Capítulo 19: ¿Y si sí?

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Viernes, 15:06 p.m.

MATÍAS

Regresé de la última reunión con mi padre y algunos empresarios después de firmar un contrato para iniciar un proyecto. Esta reunión no era necesaria para mí, pero mi padre siempre insistía en que debía estar presente para aprender sobre negocios, incluso si no planeaba dedicarme a ello.

Luego, me dirigí a la ducha, y pasé al menos diez minutos bajo el agua antes de salir. Empaqueté mis pertenencias y preparé mi maleta. Dentro de dos horas, tenía programado partir de Italia y regresar a España, así que me aseguré de no dejar nada en la habitación antes de abandonarla.

Antes de dirigirme al automóvil, decidí pasar por la habitación contigua donde se encontraba mi padre. Mi intención era informarle que me estaba yendo, pero al tocar la puerta repetidamente, no obtuve respuesta alguna. Decidí abrirla y descubrí que la mini sala de la suite estaba vacía. Intrigado, me dirigí hacia la siguiente habitación, cuya puerta estaba entreabierta, y lo que vi inicialmente me llenó de rabia.
Había una mujer de cabello castaño encima de mi padre, de espaldas a la puerta y cabalgando sobre su cuerpo y gimiendo de placer.

Leonardo: — ¡Ay! Matías, ¿qué haces aquí? — preguntó sorprendido y asustado, por lo que bajó rápidamente a la mujer de su regazo y los dos se cubrieron con la sábana.
— No es lo que crees

— No tienes que explicarme tu vida.
Me voy ahora para el aeropuerto, eso venía a decirte — dije con disgusto y un poco enfadado. Cerré la puerta y salí de la suite.
Para ser honesto, me molestó ver esa escena, y la razón era simple: me recordaba a mi madre. Pensar que ella había sido feliz y ya no estaba viva, mientras que mi padre se enredaba con otras mujeres sin importarle que la mujer a la que consideró “el amor de su vida” ya no estuviera, me disgustaba en ocasiones. Pero así era mi vida y la suya. Era necesario avanzar y dejar atrás el pasado. Sin embargo, a lo largo de mi juventud y durante el tiempo sin mi madre, nunca acepté a las novias de mi padre como madres, ya que la única y siempre lo sería era Melany, la auténtica, a quien seguiría queriendo incluso después de su partida de este mundo.

Descendí hasta mi coche, donde mi chofer, Fernández, me esperaba. En esta ocasión, no había llevado a mi guardaespaldas, García, conmigo, porque preferí que se quedara en casa con Eva, considerando que ella también necesitaba seguridad.

Fernández: — Señor

Descendió del coche y asintió en señal de saludo mientras abría la puerta para que pudiera entrar. Al cabo de unos segundos, el coche comenzó a moverse, y en ese momento, mi teléfono sonó.

— ¿Hola?

Contesté la llamada de inmediato, aunque no hubo respuesta al principio.

— ¿Quién es?

Mar: — ¡Oh! Matías, finalmente te encontré — dijo con emoción, y reconocí su voz. Era Mar, la última sumisa que había tenido, y eso me enojó, ya que no esperaba que me llamara.

— ¿Cómo conseguiste mi número?

Mar: — Cariño, ¿no te alegra escuchar de mí?

— ¿Cómo conseguiste mi número, maldita sea?

Mar: — ¿Qué más da? Lo importante es por qué te llamo

— ¿A qué te refieres?

Mar: — Tenemos que hablar

— Ya estamos hablando

Mar: — Pero en persona. Lo que quiero decir no se puede discutir aquí. ¿Dónde estás? Fui a tu oficina y no te encontré
— dijo, y estuve a punto de colgar, pero finalmente no lo hice.

El Secreto De Mi AbogadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora