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Saber dónde perteneces es complicado. Sobre todo en el instituto.

Sero agarra unas tijeras y estira los mechones de su pelo, recortando los lados. Está frustrado, triste y rabioso.

Hace unos días, en una de las clases de teatro, un chico de otro curso se rió de él por querer hacer un papel femenino y el acontecimiento llevaba repitiéndose en su memoria como una canción que no puedes sacar de tu cabeza por más que lo intentes.

"¿Lo dices en serio?", había dicho entre risas, "seremos el hazmerreír de todo el instituto como te monten en el escenario vestido así".

Solo fue un pequeño experimento, pero había bastado para que la ansiedad volviese a trepar por sus piernas y tuviera que fumarse un cigarro durante el cambio de clase. No había suficientes chicas para hacer el papel y a él le daba igual hacerlo, ¿por qué habría de haber revuelo por algo tan estúpido?

Sero no entiende a la mayoría de la gente. Mucho menos a sí mismo.

Una vez que ha recortado varios mechones, alcanza la maquinilla de afeitar de su hermano mayor para terminar su peinado. Está acostumbrado a cortarse su propio pelo desde pequeño, pero cuando se le dificulta llama a su hermano para que termine su trabajo.

El hermano de Sero es un par de años mayor que él (ya cumplía los 27). Estudió empresariales en una universidad de Estados Unidos y había vuelto a Japón para cuidarle cuando sus padres fallecieron en un accidente de tráfico. Era un diamante en bruto que había visto su carrera truncada por tener que cuidar de su hermano. O al menos así lo veía Sero.

—¿Cambio de look exprés? —le pregunta al entrar al baño y verle en mitad de la faena.

Sero le observa de arriba abajo: su cuerpo trabajado, su cabello corto y su sonrisa de anuncio y vuelve la vista al espejo donde solo ve reflejadas sus diferencias.

Sero es más delgado, unos centímetros más bajo. Además, siempre tiene cara de cansado y esa mirada tan vacía, que le hacer aparentar estar tan perdido.
Nao, en cambio, era perfecto, y no solo físicamente hablando. Era, a la vita de todos, un modelo a seguir: desde pequeño con sus ideas y objetivos claros, dispuesto a arriesgar lo que fuera por ellos. Sero ni siquiera ni siquiera era bueno en nada de lo que hacía. Se había metido en Artes porque creyó que era su camino, pero últimamente no sabe si hizo bien.

Su hermano sonríe y le obliga a sentarse en la tapa del váter, diciéndole que él se encarga. Mientras termina de cortar su pelo, Sero cierra los ojos y se rinde al tacto, recordando las caricias de su madre.

Nao es bueno con él. Nunca le ha echado en cara que hubiera tenido que volver del extranjero para cuidarle, ni tampoco le hacía sentir culpable de nada de lo que había ocurrido. Le quiere como le hubieran querido sus padres si siguieran vivos. Por eso Sero no entiende esa rabia que le consume al verle tan feliz con aquella vida que no le pertenecía.

"Tú estabas destinado a comerte el mundo" quería decirle. Pero nunca lo hacía.

Cuando acaban, el mayor le revuelve el pelo diciéndole que le queda muy bien y sale del baño. Sero recoge el baño y se ducha después, notando un picor en las manos que le recuerda que aún no ha consumido nada de nicotina desde que se ha despertado.

De repente se siente ansioso de nuevo.

Cuando sale del baño, se toma su tiempo para peinarse. Sin pensarlo mucho, saca un tarrito de pintauñas de los cajones y pinta sus uñas de negro, tomándose el tiempo necesario porque sus manos tiemblan exigiendo nicotina.

love & game | shinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora