco después, pero no le dirige más que un vistazo rápido antes de volver a la faena, dando unas largas pinceladas que llenan ese cielo blanco en uno azulado.
—No deberías estar aquí —le regaña—. ¿No te han dicho que no debes pisar las aulas de arte si eres de otra modalidad?
No lo sabía, pero tenía sentido. Si cualquier pudiera entrar a esas aulas, había más probabilidades de que las obras fueran dañadas o robadas.
—Te estaba buscando a ti —le dice, sintiéndose un poco apenado por la advertencia anterior.
Midoriya se sienta más recto en el taburete, una tensión apareciendo en cada centímetro de su pequeño cuerpo. Sin decir nada, vuelve a mirar por encima de su hombro para repasarle rápidamente con la mirada. Cuando la hace (deteniéndose de más en su uniforme), cualquier amabilidad en él desaparece.
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love & game | shinkami
Фанфіки⚽⚽⚽ Sobrevivir al último año de instituto debería ser sencillo y convertirse en el capitán del club más popular de UA solo pondría las cosas más fáciles. O al menos así lo creía Kaminari. Claro... ¿quién le diría que las animadoras se la tenían jura...