Capítulo 29: Un don muy útil

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EVA

Tres días habían transcurrido desde que Matías fue encarcelado.
Desde ese fatídico día por la tarde, busqué y contraté de inmediato a un abogado penal, siguiendo el consejo del padre de Matías al enterarse de la situación. Aun estando detrás de la línea telefónica, sentí su enorme furia y decepción.

La situación era extraña y me causaba temor, una incertidumbre abrumadora sobre si Matías era culpable o no.
En realidad, no parecía un hombre violento, pero solo podríamos saberlo al probar su inocencia.

Daniel: — Mucho gusto, ¿usted es Eva Ladislau?

Extendió la mano, y le respondí el saludo.

— Sí, soy yo. Mucho gusto

Daniel: — El gusto es mío. Soy Daniel. Hablemos sobre el caso del señor Melgar. Ayer lo trasladaron a la prisión, antes estaba en la comisaría — dijo y ambos nos sentamos.
— He estado investigando, y según los actos, la pena podría ser de quince años

— ¿¡Qué!?

Daniel: — Señorita, no se altere.ñ

— ¡Cómo no lo voy a hacer!

Era increíble, esta situación era una total absurdidad.

— ¿Y de qué lo acusan?

Daniel: — De un asesinato con alevosía, lo que conlleva una pena de quince a veinticinco años

— ¿Y qué significa eso?

Daniel: — La policía considera que el asesinato fue premeditado, que el señor Melgar cometió el delito cuando la víctima no podía defenderse por sí misma, que estaba indefensa y vulnerable

— Esto no puede estar pasando. ¿No podemos hacer nada? ¿Podemos conseguir pruebas para demostrar su inocencia?

Daniel: — Sí, podemos buscar pruebas que indiquen su inocencia

— ¿Y cómo lo haremos?

Daniel: — Debemos investigar, encontrar testigos y evidencia. Esto llevará tiempo

— Pero Matías no merece estar ahí encerrado

Daniel: — Haré todo lo posible para sacarlo de ahí cuanto antes, no se preocupe

— Está bien

Daniel: — Bien, me voy. Seguiré investigando

— Cuente con mi ayuda, buscaré algo que nos sirva

Daniel: — Perfecto

— Gracias

Daniel: — De eso trata mi trabajo señorita, hasta luego

Él salió de casa, y yo me quedé mirando hacia la nada. Mi vida era un caos. Primero, había sufrido en una relación debido a mi estúpido ex, y ahora, vivía una escena llena de preocupación y temor con mi actual novio, Matías.

Viernes.

Fui a la peluquería, consciente de que, a pesar de los momentos difíciles, tenía que trabajar. Sin embargo, al entrar, mi amiga Paula me detuvo inmediatamente.

Paula: — No, cariño. Vete

— ¿Por qué?

Paula: — Porque tienes que resolver todo

— Pero...

Paula: — No, y no voy a discutir contigo al respecto. Así que vete — recalcó, y obedecí su petición.

— Te lo agradezco

Paula: — Amiga, esto no es fácil, ni para ti ni para Matías. Él no puede hacer nada, y la única que puede hacerlo eres tú. Sé valiente y enfréntate a lo que venga

— ¿Tú no crees que sea culpable?

Paula: — Si tú piensas que él no fue culpable, no tiene sentido que yo te lleve la contraria. Eres mi amiga, no mi enemiga, y estoy aquí para apoyarte en todo, sin importar el resultado de esta situación — dijo, y la abracé. Ella era una verdadera amiga, y agradecí tenerla a mi lado en estos momentos.

— No sabes cuánto te quiero

Paula: — Yo también te quiero. Ahora, ve a averiguar lo que sucede

— Está bien

Paula: — Te deseo mucha suerte

Me dio otro abrazo, más breve esta vez, y salí de la peluquería. Paula había insistido en que no trabajara mientras debía ocuparme de la situación con Matías, y por eso, me concedió unos días libres. Fue un gesto de amistad excepcional.

Salí y encontré el coche de López estacionado en el mismo lugar donde me había dejado cuando vino a llevarme al trabajo. Él estaba encargado de mi seguridad después de lo ocurrido con la persecución, ya que García, quien solía cuidarme, seguía recuperándose de la herida de bala en el brazo, afortunadamente, superficial.

López: — ¿Señorita, necesita irse?

— Hola López, sí. Tomaré unos días libres

López: — Muy bien, la llevo a casa

Me abrió la puerta, y entré.

— ¿Te parece si vamos a almorzar? Ya es tarde, y ni siquiera desayuné

López: — De acuerdo, la llevo. ¿Dónde quiere ir?

— No estoy segura. ¿Conoces algún lugar cercano?

López: — Sí, conozco algunos

Puso el auto en marcha, y nos dirigimos a un restaurante cercano. A pesar de mi preocupación, no había tenido apetito ni siquiera para desayunar. Sin embargo, sabía que no podía descuidar mi salud, así que decidí comer algo al menos para no tener el estómago vacío.

— López, ¿por qué no vienes conmigo?

López: — Lo siento, señorita. No soy el señor Melgar y tengo prohibido hacer algo más que protegerla

— Pero solo vamos a comer

López: — Lo lamento, pero no puedo.ñ

— Estoy segura de que al señor Melgar no le importaría. Mucho menos en esta situación

Él pareció considerarlo, pero aún no daba una respuesta definitiva.

— Solo quiero que me acompañes. Necesito tener a alguien con quien charlar

Por fin, él aceptó y entramos al restaurante.

13:22 p.m.

Ambos permanecíamos en silencio durante la comida.
Mientras tanto, mi mente no dejaba de dar vueltas a la idea de cómo sacar a Matías de la cárcel.

— ¿Tú acompañaste a Matías cuando fue a ver a Mar, verdad?

López: — En efecto

— Entonces, ¿sabes dónde está el edificio?

López: — Sí, señorita

— Perfecto. Estuve pensando en esto varias veces, y creo que podría ser una grandiosa idea.
Vamos al edificio

López: — No, señorita

— ¿Por qué no?

López: — No puedo ponerla en riesgo. Le prometí al señor Melgar que la protegería

— Pero ir al edificio podría ser crucial. Si tenemos suerte, podríamos encontrar cámaras de seguridad que revele lo que sucedió aquel día

López: — Es un edificio privado, sería muy arriesgado

— ¿No tienes en tu equipo a alguien con habilidades de hacker?

López: — Lo siento, señorita, no puedo proporcionar esa información

— López, por favor. Estoy dispuesta a hacer lo que sea para ayudar a Matías. ¿No quieres que vuelva?

López finalmente cedió tras un breve momento de reflexión gracias a mi capacidad de persuasión.

López: — Llamaré a otros de seguridad para que nos acompañen

— Muy bien, te lo agradezco


El Secreto De Mi AbogadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora