Un defensor inesperado

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Escapar. Tenía que escapar de aquí. Esa era la fuente primordial de su motivación para seguir corriendo, mantener el paso, seguir adelante sin importar nada. La lluvia seguía cayendo, empapándolo y forzando a su coleta a arrastrarse por el suelo ligeramente. Pero después tendría tiempo de preocuparse por su cabello. Por ahora, tenía que escapar de la ciudad, tal vez incluso del país por completo.

Zero se había abierto su camino hasta llegar al distrito más pobre de Arcadia, lleno de basura como desechos y vidrios rotos esparcidos por todo el callejón. Había pilas de lo que parecían ser jeringas amontonadas entre la basura, pero el reploide rojo no tenía idea de para qué eran. Algo que hacían los humanos, probablemente. No podía permitirse quedarse allí preguntándose sobre ellas; ¡ahora estaba escapando de sus perseguidores! ¡Ellos eran los causantes de sus problemas!

Todo lo que quería eran respuestas, ¡eso era todo! ¡Sólo quería saber por qué estaba aquí, para qué, y qué le sucedió para que lo trajeran aquí en primer lugar! Desde que lo tomaron bajo custodia, todos actuaban como si él supiera por qué querían encerrarlo. Les había dicho repetidas veces que no tenía idea, ¡pero nadie lo escuchaba! ¡¿Qué otra opción tenía más que huir?!

Luego de pasar un rato corriendo a ciegas, Zero se detuvo en medio de una calle vacía; con las mismas estructuras de color marfil en Arcadia, pero que estaban abandonadas y cayéndose a pedazos, habiendo perdido hacía tiempo su esplendor. Pero por ahora, tenía que recolectar sus pensamientos si quería llegar más lejos.

- "Tiene que que haber algo." – pensó Zero. – "¡TIENE que haber algo aquí que me diga lo que ellos no me quieren decir!"

Buscó por todo su banco de memoria, sólo para no encontrarse nada. Pero no se detuvo allí. Siguió buscando, y buscando, y buscando. Y entonces, comenzó a excavar más profundo en su procesador, haciendo que su CPU se sobrecargase mientras se esforzaba por encontrar hasta la más mínima pista o respuesta para cualquier cosa.

Y tras unos lentos momentos, se encontró una ráfaga de imágenes asaltándolo. Zero comenzaba a arrepentirse de haber indagado tan profundo.

...

Sus manos cubiertas de aceite rojo (¿o acaso era sangre humana?), miembros arrancados de otros reploides, esquemas presentes en una computadora con notas sobre su construcción, todo esto y más vino a la mente de Zero. Y ahora, le era imposible detener el flujo de información que lo invadía. ¡¿Qué diablos estaba sucediendo?! ¡El procesador de una máquina no puede operar de esa manera!

Pero entonces, una imagen surgió, provocando que el núcleo del Maverick se quedara congelado. Bañado en unas sombras muy oscuras debido a la luz que lo iluminaba por detrás, un hombre anciano lo miraba con una amplia sonrisa. Las sombras le dificultaban a Zero distinguir sus rasgos faciales, pero podía ver que este anciano estaba algo calvo, y tenía mechones grises y salvajes en ambos lados de su cabeza. Posiblemente también tenía pelo facial, ¿un bigote quizás? Bueno, quienquiera que fuese, parecía muy complacido con lo que estaba viendo.

- Mi obra maestra... – Zero vio que los labios del hombre se movían; su voz sonaba vieja y cansada, pero con algo de emoción nerviosa. Como si acabase de terminar un proyecto escolar. – ¡Con esto acabaré con él!

Quienquiera que fuese "él", Zero no tenía idea, pero el hombre hablaba de "él" con un intenso veneno en su voz. La imagen del hombre no duró mucho, sin embargo, ya que otra rápidamente tomó su lugar.

- ¡Bass, no! ¡Detente! – Zero escuchaba gritar al anciano, sonando a la vez furioso y aterrorizado. – ¡Te ordeno que te detengas!

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