Capítulo 44: Solucionando problemas

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EVA

23:56 p.m.

Me encontraba en la habitación de Matías y mía, esperando su llegada como me había indicado Sabrina. A pesar de la creciente hora y el cansancio, sabía que debía esperar a Matías.
No obstante, mis ojos se rebelaban, pero finalmente cedieron, y me dormí sin darme cuenta hasta la mañana siguiente, cuando el reloj marcaba las 8:04 a.m.

Jueves, 8:04 am.

Al despertar, noté la comodidad de la cama y descubrí a Matías abrazándome por detrás, durmiendo plácidamente.
Entonces, me sentí tentada a acariciar su rostro, lo cual hice con cuidado.
Él no se despertó con ello. Seguramente se sentía muy cansado por la reunión de la noche anterior, ya que cuando asistía a esas reuniones de más de seis horas continuas, acababa aburridísimo y agotado.
Además, me di cuenta de que todavía andaba puesto el traje, lo que significaba que la noche anterior que llegó, se tiró en la cama, cayó frito y no se tomó la molestia de ponerse algo más cómodo.  Luego, intenté levantarme, pero su brazo pesado me impedía moverme. Finalmente, logré liberarme y fui a ducharme.
Al salir, Matías ya no estaba en la cama.
Salí del baño y me choqué con él, que iba entrando.
Le miré a los ojos y él también lo hizo.

— ¿Te despertaste por mí cuando me levanté?

Matías: — No, acabo de levantarme, y como no te vi, pensé que te habías ido a la otra habitación, pero no sabía que te habías quedado

Ambos compartíamos la calidez del abrazo, y mi deseo de besarlo y acariciar su pecho desnudo crecía, aunque sabía que había asuntos pendientes.

— Iré a desayunar, te espero si quieres

Matías: — Ve tú. Ya bajaré después

— Igualmente, te espero

Asentí y me vestí, esperándolo en la habitación antes de bajar juntos a desayunar.

Léa: — Buenos días, el señor y la señora Melgar han salido por la mañana a terminar de ver los arreglos de la boda. Me pidieron que te avisara

Matías: — Merci (gracias) — expresó con gratitud. Léa sonrió y se dirigió a la cocina.

— No sabía que hablaras francés

Matías: — Si quieres, puedo enseñarte
— dijo con una sonrisa.

— No estaría mal tenerte como profesor — mencioné, notando que algo lo preocupaba.

Más tarde, una llamada lo obligó a dejar la mesa, y mientras ayudaba a Léa a recoger, me dirigí hacia el despacho donde lo encontré de pie, mirando el patio a través de la ventana.
Tenía sus manos en los bolsillos, me acerqué por detrás, abrazándolo y depositando un beso en su espalda, apoyando mi cabeza sobre ella.

Cuando se volvió, puso sus manos en mis mejillas y me besó con ternura.
Al finalizar, noté la preocupación en su rostro.

— Te noto preocupado — comenté, y él dejó escapar un suspiro.

Matías: — Fue mi culpa, lo siento mucho

— Te perdono si tú también me perdonas

Matías: — No puedes pedir perdón por algo que no hiciste — dijo y otro suspiro profundo precedió a sus palabras.
— Mi trabajo ha estado mal en las últimas semanas. Comenzó con una cliente que presentó una denuncia por mala atención, desencadenando un escándalo. Se inventó historias que casi nos hacen cerrar la oficina y La mala reputación se propagó y perdimos clientes.

— ¿Por qué no me lo dijiste?

Matías: — No quería que te preocuparas por mí

— Si pasas por un mal momento, también lo hago yo. Somos un equipo, amor — le recordé, y él asintió.

Matías: — Descubrí que la persona responsable de arruinar mi empresa era amiga de Mar. Supongo que lo hizo para destruirme

— ¿Por qué esa mujer no puede dejarnos en paz ni estando en prisión? — exclamé frustrada.

Matías: — Traté de solucionar todo, y cuando reabramos en septiembre, quizás las cosas mejoren. Eso supe el día en que… pasó lo que pasó contigo — dijo y me miró con pesar.
— Esa noche fue mi culpa. Me dejé llevar por la furia y bebí demasiado. Me comporté de forma inaceptable. Eva, perdóname. Te prometo que no volverá a suceder

Sus palabras estaban llenas de sinceridad, casi me hicieron llorar.
Así que, le di un abrazo seguido de un beso.

— Todos cometemos errores, amor. Yo también. No te preocupes por lo que pasó. En cuanto a la empresa, encontraremos una solución para que puedas trabajar en paz, y yo estaré aquí para ayudarte

Matías sonrió y acarició mi mejilla.

Matías: — Te amo, Eva. Sin ti, estaría perdido

Le abracé, y él me apretó contra su cuerpo.

Matías: — No quiero que pienses que soy un idiota por lo que hice esa noche. Eso no volverá a ocurrir. Me arrepiento profundamente y espero que puedas perdonarme

— No te preocupes, cariño. Yo también cometí errores. Olvidemos todo esto, ¿de acuerdo?

Matías: — Lo intentaré

— ¿Lo prometes?

Matías: — Lo prometo — respondió después de una breve duda. Nos quedamos abrazados en silencio, permitiendo que ese cálido abrazo hablara por nosotros.
— ¿Has hablado con tu padre acerca de esto?

— No, ¿por qué?

Matías: — Ayer me miró de manera extraña y me dijo que quiere hablar conmigo esta tarde

— ¿Sobre qué? ¿No te lo dijo?

Matías: — No lo sé

— Tal vez sea por lo que le conté hace unos días. Solo le dije que estábamos pasando por un mal momento, pero no entré en detalles

Matías: — Puede ser por eso

— Puede que quiera hablar contigo y aclarar lo que ocurrió. Él se preocupa mucho por mí, y no me sorprendería si quisiera hablar contigo sobre lo que sucedió

Matías: — Le diré la verdad, de todas formas

— No hace falta

Matías: — No se lo diré exactamente de esa manera, porque incluso a mí me avergüenza recordar la actitud grotesca que tuve, pero solo le diré que hubo un malentendido

Mientras lo decía, acariciaba mis mejillas. Él lucía triste, y verlo así me entristecía a mí también.

— Si quieres, podemos hablar los dos con él y mostrarle que estamos bien

Matías: — ¿Tu padre siempre ha sido así?

— Sí, aunque no siempre ha sido así con mis anteriores novios. Pero ahora me presta más atención y se preocupa por saber con qué tipo de hombre estoy. Al fin y al cabo, lo entiendo, ya que soy su única hija

El Secreto De Mi AbogadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora