Capítulo 5: Coincidencia

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MATÍAS MELGAR

22:11 pm.

Salí del edificio donde trabajaba junto a mi padre al terminar mi turno vespertino, ya que él ocupaba la mañana, mientras yo comenzaba a trabajar a partir del mediodía. Aunque cuando la ocasión lo requería, también colaboraba en las mañanas.

Ambos éramos abogados, pero a diferencia de mi padre, me especialicé en una rama diferente del derecho: el derecho matrimonial y los divorcios, una elección influenciada por él. Mi padre era un abogado civilista y tenía ciertos conocimientos en cuestiones matrimoniales, además de ser un exitoso empresario como director de la empresa de automóviles Audi. La variedad de especialidades permitía atender a un público más amplio en el bufete que compartíamos en el centro de Barcelona.

Cuando llegué a mi coche, un Audi negro, me encontré con Mar.

— ¿Qué haces aquí? — pregunté con sorpresa.

Mar: — ¿No me extrañas?

— No sé a qué te refieres, tu contrato finalizó la semana pasada

Mar: — Precisamente eso quería discutir contigo. Quiero renovarlo

— No renuevo ese tipo de contratos, te lo dejé claro desde el principio — aclaré, ingresando a mi coche y Mar también entró.
— Salte de mi coche

Mar: — ¡Venga!
¿No extrañas los buenos momentos que hemos pasado? — preguntó con un tono de voz seductor.

— No, ahora vete

Mar: — ¿Estás seguro? Porque yo estoy lista. Desde hace rato me estaba masturbando mientras pensaba en ti.
¿No te gustaría ver lo que hay debajo de mi vestido? — susurró insinuante. La miré fijamente por un momento.

— Aceptaré solo porque tengo ganas de follar, nada más — dije convencido y puse en marcha el coche hasta llegar a mi casa.
Entonces, Mar y yo subimos a la habitación donde me divertía con las mujeres que decidían ser mis sumisas. Los contratos solo los establecía por un mes y no volvía a estar con ellas para evitar que estas se interesaran por mí más allá de lo que les ofrecía.
Por suerte, mis sumisas eran como yo, solo íbamos a lo que íbamos y al ser solo un mes era imposible que me tuvieran algún afecto. Además, con ninguna de ellas había hecho cosas ni sentido algo más allá de lo físico y sexual. No era de andar regalándole rosas y regalos caros, solo me interesaba el placer y ellas estaban dispuestas a dármelo y yo a brindarles el mejor sexo de sus vidas.

Al llegar a mi cuarto de juegos, Mar se dirigió a la cama recubierta por una sábana de terciopelo roja, ella ya conocía de qué iba, ya que fue mi última sumisa.

— ¿A qué estás dispuesta esta noche?
Al no tener ningún contrato ni nada establecido tienes que decírmelo aunque ya nos conozcamos

Mar: — A todo, hazme lo que quieras

— No me hables así, ¿cómo te he dicho que me digas?

Mar: — Sí, amo, lo siento.
Solo quiero que me folle duro, así como siempre lo ha hecho — respondió y mi miembro se puso duro cuando ella se empezó a desnudar y no porque su cuerpo fuese demasiado atractivo, sino porque en verdad me moría de ganas de follar.

Debajo del vestido no llevaba nada puesto y su cuerpo mostraba todas esas curvas que se marcaban por toda su piel morena.

— Si quieres jugar rudo ya sabes donde ir — mencioné y ella fue a la otra cama que había.
Mar se comenzó a tocar mientras me deshacía de mi camisa de vestir.
Con el conjunto de correas que incluía ese modelo de cama en la que estaba acostada, inmovilicé por completo sus pies y brazos. Estaba completamente en mi dominio para comenzar a azotar su espalda y trasero con un látigo bondage.
A continuación, me puse un preservativo y la penetré sin piedad alguna desde atrás.
De hecho, ella había sido la única sumisa que estuvo dispuesta a todo, desde azotarla por todo el cuerpo hasta ponerle pinzas en los genitales que lanzaban corrientes eléctricas para llegar al límite con su cuerpo. Estaba claro: el único objetivo era causarle un placer sexual que nunca olvidaría.

El Secreto De Mi AbogadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora