Capítulo 2: Una propuesta emocionante

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Lunes, 11:33 am.

— ¿Cómo te gustaría el corte? ¿El de siempre? — pregunté amablemente a una de mis clientas más fieles.
Era una mujer de cincuenta años, carismática, que siempre compartía su vida mientras le arreglaba el cabello en la peluquería donde trabajaba desde hacía seis años, la cual era propiedad de mi amiga Paula.

Noa: — Sí, cariño. El de siempre

— ¿No te gustaría probar algo diferente? Estoy segura de que te quedaría genial

Noa: — Me gustaría, pero ya soy demasiado mayor para un cambio de “luks,” ¿o cómo se dice?

— Look — corregí, y ambas reímos.
— La gente envejece porque quiere. Es mejor hacer lo que deseas mientras tienes la oportunidad

Mientras la convencía, ella lo pensó por unos minutos hasta que finalmente accedió.

Noa: — Está bien, me has convencido

— No te arrepentirás, te lo aseguro
— dije feliz y comencé a cortar su melena pelirroja, dándole un corte tipo bob que le quedó fantástico, resaltando su rostro y haciéndola lucir más joven.

12:02 a.m.

Noa: — ¡Vaya! Te luciste. Muchas gracias

— No hay de qué, Noa

Noa: — Mis hijos y mi marido se sorprenderán al verme, así — mencionó emocionada, tapándose la boca con las manos en señal de asombro y alegría.

— Bueno, nos vemos la próxima vez que quieras un cambio en tu cabello

Noa: — Sí, y podríamos quedar para tomar un café o ir a comer juntas otra vez

— Me encantaría

Noa: — Muy bien, adiós, preciosa. Cuídate y ya nos veremos algún día

— Igualmente, cuídate. Nos vemos
— dije, mientras ella me daba un cálido abrazo, proveniente de una mujer cariñosa y materna, de esos que siempre me hicieron falta, ya que mi madre falleció cuando nací y nunca experimenté ese amor materno. Sin embargo, mi padre se hizo cargo de mí y siempre fui feliz junto a él.
De hecho, de vez en cuando le voy a visitar a su casa en las afueras de Barcelona, porque yo vivo por el centro de la ciudad.

15:05 p.m.

Paula: — ¡Por fin! ¿Vamos a comer algo?

— Sí, muero de hambre — respondí, cerramos la peluquería porque ya habíamos terminado por ese día y fuimos a un restaurante japonés cercano.

Paula: — ¿Cómo te fue con tu marido anoche?

— Igual que siempre, una continuación de ayer, anteayer, la semana pasada, el año pasado… ¿Quieres que siga? — dije con resignación, mostrando cuán desgastante se había vuelto mi relación.

Paula: — ¡Ay, amiga! ¿Qué harás?

— No sé, supongo que seguiré soportando — respondí con tristeza, mientras veía la preocupación reflejada en el rostro de Paula.

Paula: — ¿Has considerado alguna vez el divorcio?

— No, en gran parte por Pablo. No estaría de acuerdo

Paula: — Pero podrías intentarlo, ¿no crees?

— No lo sé. ¿Sabes lo que haré? Intentaré arreglar mi relación

Paula: — Eso dijiste hace un año y mira dónde estás ahora — dijo, mientras comía sushi.

— Pero cada vez que nos reconciliamos, parece ir bien. Quizás está cansado de la rutina, nada más

El Secreto De Mi AbogadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora