Capítulo 48: Recuerdos

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EVA

Jueves.

Un mes había transcurrido desde la emotiva boda del Sr. Leonardo y Sabrina, quienes aún estaban deleitándose en su luna de miel, la cual coincidió con unas bien planificadas vacaciones.

Paula: — ¿Puedes atender a la chica de ahí? Tengo que atender a otra cliente

— Claro, no hay problema

Paula: — Gracias

Agradeció, le sonreí y le pedí a la chica que se sentara en la silla para comenzar el trabajo. Más adelante, hice lo que pidió, tiñendo su cabello negro de un tono marrón claro con mechas.
Desde el momento en que se sentó, noté que la chica estaba tensa y parecía temerosa. De hecho, me di cuenta de que era una de las pocas clientas que no me dirigía la palabra y solo esperaba a que terminara mi trabajo para poder irse. Entonces, decidí entablar una conversación.

— Soy Eva, ¿y tú? ¿Cómo te llamas?

Tatiana: — Tatiana — respondió brevemente, bajando la mirada hacia sus manos.
Ese gesto me resultó familiar, evocando un recuerdo específico en mi mente, ya que conocía bien esa actitud.

— ¿Cómo estás?

Tatiana: — Bueno, hay días mejores y otros peores — respondió y el tono de voz me indicó de inmediato que algo le preocupaba y la hacía sentir triste.

— Te entiendo— dije, notando que se le escapaba una lágrima.
Era evidente que no se sentía bien.

Tatiana: — Lo siento, es que…

— No, no te disculpes. No es un delito sentirse triste

Tatiana: — Mi vida es una mierda

— Puedes contármelo si quieres. Yo te escucharé — le ofrecí mi apoyo, y ella sonrió.

Tatiana: — Es por mi novio. Él hace de mi vida un infierno, y también por mi madre, que está enferma y mi sueldo apenas alcanza para sus medicamentos

— ¿Te maltrata tu novio? — pregunté, y ella asintió con tristeza en su rostro.
En ese momento, recordé mi propia experiencia en una situación similar y sentí compasión por ella.
— ¿Por qué no lo dejas?

Tatiana: — Me da miedo. No es agresivo, pero es tóxico y me prohíbe cosas, como que no quería que me tiñera el cabello

— ¿Cuánto tiempo lleváis así?

Tatiana: — Llevamos casi dos años juntos. Al principio no era así, pero todo cambió cuando mi ex y yo nos encontramos en un supermercado

— Tienes que dejarlo, créeme. Esta relación no te hará bien. Yo también pasé por algo parecido y no quisiera que tú sufras igual

Tatiana: — ¿Tú también viviste algo similar?

— Sí, lamentablemente. Escúchame, déjalo cuanto antes, aunque tengas miedo y aunque todavía le quieras, porque si te controla y te prohíbe cosas, eso no es amor. ¿Cuántos años tienes?

Tatiana: — Veintidós

— Eres joven y tienes toda una vida por delante. En serio, hazlo, lo agradecerás después. Busca otros caminos y no sufras por alguien que no lo vale

Tatiana: — Está bien, pero no sé cómo se lo tomará

— ¿Vives con él?

Tatiana: — No, vivo con mi madre y él con la suya

— Entonces, si no quieres decírselo en persona, hazlo por mensaje para evitar problemas

Tatiana: — Está bien

— Además, no permitas que él te haga sentir inferior. Tienes mucho valor, no lo olvides — dije, y casi se puso a llorar.
Se levantó y me dio un abrazo, lo que hizo que las personas en la peluquería nos miraran, pero en ese momento, lo más importante era el apoyo que necesitaba.

Tatiana: — Gracias, de verdad

— No hay de qué. Si necesitas hablar con alguien o cualquier cosa, puedes llamarme. Aquí tienes mi número

Le entregué un pedazo de papel con mi número anotado. Aunque me preocupaba un poco dar mi número a alguien desconocido, mi intuición me decía que tenía que ayudar a esa chica.

Tatiana: — Gracias por tu ayuda. Ah, y también por mi nuevo look, está genial — dijo, haciéndome sonreír.
— ¿Cuánto te debo?

— No, no es necesario

Tatiana: — No, pero tengo que pagarte

— No te preocupes, no me debes nada. Utiliza tu dinero para tu madre y para ti; lo necesitan mucho más. De hecho, ¿puedes esperar a que cerremos la peluquería? Quisiera darte algo

Tatiana: — Vale

Sonreí, y ella se sentó en los asientos de espera. Me acerqué a donde estaba Paula para quitarme el delantal, ya que todos los clientes se habían ido y nuestra jornada laboral había terminado.

Paula: — ¿Quién es? ¿La conoces?

— No, pero sentí que teníamos algo en común

Paula: — ¿En qué?

— Ambas hemos tenido mala suerte al tener hombres terribles en nuestras vidas. Quiero ayudarla, esa chica es joven y siento la necesidad de apoyarla porque sé que no la está pasando bien

Paula: — Eres una de las personas más amables que he conocido. ¿Y qué planeas hacer?

— Quiero darle un poco de dinero. Me dijo que su madre no está bien, y quiero ayudarla

Paula: — Haz lo que tengas que hacer

Al cerrar la peluquería, me acerqué a la chica que me esperaba como le pedí y le entregué un sobre con unos tres mil euros exactamente. Era una parte de lo que Matías me había dado por la mañana, y aunque él siempre me insistía en que era para mí y lo que quisiera, yo prefería ahorrarlo, sabiendo que lo usaríamos en el futuro, a pesar de que Matías era rico y no lo necesitaba. Era una costumbre mía.

Tatiana: — No hace falta…

— Sí, quiero que lo uses para ayudar a tu madre y para ti. Además, seguramente tendrás que gastarlo en la renta

Tatiana: — Tienes razón

— Entonces no digamos más

Tatiana: — En serio, no sé cómo agradecértelo

— No te preocupes. Espero que tu madre se recupere y que hagas lo que tengas que hacer con el chico que te atormenta

Tatiana: — Gracias, y sí, tomaré la valentía para dejarlo. Tú me has dado mucho valor, y te lo agradezco.
Algún día, cuando puedas, puedes venir a casa y así conoces a mi madre. Quisiera invitarte a almorzar

— Genial. Algún día iré a visitarte a ti y a tu madre

Tatiana: — Agregaré tu número y hablamos después

— Por supuesto

Tatiana: — Gracias. Muchas gracias, Eva

— No hay de qué. Cuídate y cuida a tu madre — dije y ella sonrió antes de darme un último abrazo.

Tatiana: — Adiós

— Adiós

A medida que ella se alejaba, me sumí en reflexiones sobre si había sido una decisión acertada entablar una conversación y ofrecerle dinero a alguien a quien no conocía en absoluto. Tenía dudas y una cierta inquietud sobre la prudencia de mi acción. Sin embargo, después de un momento de contemplación, llegué a la conclusión de que, en ocasiones, no estaba de más tenderle la mano a alguien, independientemente de si se trataba de un conocido o un desconocido.

A veces, la empatía y la solidaridad podían tejer hilos invisibles de conexión entre extraños, generando un sentimiento de esperanza en un mundo donde a menudo prevalecía la indiferencia. Así que, a pesar de no conocer a Tatiana en profundidad, sentí que había tomado la decisión correcta al ofrecer mi ayuda, ya que estaba pasando por un momento bastante difícil en su vida.

El Secreto De Mi AbogadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora