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(las escenas de este capítulo se desarrollan durante las vacaciones de Navidad, sin orden cronológico)

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En el pasillo hay dos cuencos vacíos. Kaminari los evita todo lo que puede, pero algo en su estómago se revuelve cuando, al llegar al salón, los juguetes de gato aparecen en los lugares más inesperados, gritando la ausencia que él no nota.

La casa de Shinso se le ha hecho familiar muy pronto, como si siempre hubiera estado viviendo en ella. En realidad, solo ha estado quedándose en el lugar los últimos días. Después de un intenso interrogatorio en el que ha tenido que hablar más de sí mismo de lo que ha hablado los últimos meses, Kaminari había llegado a la conclusión de que se le había acabado eso de guardarse las cosas para sí mismo.

—¿Ya has elegido la película? —pregunta Shinso al pasar pasar por su lado para sentarse en el sofá. Acababa de ducharse después de entrenar un poco, por lo que todavía lleva una toalla húmeda sobre los hombres.

Kaminari tiene que pestañear un par de veces para volver a la tierra.

—No, lo siento.

—No te preocupes.

En esa casa son por primera vez en mucho tiempo simplemente Kaminari y Shinso. No hay animadoras ni equipos; no hay rivalidad ni bromas; no hay fachadas ni mentiras. Kaminari creyó que se acabaría acostumbrando rápido a ello: la naturalidad sin trabas.

—¿Ha dicho algo tu padre de...?

—Está encantado de tenerte en casa —responde Shinso sin más, ojeando entre el catálogo de películas. —¿Has hablado tú con alguien del equipo?

Es la primera vez que la barrera se rompe. Iba a ocurrir tarde o temprano, piensa Kaminari, pero le hubiera gustado seguir aparentando un poco más.

El equipo de fútbol había sido descalificado de su último torneo. Kaminari se había puesto rojo de la vergüenza cuando le pararon los chicos del periódico estudiantil dos días atrás cuando fue a los vestuarios a recoger sus cosas. A ver, aún tenían que continuar con sus estiramientos, pero no iba a ser lo mismo. Además, si a eso le sumaba que estaban compitiendo el último torneo de todos antes de entrar a la universidad, la culpabilidad se volvía mucho más pesada y molesta. Porque Kaminari no había iniciado la pelea ni mucho menos, pero algo dentro de él le recriminaba haber actuado de la forma en la que lo había hecho.

Por si fuera poco, las cosas con su propia madre se habían vuelto un poco complicadas desde su ingreso un mes atrás.

—La última vez que nos vimos los mandé a la mierda. No creo que quieran saber de mí hasta el comienzo de clases.

Shinso suelta el mando y se inclina hasta darle un golpecito con el hombro que le obliga a mirarle.

—Ya verás como no es así —le dice muy serio, tanto que a Kaminari solo le queda fruncir los labios y tirarse hacia él, que ya tiene los brazos abiertos para recibirle. —Conociéndolos, estoy seguro de que están lloriqueando en las esquinas como cachorritos abandonados...


Sero está andando de un lado a otro en su habitación y Mina lo sigue con la mirada a través de la pantalla. Habían hecho videollamada para echar el rato, pero mientras ella terminaba un trabajo de Biología Sero se ha empezado a maquillar alegando que se le había hecho demasiado tarde.

—¿Adónde vas? —le pregunta Mina, viendo cómo su amigue vuelve a cruzar la pantalla, rumbo al baño.

—Al bar ese del centro al que fuimos la última vez —le responde su voz.

love & game | shinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora