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Hay veces en la vida de una persona en las que una sola decisión puede marcar un punto de no retorno. Para Midoriya, por ejemplo, habían existido muchas de esas ocasiones. Y a diferencia de lo que la mayoría suele pensar, él no se arrepiente de ninguna de las decisiones que tomó en esos momentos.

—¿Estás bien?

De hecho, la decisión más difícil y de la que más se enorgullece está justo delante de él, agarrando sus manos con cuidado y mirándole con preocupación.

Kaminari les había avisado que los entrenamientos se retomarían el lunes, por lo que tanto Midoriya como Todoroki habían acordado ir a los vestuarios unos minutos antes ese día para tantear el terreno.

Al principio todo fue bien. Aún no había llegado nadie, así que pudieron guardar sus cosas en sus nuevas taquillas. Durante unos minutos, la preocupación de Midoriya solo era una pequeña punzada en el pecho. Pero a medida que la hora se acercaba y comenzaba a estar más alerta de cualquier sonido que indicase que sus nuevos compañeros de equipo iban a aparecer, la ansiedad le estaba matando.

Todoroki se había dado cuenta mucho antes, cuando el contrario había dejado de hablar y se había limitado a mirar el reloj de la sala. No le gustaba ver a Midoriya de aquella forma; asustado, puede que recordando malos momentos. Pero era algo a lo que tenía que acostumbrarse.

Antes, Midoriya sonría y reía mucho más. Llenaba sus silencios con sus murmullos, divaga en voz alta de cualquier cosa. Ahora era más reservado, callado, cuidadoso con lo que decía o hacía. Sin embargo, Todoroki no lo culpaba. Solo le había costado un tiempo asimilar ese cambio en su relación, donde él solía ser el silencioso.

—¿Crees que he hecho bien en volver? —pregunta Izuku.

Si había obrado bien o mal, Todoroki no lo sabía. Él, por ejemplo, ni siquiera se hubiera ido del equipo en primer lugar. Pero Todoroki estaba acostumbrado a que lo maltrataran, por lo que no es como si su palabra pudiera tener algún valor en una conversación como aquella.

Porque Midoriya era diferente a él, claro.

—Dijiste que ellos no te acosaban —se limita a responder, esperando ser de un poco de ayuda.

Si en ese equipo aún siguiese alguno de los senpais que le hizo la vida imposible a Midoriya el año pasado, él no habría dejado que entrase de nuevo. Porque Todoroki estaba acostumbrado a los maltratos contra él, sí, pero nunca dejaría pasar ninguno hacia las personas que quiere.

—No, pero tampoco me ayudaban —murmura él, bajando la mirada. —No termino de confiar del todo en ellos, no sé. Me siento patético.

Todoroki solo ladea la cabeza, buscando su mirada para decir esas palabras que han acudido a su cabeza.

—Eres la persona más valiente que he conocido.

—No conoces a muchas personas, eres demasiado tímido.

Midoriya...

—Vale, vale. Lo siento.

Se sonríen. Todoroki tiene que contenerse para no soltar sus manos y agarrar su rostro. La sonrisa de Midoriya debería estar en un museo, piensa para sí. Era la más cálida que había visto nunca y la creía capaz de alegrarle el día a cualquiera que se topara con ella. Puede que ya no la viese tanto, pero eran momentos que atesoraba en su memoria.

—Eres la única persona que se ha enfrentado a mi padre—le dice, viéndole fruncir el ceño ante la mención del hombre en cuestión. —Creo que morí y reviví diez veces en menos de diez minutos por tu culpa. Fue entonces cuando lo supe, y nunca he admirado a nadie como te admiro a ti.

love & game | shinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora