El dilema de X

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Una década había transcurrido desde que el Dr. Phillip Cain descubrió al robot llamado X, y durante ese tiempo, su contribución a la robótica cambió al mundo. Desde la ciudad-estado de Arcadia, los reploides pasaron de ser exclusivos de un área específica a estar disponibles por todo Japón, especialmente en ciudades pobladas como Tokio y Osaka. Y después de cinco caños, todas las naciones del primer mundo ya tenían una mano en los reploides. Algunos eran para labores domésticas, mientras que otros eran personalizados para propósitos específicos. Y algunos eran puestos a prueba y reclutados como parte del programa militar de sus respectivos países, los cuales se volvían más y más avanzados con cada año que transcurría.

El problema de los Mavericks persistió incluso cuando los reploides se hicieron un fenómeno global, pero esto sólo abrió paso a nuevas investigaciones y programaciones más avanzadas. Y después que el resurgimiento de inteligencia artificial compleja abrió camino para reploides de calidad aún mayor y con características nunca antes vistas. Las máquinas se habían expandido a lo largo y ancho, y en mayores cantidades de lo que los robots jamás lo estuvieron. El Dr. Fujiwara era ahora un nombre grabado en la historia como uno de los co-creadores de los reploides, y con su éxito, el interés en el trabajo del Dr. Light se extendió de un campo científico a otro. En efecto, el mundo había entrado en un frenesí por los reploides.

Y el mundo ya no sería igual, para bien o para mal.

Abel City era una metrópolis aislada pero próspera ubicada en la costa de Arcadia, conectada a la tierra principal por carreteras que se extendían por varios kilómetros sobre el océano. Aunque, a pesar de su enorme tamaño, era sólo una parte de la isla artificial donde fue edificada; varias instalaciones y sectores importantes residían allí. Estas proveían medios tales como electricidad y aire limpio a pesar de la enorme industrialización que se invirtió en crear la ciudad. Y con el crecimiento de los Maverick Hunters, tanto aquellos que fueron construidos para los propósitos de la organización como aquellos que se unieron por cuenta propia, un cuartel general fue construido y establecido en el centro de la ciudad. Se alzaba como un bastión del juramento de ser espada y escudo para aquellos que no podían defenderse a sí mismos.

Y hoy se haría una demostración de eso exactamente.

16 de mayo, 21XX, Abel City,12:42 pm...

Los cielos sobre la concurrida ciudad estaban despejados, con solo algunas escasas nubes, y el sol brillaba con fuerza desde una gran distancia fuera del planeta. Él adoraba los días como este, pero infortunadamente, ahora no era el momento de estirar sus alas. Se encontraba en una misión de reconocimiento crucial, y su reporte dictaría dónde atacarían sus colegas Hunters.

– Eagle, ¿ya has visto al mecaniloide renegado? – preguntó la voz de Sigma, hablando a través del canal de audio.

El reploide volador, Storm Eagle, miró hacia abajo a Abel City, divisando actividad justo debajo de él. – Afirmativo, Comandante. El mecaniloide se está moviendo hacia el Sector A-42.

– Muy bien, podemos interceptarlo justo allí. Mantente en espera y rastrea sus movimientos. Le enviaré las coordenadas a X para que pueda llegar al punto de partida. Eagle fuera.

En las calles de Abel City, Sigma y los Hunters habían logrado atrapar al mecaniloide Maverick en el sitio de una estructura que se encontraba en construcción, en el cual las fundaciones estaban demolidas y arruinadas, y el edificio había sido totalmente destruido antes de poder completarse. Sigma se encontraba en la escena, esperando el momento correcto.

Y entonces, dio la señal para que todos se movieran.

Zero y varios otros Hunters avanzaron, ocultándose tras algunos escombros. En ese momento, Zero notó algo moviéndose en el cielo encima de sus cabezas: sobre la ciudad iba volando un Bee Blader, cuya hélice superior lo cargaba por el aire, mientras su ocupante se preparaba para hacer su salida.

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