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El segundo partido de la temporada es en casa y les pilla en el peor momento posible como equipo.

Kaminari no le ha dirigido a su equipo más palabras de las necesarias durante los entrenamientos y el distanciamiento entre los miembros del equipo es imposible de ocultar. La página de cotilleos del instituto ya empieza a hablar de una separación definitiva, divagando en sus noticias las razones de ese cambio tan brusco.

"Hace una semana eran inseparables... ¿qué habrá ocurrido dentro del club de fútbol para que ni siquiera compartan mesa en el comedor? ¿Beneficiará esto a las animadoras? Ah... ¡qué ganas de descubrirlo!"

Kaminari había lanzado el móvil a un lado de la habitación después de leer aquello. No tenía tiempo que perder en lo que otros dijeran o dejasen de decir sobre ellos. Era momento de ponerse serio, trabajar duro y buscar una solución.

Sin embargo, daba igual lo mucho que los chicos se hayan disculpado o hayan intentado explicarse, ninguno ha conseguido erradicar la decepción del capitán y eso, sin duda, es lo que más les duele a todos.

Bakugou, en cambio, continúa tan gritón como siempre, lo cual es un consuelo para todos. Pero tampoco olvidaban la forma en las que los miró él también. Es decir, no es como si Katsuki no los mirase siempre con superioridad, pero había un desprecio en su mirada que les hizo sentirse como verdaderas mierdas.

Para cuando llega el día del partido, ninguno ha cruzado más de dos o tres frases. El vestuario está horriblemente silencioso cuando entran y dejan sus cosas, comenzando a cambiarse.

No hay bromas, no hay risas. Ni siquiera hay especulaciones de jugadas o nervios. Nada.

Cuando salen al campo, las gradas están llenas de personas que visten los colores de su equipo. Kaminari tenía que admitir que Tsuburaba había hecho un buen trabajo con el tema de las camisetas. La popularidad del club había atraído a un sinfín de nuevos seguidores dispuestos a vestir los colores del equipo y habían recaudado lo suficiente para pagarse el transporte para el siguiente partido.

Si es que ganaban, claro.

Cuando llegan a sus bancas, un destello extraño llama la atención de Denki, que trota hasta el césped para comprobar qué ocurre. Pero, cuando descubre lo que es, tiene que tomarse unos segundos para procesar que lo ve no es producto de su imaginación.

Las líneas de banda, de meta y absolutamente todas las del campo que solían ser blancas, habían sido teñidas de rosa. Hasta las porterías lucían el color.

—¿Cu...cuándo coño han hecho esto? —pregunta Ojiro a sus espaldas, sonando entre asombrado y asustado.

Ellos habían estado la tarde anterior practicando tiros y, en aquel entonces, las líneas seguían blancas. Probablemente las habrían pintado por la noche.

—La verdad es que esto explica porqué todos estaban grabando nuestra entrada con sus móviles. Esperaban ver nuestra reacción —dice Awase, situándose a su otro lado.

Kaminari tiene que luchar para que una sonrisa no escape de sus labios. La imagen de Shinso a horas intempestivas de la noche pintando su jodido campo de fútbol es ridícula. Sin embargo, el resto de chicos no parecen tan contentos, aunque la mayoría se muestran más bien indiferentes, sumidos en sus propios pensamientos.

El equipo rival también anda entonces hasta el césped, mucho más asombrados que ellos. Kaminari se aleja un poco de sus chicos para ir hasta el capitán del otro equipo.

Aún quedaba más de media hora para empezar el partido, pero los calentamientos empezarían pronto.

—No pensé que nos recibiríais con este espectáculo —dice el capitán contrario, haciendo un gesto hacia las porterías rosas con una sonrisa burlona.

love & game | shinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora