love & game | shinkami

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El primero en llegar a su lado es Ojiro, manos alzadas y ceño fruncido. El resto del equipo le siguen de cerca, pero Kaminari no le quita el ojo de encima a Shinso, que al fin se reúne con las animadoras unos metros más lejos de él. La idea de un empate era muy humillante para él, pero había sido la única forma de conseguir que el esfuerzo de ambos viera recompensa.

"Esta vez haré lo que dices" había accedido el contrario, "pero la próxima vez cumpliré mi palabra y no seré tan misericordioso contigo".

Solo alguien como Shinso usaría la palabra "misericordioso" en un momento como ese, pensó.

Kaminari había asentido muchas veces, pero algo en él se olía que, por mucho que lo negara, a Shinso también le había parecido en el fondo una muy buena idea. Lo que aún no terminaba de entender, de hecho, era la razón que le habría llevado a ayudarle. Seguramente había sentido pena por él cuando le dijo lo mucho que necesitaba también el dinero del premio, pero la idea de un Shinso siendo amable y comprensivo aún era bastante contradictoria con la imagen que tenía de él y que últimamente se caía a pedazos a un velocidad vertiginosa.

—Espera —comienza a soltar Tsuburaba, sus palabras apenas haciéndose entender por encima de los comentarios de los demás —¿esto es real? ¿estás entero? ¿no eres un fantasma o algo así?

—Desgraciadamente para vosotros estoy en perfectas condiciones.

Los chicos se miran entre sí.

—Pero si te escuchamos gri...

—Oh —se apresura en cortar Kaminari, notando un sudor frío bajar por su espalda— eso fue un pequeño contratiempo.

—¿Alguna sorpresa inesperada en la casa? —pregunta Tokoyami a su lado, saliendo como siempre de la nada y dándoles a todos un susto de muerte. Lo pregunta porque sabe perfectamente que sus trampas hicieron efecto, pero su ego necesita escucharlo de otra persona.

Kaminari recoge su móvil (que había guardado Ojiro) y lo enciende para revisar la hora. Dos de la madrugada.

—¿Sorpresa inesperada?—le dice entonces al diseñador de la prueba, ahora indignado— Bah, no era nada a lo que no pudiéram... digo, a lo que no pudiera enfrentarme yo solito. Aunque te has pasado un poco con los peluches esos, tío.

—¿Qué peluches? —pregunta Tokoyami de vuelta, sonando verdaderamente confuso.

Kaminari ríe nervioso y le empuja a un lado, diciéndole que ese truco es muy viejo y que él no iba a caer en sus mentiras. A su alrededor, los chicos continúan dándole palmadas en la espalda y felicitándole a su manera.

—¡Ahora toca celebrar la victoria! —exclama Awase, sin siquiera dejarle tiempo para tomar aire.

—Media victoria —corrige Sato.

—¡Lo que sea!

Kaminari mira de nuevo la pantalla de su móvil. Había podido mantener su mente ocupada por la prueba de valor, pero ahora se sentía incómodo, como si algo estuviera escapando de sus manos sin que él se diera cuenta. Antes de apagarlo para seguir al resto revisa que no tiene ningún mensaje de su madre, solo por si acaso.

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Lo cierto es que después de horas de pura tensión la primera cerveza que le sirven le dura en la mano menos de un segundo. Kaminari se la bebe tan rápido que el resto de chicos tienen que recordarle que acababan de entrar a la discoteca (enseñando algunos un carnet falso, porque aún había entre ellos menores de edad con el acceso vetado), a lo que él solo responde con un gruñido antes de abrirse paso hacia la barra para pedir otra copa.