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La casa de Iida siempre es acogedora. Todoroki se encuentra a sí mismo bajando sus defensas en cuatro cruza la entrada, saludando a la madre de su amigo con tranquilidad y subiendo las escaleras hacia el segundo piso con la sensación de quien anda por su propia casa. Pero su casa nunca había sido como aquella (tan silenciosa, cálida o familiar). Ni en un millón de años.

Todos están ya dentro de la habitación cuando él abre la puerta. Iida se levanta de su escritorio y le invita a pasar tan formal como siempre, mientras que Midoriya le hace un sitio en la cama para que se siente a su lado.

—Lo siento, Natsu no pudo traerme antes —les dice, tomando el asiento que le ofrecen.

Todoroki vivía con su hermano desde finales del curso pasado. Natsu no se lo había pensado dos veces en abrirle las puertas de su casa, aunque esa casa fuese un piso en el que apenas cabían los dos y que estaba pagando con el sueldo de dos trabajos distintos que coordinaba con sus estudios universitarios. Los últimos meses habían sido demasiado frenéticos y Todoroki todavía intentaba seguirles el ritmo, aunque algo muy dentro de él todavía seguía procesando que ya no vivía con su padre. ¿Era raro pensar que el mundo entero se movía a una velocidad mucho mayor a la que él podía procesar?

En realidad, mudarse con Fuyumi hubiera sido una mejor opción, pero el hecho de que ella trabajase ahora en otro país no le ponía las cosas nada fáciles. Su madre tampoco era una opción a la que acudir, ni Touya, que aún intentaba recuperarse de su última recaída en algún Centro.

—No te preocupes por eso, lo importante es que estás aquí —es lo único que dice Uraraka, demasiado entretenida acabando unos problemas de física como para percatarse de que esas palabras, para ella tan casuales, le obligan a tragar saliva.

—Iida estaba hablando sobre lo de mañana —le informa Midoriya, posando una mano sobre su pierna. —Por lo visto, este año le toca encargarse de todo por ser el presidente del Consejo.

Iida, que acababa de cerrar la puerta y había retomado su lugar en la silla de su escritorio, carraspea un par de veces recolocando sus gafas. Todoroki tiene que admitir que siempre le ha llamado mucho la atención lo intenso que es para todo. A él también le gustaría ser capaz de parecer tan decidido y conseguir llamar la atención con tanta facilidad. A él también le gustaría ser capaz de expresarse tan abiertamente.

Corrijo —empieza a decir su amigo, manos moviéndose por todos lados porque nadie gana a Iida Tenya en lo que ha gesticulación se refiere—; HE decidido encargarme de todo. ¿Sabéis que podemos acabar en la cárcel si alguien descubre que hay un puñado de estudiantes en una propiedad privada? Mi ansiedad lleva días sin dejarme dormir pensando en todo lo que puede salir mal.

Una prueba de valor no era el problema. Los jóvenes hacen estupideces todo el rato. El problema, en realidad, es que una vez acabada la pequeña competición la cosa se vaya de las manos como todos los años. Todoroki aún recordaba la euforia del antiguo equipo de fútbol el año anterior, con sus barriles llenos de cerveza y el trofeo en mano; burlándose de las animadoras y haciendo la noche imposible para muchos.

Incluso a él le habían molestado esa noche por llevar el uniforme de su antiguo equipo de baloncesto, esperando a que se encontrara completamente solo para poder desquitarse con él. Qué le habían dicho o qué había ocurrido no lo recordaba bien. Todoroki solía olvidar muchas cosas. Mejor así, se decía. Mejor olvidar que vivir atormentado por recuerdos desagradables.

—Está estresado por si se inicia un botellón como el año pasado —les explica Uraraka, sin despegar la vista de su cuaderno.

Era entendible. A fin de cuentas, técnicamente él era quien organizaba todo y cargaba con la responsabilidad del pequeño evento.

love & game | shinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora