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Como cada lunes, Shinso se viste con su uniforme deportivo y sale a correr una hora completa, dando la vuelta al vecindario y obligándose a sí mismo a desviar su ruta para no ir a la casa de Kaminari y echarle la puerta abajo. Esta vez, sin embargo, su rutina se ve turbada por una nueva prenda de ropa que le complica un poco la tarea: una bufanda.

—Espero que esto sirva para que la próxima vez te lo pienses dos veces antes de dejarte llenar de chupetones —le dijo Aizawa con una sonrisa cuando lo vio regresar ahogado y muriendo de calor, pero con la bufanda aún encima.

Shinso le gruñó mientras se arrastraba hacia la ducha. A su padre le hacía mucha gracia la situación, pero a él ya le estaba molestando el asunto. Había intentado de todo para borrarlos y nada había servido. Además, acordarse del esúpido de Kaminari cada vez que se desvestía y el reflejo del espejo del baño le devolvía esa vista tampoco ayudaba mucho.

Una vez listo, Shinso se encarga de cerrar la ventana de su cuarto antes de bajar. La cerradura se había roto por culpa de las fuertes ráfagas de viento de los últimos días, por lo que tenía que pasar unos largos minutos cerrándola de una forma específica para que no se abriera. Su padre le había prometido que la arreglaría cuando pudiera, pero ambos sabían que eso sería dentro de mucho tiempo porque ninguno era muy fan del bricolaje ni nada del estilo.

Esa mañana Aizawa desayuna con él y se ofrece a llevarle al instituto en coche, a lo que él accede. No le avergonzaba que le vieran con su padre. Es más, las animadoras le adoraban.

Las primeras horas de la mañana son horribles. O al menos las nota terriblemente pesadas. Tenía algo que hacer y no podía esperar ni un segundo. En cuanto viera a Kaminari le diría cuatro cosas. La primera, que era un jodido animal. La segunda..., que cuándo le gustaría repetir. Bien, eso debería meditarlo mejor. Nadie sabía aún lo que se traían entre manos y lo prefería. Ya tenía muchos problemas por su culpa como para verse involucrado con él de esa manera.

La hora de la verdad no se da hasta el mediodía cuando, en el comedor, la risa de Kaminari le pone alerta y sin pensarlo dos veces se dirige a él. Estaba en la cola hablando con un estudiante de un curso menor, pero Shinso ni pensó en lo raro que sería que se acercara a él como si nada saltándose media cola y con su bandeja vacía en mano.

Sin embargo, algo inesperado jode todo su plan antes de que él se acerque, pues sin querer se fija en que los chicos del club de baloncesto también se dirigen hacia Kaminari, pero de una manera más discreta. Shinso frunce el ceño cuando ve a Seiji Shishikura pasar ágilmente una lata de refresco abierta a su mano derecha, con la clarísima intención de vaciarla sobre el capitán del equipo de fútbol. A veces odiaba ser tan observador.

A Shinso solo le toma una fracción de segundo para reaccionar: antes de que puedan tirarle la bebida encima, pone su bandeja en medio y la empuja hacia él, dejándolo todo como un inocente accidente en el que, al final, es el chico del club de baloncesto el que acaba bañado en refresco.

—¡Joder! –exclama, llamando la atención de medio comedor–, es que no sabes mirar por dónde coño an-

El chico calla cuando se da cuenta de con quién está hablando, pero ya es tarde. Kaminari, que no sabe en qué momento ha aparecido Shinso a su lado, da un paso atrás por si acaso, viendo la escena como un espectador más junto al resto de estudiantes.

—¿Hmm? ¿Me hablas a mí? —suelta Shinso haciéndose el loco— Es que estabas en mi camino y no te vi, así que ten cuidado o la próxima vez me encargaré de estamparte la bandeja en la cara con tanta fuerza que ni tus padres te reconocerán cuando vuelvas a casa, ¿entendido?

love & game | shinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora